Por si no lo recuerdan, Antón Meana (A. M.) es de Gijón «de toda la vida». Cuando se levanta (en el octavo piso donde viven sus padres) le ve la coronilla a La Escalerona. Escribe libros sobre el Sporting y sobre El Molinón, y no es ningún periodista «de mierda», salvo para la mafia portuguesa que ha desembarcado en el Santiago Bernabeu. El capo de esa banda es nada menos que J. Mourinho, el mandamás merengue que se cargó a Jorge Valdano, a Raúl, a Zidane, que se peleó con Manuel Preciado y metió un dedo en el ojo de Tito Vilanova. Este mercenario, que salió malparado de todos los clubes para los que trabajó, tiene embelesado a don Florentino Pérez, afortunado hombre de negocios, ingeniero que sabe mucho de Caminos, Canales, Puertos, boyas y señales marítimas, pero muy poco de fútbol...

Antón Meana ha sido recriminado, y amenazado, porque sus trabajos en Radio Marca no han satisfecho a los macarras que mangonean en el ala oeste de la Casa Blanca.

Es de esperar que el presidente del club merengue dé una explicación a la profesión que imputa a su banda de colaboradores una serie de irregularidades de tipo dictatorial, modos gansteriles y enjuagues económicos en fichajes y contrataciones.

Esta forma de entender el fútbol, rebozada con el glamour, que no supo el Real Madrid encontrar en Vicente del Bosque y al que su Majestad el Rey concedió el título de marqués y que tanto debió de escocer al presidente Pérez, ha llevado a la mafia portuguesa a la amenaza a un profesional de brillante carrera, porque sus opiniones son adversas al comportamiento de una tropa que vive en los tiempos del Chicago de los años treinta.

Me consta que la profesión periodística se siente ofendida y se agrupa en estos momentos en torno al gijonés vecino de La Escalerona que ha puesto el dedo en la llaga con lo que hay que tener: una brillante pluma, mojada en el tintero de la ética y el sentido común que parece faltar en algunas parcelas del fútbol español.