J. L. ARGÜELLES

Es pronto para echar las campanas al vuelo con el pretexto de que El Musel, uno de los indicadores fundamentales de la actividad económica del Principado y su principal terminal portuaria, mejoró sus tráficos en el último ejercicio un 13,44 por ciento. Es cierto que el incremento es notable, con un movimiento total acumulado de 17,1 millones de toneladas, lo que supone algo más de 2 millones de toneladas respecto al dato de 2011 (15,07 millones), pero no lo es menos que son cifras similares a las que registraba la dársena gijonesa hace tres lustros: en 1999 ya movía 18,4 millones. Y, también, que está aún muy lejos del récord de 2005, antes de la crisis y en el año que arrancó el «superpuerto», cuando pasó por sus muelles un total de 21,7 millones de toneladas.

El reciente desembarco extraordinario de mineral en El Musel, que es aún el mayor puerto español de graneles sólidos debido a que es la terminal de descarga de la siderúrgica Arcelor-Mittal y una dársena de referencia para la industria eléctrica, ha contribuido a aliviar los malos datos que se han registrado desde 2009. En aquel «annus horribilis» para la actividad portuaria española y mundial, los muelles gijoneses tampoco se libraron: sólo 14,4 millones de toneladas. Pero El Musel, que movió por su terminal de graneles sólidos (EBHI, por sus siglas en inglés European Bulk Handing Instalation, S. A.) en el último año 14,4 millones de toneladas, un 15,01 por ciento más que en 2011, sigue lejos de su mejor registro, también en 2005, cuando alcanzó los 16,8 millones de toneladas.

El futuro de El Musel pasa por hacer mejor lo que ya hace bien (el movimiento de graneles sólidos), según vienen coincidiendo en explicar expertos portuarios y en logística, y por captar además tráficos nuevos, fundamentalmente los de mercancía general, que permitan una cada vez mayor diversificación. El tráfico de mineral supone aún más del 85 por ciento de la actividad de la gran terminal asturiana y la segunda del norte español, por lo que El Musel es extremadamente vulnerable, como se ha podido observar en esta última crisis económica. La caída de la actividad de las tres o cuatro grandes empresas de las que mayor dependencia tiene el puerto (Arcelor-Mittal, HC, Cementos Tudela Veguín...) afecta notablemente a sus resultados, que estarían menos expuestos con un mayor equilibrio en sus segmentos de actividad: graneles sólidos y líquidos, así como mercancía general.

Y si es preocupante que El Musel esté con registros de hace quince años, lo es también que los tráfico ro-ro (la mercancía rodada) hayan retrocedido un 3,95 por ciento en el último ejercicio: 602.930 toneladas el pasado 2012, frente a las 627.740 de 2011. Y la preocupación no es porque el descenso sea acusado, sino porque afecta a la autopista del mar que une Gijón con el puerto francés de Nantes-Saint Nazaire. Inaugurada oficialmente en septiembre de 2010, la conexión, «bendecida» por la Unión Europea (UE) para descongestionar de tráfico pesado las carreteras pirenaicas, debería estar en fase de expansión.

Los tráficos que mayores alegrías han dado en los últimos años son los contenedorizados, que volvieron a crecer en 2012. El puerto movió 589.895 toneladas (48.602 teus) de mercancías en contenedores, lo que supone un 33,56 por ciento más que en 2011. Es la asignatura pendiente de la terminal gijonesa, que debe volcar sus esfuerzos en ampliar un segmento de actividad con mayor repercusión económica para sus cuentas. Es importante, además, en un momento en el que El Musel necesita ingresos para hacer frente a las cuantiosas obligaciones derivadas de la construcción del nuevo dique Norte y de la consiguiente ampliación. El puerto está endeudado en 465 millones de euros al menos.

Los graneles líquidos volvieron a caer en 2012 (un 8, 54 por ciento), consecuencia del menor consumo de productos petrolíferos. Han crecido los tráficos de productos siderúrgicos, un 14,55 por ciento.