R. GARCÍA

«Tino, no me puedo creer que vayas a cerrar. ¿Adónde vamos a ir ahora?». Esta triste despedida de uno de los clientes habituales de la sidrería de Tino «El Roxu» servía ayer como resumen de los comentarios que se oían por todo el local. Los parroquianos que desde 1981 acuden cada semana a este establecimiento se despedían de un hostelero «al que recordaremos siempre» y que hoy servirá sus últimos platos. Florentino Mañana, -más conocido como Tino «El Roxu»-, se jubila dejando en su local de la avenida de la Costa «cientos de recuerdos» a los que ayer aún no quería poner nombre ni cara «para no emocionarme».

La popular sidrería pondrá hoy punto final a sus tres décadas de historia. Ayer, melancólico, el hostelero mostraba con gesto compungido el amarillento cartel en el que se anunciaba la inauguración de su primer local. Fue en 1981 cuando Tino «El Roxu» abrió sus puertas en la avenida Hermanos Felgueroso. Después de participar en la Expo de Sevilla de 1992 de la mano del cocinero Pedro Morán, Florentino Mañana decidió en 1994 cambiar la ubicación de su local, llevándolo a la avenida de la Costa y convirtiéndolo en uno de los emblemas de una ciudad que hoy perderá un referente del que todos quieren despedirse. «Ayer vino un señor de Sevilla. Hizo el viaje sólo para cenar aquí una última vez. Eso son cosas que te emocionan porque te traen muchos recuerdos», relataba ayer el hotelero, aún al otro lado de la barra y pensando en sus trabajadores, a los que considera ya como «parte de la familia».

Tino «El Roxu» no es capaz de destacar el nombre de un personaje que en los últimos 30 años haya pasado por su sidrería. A pesar de todo, las fotografías que aún se pueden ver en las paredes del local reflejan visitas como la del Príncipe Felipe.

Natural de Nava, aunque gijonés desde que cumplió la mayoría de edad, Tino quiso ser soldador, una idea que abandonó en los ochenta, cuando le confesó a su mujer, María Emilia Zamorano, que iba a poner una sidrería. Su esposa lo apoyó en un proyecto que ahora ambos dan por concluido. «Es tiempo de retirarse y de disfrutar de la familia», aseguraba ayer El Roxu pensando, sobre todo, que a sus 64 años recién cumplidos ya es hora de dedicarles tiempo a sus nietas Paula y Bárbara.

Los amigos del hostelero han pensado ya en disfrutar con él una última cena. «Pero no quiere porque dice que se emociona. Le llegamos a proponer que veníamos hasta con instrumentos para tocar aquí y pasarlo bien, pero se niega», contaba ayer desde la barra uno de los clientes habituales. «No le apetece despedirse», concluía Emilia Zamorano mirando a su marido poco después de que aún ayer, a pocas horas de cerrar el negocio, acudiera a una pescadería a buscar material para sus clientes. Algunos gijoneses aún no se creen la jubilación de Tino «El Roxu». Quizá muchos no lo creerán hasta que hoy cierren de forma definitiva las puertas de la sidrería.