C. JIMÉNEZ

El objetivo es ser capaces de conocer las emociones que una ciudad genera sobre sus ciudadanos, de una forma automática y poco intrusiva. Así arranca el último trabajo de un grupo de profesores de la Universidad de Oviedo en colaboración con el Centro de Arte y Creación Industrial de la Laboral, Fundación Prodintec, el Gobierno del Principado y el Ayuntamiento de Gijón. El grupo constituido al efecto pretende de esta forma «medir el impacto social y emocional que tienen las infraestructuras físicas y el entorno ambiental sobre el ciudadano». La tecnología empleada para estos fines se conoce como computación afectiva, y refleja de forma fiel las preferencias de los habitantes de entornos urbanos sobre los servicios que reciben, supervisando su bienestar emocional.

Para esa detección de las emociones se creará un módulo de captura de información sensorial somática para recoger parámetros como temperatura corporal, presión sanguínea, ritmo cardiaco o conductividad epidérmica que se vincularán con el impacto que el entorno tiene sobre los ciudadanos.

La iniciativa, denominada «El paradigma de la computación afectiva en la configuración de la nueva experiencia ciudadana», que está financiada por el Instituto Universitario de Tecnología Industrial de Asturias (IUTA) y tiene al profesor Javier Suárez Quirós (del grupo de Investigación e Innovación en Ingeniería Gráfica-I3G) como investigador principal, junto a Ramón Gallego, también implica a otros dos ingenieros técnicos en la especialidad de mecánica, Sarai Allende y Carlos Fuentes, gerente de la empresa Triciclo Gestión y Diseño.

El proyecto va a llevar en paralelo dos grupos de trabajo. Uno, que se pone en marcha hoy en la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón y que tratará de reflexionar sobre las consecuencias de la tecnología que se nos pone en las manos con la mezcla de paradigmas tales como la computación afectiva, la geolocalización y el «big data». «Se trata de establecer un discurso interdisciplinar que trataría de evitar lo que tantas otras veces ha sucedido: que se nos pone algo en las manos cuyo verdadero poder y consecuencias últimas no están debidamente analizadas», explica Javier Suárez Quirós.

El otro grupo de trabajo, también en marcha, tiene como cometido el desarrollo de un dispositivo a modo de prototipo para expresar el concepto de la «materialidad enriquecida» o cómo hacer visible algo tan intangible como las emociones. Mediante el uso de técnicas de hardware y software libre, se tratará de llevar a cabo una prueba experimental que sea capaz de superponer a nuestra visión física las sensaciones emocionales que están manifestando los ciudadanos. Ese desarrollo, que empleará vanguardistas interfaces de visualización, tendrá como escenario fundamental la Escuela Politécnica, apoyados siempre por los técnicos de Laboral y de Prodintec en las fases finales del prototipo.

El objetivo último de todas estas acciones es alentar el debate, sobre todo en lo relacionado con las redes sociales, implicando a expertos en la materia para obtener unas conclusiones que se darán a conocer en el ámbito de un simposio o jornada acerca del nuevo papel que adopta el ciudadano en el modelo de ciudad inteligente o «smart city». Además, el prototipo que permitirá medir el estado afectivo de los ciudadanos podrá «geolocalizar» esos datos, de manera que se pueda realizar un registro sensorial por zonas para estructurar esa información en base a los lugares donde se genera. Con todos esos datos se prevé fomentar el nacimiento de empresas en el sector de las industrias culturales y creativas. Según los promotores del proyecto, esas organizaciones «están llamadas a jugar un papel de primer orden en la competitividad de la economía española y en la transición hacia un nuevo modelo productivo», pues «son fuente de innovación, crean puestos de trabajo y actúan como enlace entre diferentes actividades sectoriales».