C. JIMÉNEZ

Gijón se convertirá en un laboratorio experimental para probar un equipo de sensores que combinará la respuesta emocional de los ciudadanos al entorno físico donde se encuentran. Será el primer proyecto de estas características en el territorio nacional, y llega de la mano de un equipo de profesores de la Universidad de Oviedo. Los primeros desarrollos se están llevando a cabo en la Escuela Politécnica de Ingeniería a través del grupo de Investigación e Innovación en Ingeniería Gráfica (I3G) y se prevé que en un plazo de tiempo razonable pueda ver la luz en forma de proyecto piloto para probarlo en un grupo de población «lo más grande posible». Los protagonistas de este experimento no se verán sometidos a un complejo equipo de sensórica, pues esta tecnología se anuncia como un objeto «usable y discreto, casi como una joya» o un teléfono móvil, que enviará toda la información recogida a unos servidores de la Universidad.

Este prototipo implica «un esfuerzo de diseño grande», reconoce Javier Suárez Quirós, investigador principal en este iniciativa sobre «la computación afectiva en la configuración de una nueva experiencia ciudadana». El proyecto implica dos grupos de trabajo, por un lado, el que aborda desde una perspectiva teórica la investigación y en el que toman parte entidades como Prodintec, el Centro de Arte y Creación Industrial, el Instituto Universitario de Tecnología Industrial (IUTA) o el Ayuntamiento de Gijón a través del Parque Científico y Tecnológico, y, por otro, en su vertiente más práctica, un grupo de desarrollo de la parte de computación, la propia tecnología. «Estamos realizando ya los primeros montajes del dispositivo para captar señales como la conductividad de la piel, el ritmo cardiaco..., que nos permitirá relacionar por qué está enfadado o contento un ciudadano con el lugar donde se encuentra en ese momento», explica Suárez Quirós. El usuario recibirá toda esa información, bien a través de una aplicación en su «smartphone» o en una página web donde verá su entorno «enriquecido», esto es, todas aquellas partes de la ciudad que no le resultan visibles y que tienen que ver con el impacto social y emocional que les produce ese entorno, siguiendo el modelo de «Mapocci», un ambicioso proyecto de robótica emocional para la educación infantil desarrollado por artistas multimedia desde el Centro de Arte de la Laboral.