Profesor de Ciencias Políticas de la UNED, presentó ayer en el Ateneo Obrero su libro «Los nacionalismos, el Estado español y la izquierda»

Profesor de Ciencias Políticas de la UNED y dirigente histórico de la extinta LCR, Jaime Pastor (Valencia, 1946) presentó ayer, en el Ateneo Obrero de Gijón, su libro «Los nacionalismos, el Estado español y la izquierda» (Libros de Viento Sur- La Oveja Roja). Considerado uno de los más destacados intelectuales marxistas españoles, abandonó a finales de 2008 la coalición IU, de cuya presidencia federal formó parte, para participar en la fundación de Izquierda Anticapitalista.

-Hay quien afirma que los nacionalismos son un anacronismo en los tiempos de la globalización.

-Existen, nos gusten o no. Estamos viendo en la UE el resurgimiento de los nacionalismos de Estado. La globalización tiene efectos contradictorios, con más interdependencia económica. Pero hay resistencias a lo que se ha interpretado como un fenómeno globalizador hecho desde Occidente. Lo que ocurre es que muchos nacionalismos sin Estado ven que esos grandes estados no recogen o representan la diversidad cultural existente en sus fronteras. Es importante dejar claro que hay nacionalismos de Estado y sin Estado.

-Por ceñirnos al caso español, ¿los nacionalismos son el gran problema no resuelto de la Transición?

-Quizás el mayor déficit de la Transición haya sido que en la Constitución de 1978 se impuso una idea de nación española muy esencialista y excluyente. Se aceptó el término «nacionalidades», lo que permitió durante un tiempo, al menos en el caso catalán, cierta pacificación. En el caso vasco hubo mayor rechazo, pese a los conciertos económicos. Ahora vemos que el Estado autonómico no neutralizó esas ansias nacionalistas. Y hay, además, una tendencia a la recentralización del Estado, que genera mayor nacionalismo. La lectura federalizante de la Constitución fue bloqueada por la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.

-¿El Estado autonómico no implica ya, de hecho, un cierto sistema federal?

-El Estado español tiene algunos aspectos federalizantes, pero no tiene características fundamentales de un Estado federal, caso de un Senado o de un Tribunal Constitucional federales. Y, aunque técnicamente existan esos rasgos federales en las competencias, no olvidemos que hay artículos en la Constitución que permiten la suspensión de esas competencias por parte del Estado central. En el caso español, tendría que darse un Estado federal plurinacional; no basta la descentralización político administrativa. Hace falta un reconocimiento de esa realidad plurinacional. La reforma del Estatut iba en ese sentido, pero se vio bloqueada por el Tribunal Constitucional.

-Menciona el Estatut. ¿La llamada de los soberanistas catalanes, encabezados por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, a una consulta sobre la independencia no genera tensiones innecesarias en un momento tan grave para el país?

-El problema es que ahí existe una historia detrás. Una parte de los catalanes que no está cómoda dentro del país, y, además, se ve que, dentro del contexto de la crisis, hay un proyecto de recentralización del Estado; y está la sentencia sobre el Estatut; y hay un debate abierto sobre el sistema de financiación, que hasta el PP catalán admite que no beneficia a la comunidad... Pues, claro, la responsabilidad del conflicto está en el Gobierno del Estado o en el Tribunal Constitucional, al que recurrió el PP. Lo que no podemos es evitar que el conflicto entre en la agenda política.

-No falta quien interpreta la agitación de las banderas nacionalistas por parte de las burguesías locales como un intento de tapar otros problemas.

-La gran Banca o el mismo Juan Rosell (presidente de la CEOE) no están expresando su apoyo a un proceso por el derecho a decidir. El problema que tiene CiU es que se adaptó a esa marea a favor de la independencia, a partir de la Diada del año pasado, que se ha visto desbordada. De hecho, ha sido Esquerra Republicana la que ha ido capitalizando esa demanda social. En Cataluña hay una clara crisis de hegemonía de CiU, agravada por los recortes que practica y por la corrupción que le afecta. La burguesía catalana está más bien expectante y a ver cómo recompone las relaciones con el Gobierno del PP. Hay que reconocer, creo, que hay un movimiento popular, interclasista. Y, también, que hay gente que se siente catalana y española.

-Su libro está escrito desde una visión de izquierda. ¿Cuál es, a su juicio, la salida al conflicto que plantean los nacionalistas?

-Hablo, desde una izquierda alternativa, de cómo se podría articular la defensa del derecho a decidir del pueblo catalán junto con una respuesta a la crisis financiera, que está afectando particularmente a los países del sur de Europa. Se podría buscar un proyecto confederal de los pueblos del sur de Europa que partiera del derecho a decidir sobre qué relación mantener. Una salida distinta de la que se promueve desde la «troika»: rechazo a los recortes, a una UE que se llama «austeritaria» o a una deuda contraída por un rescate los bancos responsables de la crisis. Pongo el énfasis en la ceguera que hubo en la izquierda española en reconocer la pluralidad nacional del Estado, sobre todo el PSOE, que ha ido asumiendo un nacionalismo español en conflicto con otros nacionalismos. Ha habido falta de una cultura plurinacional federalista por parte de la izquierda.

-¿Pero esa visión comprensiva con los nacionalismos periféricos no entra en contradicción con el marxismo, al que usted se vincula, y con la vieja idea del internacionalismo de clase?

-Al contrario. Me considero internacionalista, que consiste en defender el derecho a ser iguales por parte de los pueblos que se encuentran en un mismo Estado. El derecho a la autodeterminación es un deber los internacionalistas

-¿El giro del PSOE hacia el federalismo llega tarde?

-Llega tardísimo. Rubalcaba piensa más en Alemania que en Canadá o en la realidad del Reino Unido. Lo lamentable es que no votaron ni siquiera a favor de la moción presentada en el Congreso que pedía el diálogo para una consulta en Cataluña; hacen lo contrario: amenazar con la ruptura al PSC, sin ver la presión que soporta este partido.