Luján PALACIOS

Cuando cumplió 100 años, Luis Álvarez Meana recibió un caluroso homenaje en las instalaciones de la Escuela de Hostelería, donde fue agasajado con tarta y regalos.

Sus amigos del Centro Asturiano, entidad a la que perteneció durante buena parte de su vida, quisieron reconocer entonces la bonhomía de Luis, que en sus últimas voluntades tuvo en cuenta a las entidades que trabajan en favor de los más desprotegidos.

Nacido en El Natahoyo en 1911, trabajó como metalúrgico en Astilleros del Cantábrico. Viudo desde hacía una década, trabajó durante años en Francia, adonde llegó huyendo de la Guerra Civil. Tal y como relata su amigo Luis Fresno San Román, mantuvo sus ideas lúcidas hasta el final de sus días, y se las apañó para que Fresno fuera su albacea testamentario.

Tras muchas conversaciones, decidió que sus bienes se repartieran entre su único sobrino que reside en Málaga y tres entidades solidarias.

Un gesto que, como relata su amigo y confidente, «contrasta enormemente con el espectáculo que nos están dando nuestros políticos con su ineptitud, corrupción y latrocinio constantes».

Un ejemplo de que todo el mundo, hasta el último momento, puede colaborar a mejorar la vida de los demás. Sus propiedades ya han pasado a manos de los herederos, «encantados» con tener recursos para continuar con su tarea.