Gijón vive a su manera y con fe renovada la Pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo. Después de años de olvido, desde 1995 la parroquia de San Pedro apóstol ha apostado por ofrecer unas procesiones centradas en el marco incomparable de la bahía de San Lorenzo. Sus pasos humildes despiertan la fe de los fieles y curiosos que año tras año acuden a la ermita de la Soledad y aledaños para contemplar al Santo Cristo de la Misericordia, que se ofrece como víctima expiatoria dispuesto a ser crucificado, después de soportar un juicio político-religioso manipulado por judíos y romanos. El Santo Entierro no supone el fracaso, sino la comprobación de la última palabra de Jesús en la cruz: Todo está consumado. El paso de las Lágrimas de San Pedro, con sus redes y sus llaves del Reino, tienen una actualidad palpitante después de la elección del papa Francisco, sucesor del pescador de Galilea y venido del otro lado del mar. Pero son dos los pasos que impresionan, emocionan y arrancan ¡ayes! y suspiros: el encuentro entre la Madre y el Hijo camino del Calvario, mientras el Hijo arrastra su pesada cruz que lo derriba en tierra por tres veces. La Madre Dolorosa en su Soledad es acompañada por los voces de hombres y mujeres que entonan la Salve Marinera con ternura y devoción concentrada. Gijón necesita también subir la cuesta del Cholo para acabar con su peculiar calvario marcado por la dura crisis que por ahora tiene su máxima expresión en el cierre de Suzuki. Sólo queda la esperanza del Domingo de Resurrección, en donde la Madre se encontrará con su Hijo Victorioso y Resucitado, camino, verdad y vida.