Psicoesteta

Actualmente es una institución en Asturias. En principio, por su trayectoria profesional, y luego por la inquietud intelectual que lo ha llevado a ocupar otros espacios ajenos al propio oficio, como puede ser el de la literatura; el próximo miércoles, día 10, presentará en el Ateneo Jovellanos su segundo libro, «Cómo triunfar en la era de la imagen. Claves psicoestéticas para el siglo XXI». Los muchos galardones recibidos a lo largo de su vida no han quitado a Ramiro Fernández ni un ápice de su carácter afable, sencillo y accesible.

-Por favor, defínase.

-Nací en San Miguel de Nembra (1943), un pueblecito de Aller. Hijo de minero y último de siete hermanos. El mayor murió en la mina y tres de mis hermanas son viudas de mineros. A mi padre se lo llevó la silicosis. Mis progenitores eran gente humilde, pero nos dejaron algo importante: el sentido del trabajo, de la lucha y de la generosidad. Y el valor de la unión de la familia.

-¿De pequeño qué quería ser?

-Tuve la idea de ser sacerdote. Iba para ello ya que durante cuatro años seguí estudios eclesiásticos, hasta que uno de mis hermanos, que tenía una peluquería en El Musel, convenció a mi padre para que yo lo ayudara en el trabajo. Ahí cambió todo: me convertí en el barberín de El Musel. El padre superior de los claretianos quedó desolado, pero yo no perdí la fe, sigo siendo creyente.

-¿Dónde vive?

-En Oviedo, en el mismo edificio donde tengo la peluquería. Estoy casado con el negocio; la mía es una profesión que absorbe, pero disfruto entregándome a ella.

-¿La alopecia es su enemigo público?

-No, pero constituye una gran preocupación. Los calvos siguen yendo a la peluquería porque siempre hay algo que retocar, pero claro que la alopecia afecta al negocio. Por eso deben buscarse otra clase de servicios, como el de manicura, pedicura, higiene facial, tratamientos capilares, solarium, prótesis capilares...

-¿Qué hace al cortar el pelo, canta al estilo de Fígaro, o habla de la crisis?

-Nada de eso; me concentro en la cabeza que tengo entre las manos. Cada una es especial, y estudio sus problemas, que pueden ser de caspa, grasa, caída, rojeces, picores, o de las primeras canas. Yo sugiero soluciones, pero no suelo imponerme.

-¿Qué es un psicoesteta?

-Una persona que trata de potenciar la imagen de cada individuo, para favorecerlo, actualizarlo y hacer que se sienta bien. Siempre hay temor al cambio, al ridículo, pero ahí entra en juego el psicoesteta para dar al cliente otros valores de atracción, modernidad o rejuvenecimiento, coordinando las tendencias de la moda.

-¿Nunca pensó en instalar un centro para señoras?

-No, soy el último romántico de la peluquería masculina en España, el resto se ha diversificado en ofertas unisex. Yo me dedico sólo al hombre, que por otra parte está de actualidad porque se ha aburrido de verse siempre igual y busca un cambio. Y como el cabello es vehículo de seducción, de comunicación... No olvidemos que reside en la parte más noble de la persona, la cabeza, ahí donde radica la síntesis de la personalidad.

-¿Es cierto que los calvos son más inteligentes?

-Rotundamente, no. Quizá más sensibles. La calvicie, en muchos casos es hereditaria, sin más razón.

-¿Qué siente ante un señor que le pide teñirse las canas?

-Inquietud, porque se va a meter en una disciplina de rigor, la de teñirse cada veinte días sin excusa. A veces, si el cliente presenta sólo un treinta por ciento de canas, intento disuadirlo, éstas pueden matizarse, por suerte hay productos muy discretos.

-¿Qué nota se atribuye en sentido del humor?

-Sobre diez, un ocho. En esta sociedad estaríamos perdidos sin humor.

-¿ Y en santa paciencia?

-Otro ocho o nueve. Me reconozco muy paciente. Vivir del público te otorga muchas virtudes, además de darte una licenciatura en Psicología.

-¿Por dónde se inclinan sus pasiones?

-Aparte de mi profesión, últimamente me inclino por la literatura. Todo lo que no pude estudiar de joven lo estoy haciendo ahora. Me encanta escribir, aunque reconozco mis limitaciones. Y el fútbol es mi gran pasión.

-¿Con el sentimiento dividido entre rojiblanco y azul?

-Cierto, soy el socio 2.115 del Sporting, y el cuatro mil y pico del Oviedo, y siento fervor por la Selección Española.

-Ahí le quería ver. ¿Cómo logró ser el peluquero de la selección?

-En 1998 Javier Clemente había concentrado a la selección española en Oviedo, en el hotel de la Reconquista y Luis Enrique acababa de fichar por Real Madrid. Vino a cortar el pelo y trajo con él a sus compañeros de club. Lo supo Abelardo, «¡Anda, Ramiro!», y al día siguiente acudió con todos los del Barça. Quedaron contentos y empezaron a llamarme cada vez que se concentraban.

-¿Así que ha vivido...?

-Cuatro mundiales: Francia, Corea, Alemania y Sudáfrica. Y otros cuatro campeonatos de Europa. Conocí a cuatro capitanes: Antonio Zubizarreta, Fernando Hierro, Raúl y Casillas. Y a seis seleccionadores: Vicente Miera, Javier Clemente, Iñaqui Sáez, Camacho, Luis Aragonés y Vicente del Bosque.

-¿En total, qué ha quedado de aquel barberín de El Musel?

-Mucho agradecimiento. Allí empecé a luchar para darle dignidad a la profesión y creo que lo he conseguido; sé que a estas alturas de mi vida se me valora y respeta. De los 138 aprendices que han pasado por mi experiencia, 128 lograron triunfar en sus negocios y los otros diez están conmigo. Me siento orgulloso de haber ayudado al sostén de tantas familias.

-¿Qué le hizo cambiar Gijón por Oviedo?

-La mili, que me correspondió cumplirla en el Gobierno Militar de Oviedo, a las órdenes de Antón Sáenz de Santa María. Al licenciarme me establecí en la plaza de Juan XXIII. Pero no renuncio a mi pasado gijonés, tengo un piso frente a la bahía de San Lorenzo.

-¿Qué resume en el libro que presentará en el Ateneo Jovellanos?

-Está dedicado a los adolescente, jóvenes, emprendedores y mayores. En él hablo del cuidado de la imagen personal. Del cabello y sus enfermedades, de las canas, del sombrero que vuelve, de la barba, las cejas, de cómo llevar las joyas...

-¿Dentro de su trabajo, qué es lo que más le gusta hacer?

-Mimar el cabello largo, no la melena, sino el que llevan, por ejemplo, David Silva o Fernando Torres. ¿Qué puedo hacer con Andrés Iniesta? Nada, así que me quedo con Carles Puyol, el lancero mayor del reino defensivo del Barça y de nuestra selección. Sin pelo, Puyol minimizaría la imagen de triunfador que tiene.