LUIS CUETO-FELGUEROSO FELGUEROSO

Economista, premio «Padre Patac» 2011

Toda la vida gozando de su amistad y de pronto descubrí su faceta de magnífico intelectual a través de un libro del Foro Jovellanos donde se publicaba uno de sus trabajos, «Jovellanos, Ilustración, Liberalismo y Romanticismo». Muy bien escrito y documentado, por cierto. A partir de ahí su figura de científico ha logrado sorprenderme. El libro «Asturias y el comercio con el norte de Europa (1650-1700)», merecedor del premio «Padre Patac», supone un delicioso e interesante estudio del pasado gijonés, corresponde a la época que iba a marcar el carácter de la ciudad. Ocurre que la erudición de Luis Cueto-Felgueroso queda oculta bajo su agudo sentido del humor.

-Por favor, defínase.

-Soy gijonés (1955), el mayor de cinco hermanos. Hice el Bachiller en el Colegio de los Jesuitas y la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad de Santiago; en Oviedo aún no existía esa Facultad. He trabajado en Oviedo, La Felguera, en Gijón como autónomo... Mi trayectoria es caótica en varios aspectos; soy un fiel seguidor de la teoría general del caos y a estas alturas de mi vida ya no tiene remedio, pero lo llevo con naturalidad. Tengo dos hijos y estoy soltero; me casé dos veces y me han repudiado otras dos.

-¿Siempre le atrajeron las matemáticas?

-Me gusta la lógica de los números, aunque de adolescente me incliné por Bellas Artes. No sé qué pasó, pero el último día para elegir, en cuarto curso, lo hice por Ciencias. Y aquí estoy, presentando un libro.

-¿Qué le llevó a centrar su trabajo en el siglo XVII?

-Decidí hacer un doctorado en Historia. Me gusta la Economía, pero hoy es bastante vulgar, se reduce a estudiar los fondos de inversión. Me interesan más las personas. Recoger nombres y apellidos de la gente de aquel tiempo es como hacer que vuelvan a la vida. Primero me tentó la época clásica, pero para investigarla te exigen saber latín o griego. De modo que me fui al período moderno, es muy interesante la transición entre Edad Media y Contemporánea. Ya se había iniciado la Ilustración, la sociedad comenzaba a sustituir a Dios por el dinero como referencia vital. Y ahí seguimos y así nos va.

-¿Dónde empezó su investigación?

-En las fuentes directas, en el Archivo Histórico de Asturias. Encontré todos los protocolos notariales; hay un fondo de más de 25.000 documentos sin explorar de esa época, donde vienen reflejadas las transacciones comerciales. Me centré en la navegación porque el tránsito comercial con la Meseta era muy limitado, pero el comercio de cabotaje ya era muy potente en todo el norte de España.

-Me ha sorprendido la cantidad de barcos que se iban a Europa...

-Más que ahora. Gijón vivía de cara al mar con mayor intensidad que hoy; el mar era el modus vivendi de una parte importante de la sociedad.

-¿Cuál era el origen del tráfico marítimo?

-Por Bilbao salía toda la lana de Castilla con destino a Inglaterra y los Países Bajos, y los barcos regresaban cargados de toda clase de manufacturas para el consumo interior y el mercado americano. Pero como la lana es un producto estacional, durante varios meses del año desviaban los barcos a Asturias para cargar productos de la tierra. Al principio los pequeños comerciantes se limitaban a gestionar el aprovisionamiento, pero pronto aprendieron el oficio convirtiéndose en armadores, que nombraron representantes en los puertos más importantes de Europa.

-Es curioso que las cargas fueran de cítricos, avellanas, nueces, castañas...

-Sí, por toneladas. Aún están llenas las aldeas de naranjas y limones. En 1648 al autorizarse la Saca se pudo exportar; antes estuvo prohibido debido a la hambruna. El desarrollo de los puertos europeos hizo que el Atlántico sustituyera al Mediterráneo como centro del comercio continental, y Bilbao se convirtió en el eje del Norte. Es la época en que se configura el carácter de Gijón como ciudad portuaria, plebeya, independiente, igualitaria, cosmopolita y melancólica. Hoy sigue siendo todo eso.

-Leyendo su libro encontré a un Juan Alvargonzález en 1676...

-Sí, era el administrador de la renta sobre el cuartillo de aguardiente. Entonces no existía Hacienda y los impuestos se subastaban. También hay un Zarracina que expedía toneles de sidra a Luarca. Los patrones de cabotaje eran como los vendedores ambulantes, iban por las dársenas de los puertos del Cantábrico suministrando a los mercados locales todo tipo de manufacturas.

-¿Es usted disciplinado a la hora de escribir?

-Soy constante. En la actualidad elaboro un libro sobre la importación de la sal, un producto que aquí era fundamental para la conservación del pescado y de las carnes. Y otro libro de relatos que va a ser objeto del tercer repudio.

-¿Qué ha pasado con su tesis doctoral y su premio «Padre Patac»?

-La tesis voy a procurar defenderla este año, después del verano. En cuanto al premio me presenté y me lo dieron, contra todo pronóstico.

-¿Qué sueño le queda por cumplir?

-Dar la vuelta al mundo en un barco de vela con mis amigos, Rori, Nano, Edu y Fernando. Y por supuesto no volver.

-¿Qué ha cambiado la crisis en su vida?

-Como nunca tuve dinero no me ha afectado lo más mínimo. Yo llevo en crisis desde que se separaron los «Beatles». Dentro de diez años nadie se acordará de esto; la actual es una crisis de refalfiados. Que pregunten en otros continentes qué es una crisis; en Angola, por ejemplo, o en Nigeria.

-¿Quién ha sido su maestro?

-Me gustaría escribir como Borges.

-¿Tiene un político de referencia?

-Sí, pero prefiero no decirlo.

-¿Y ha sufrido alguna frustración deportiva?

-No, el deporte va en contra de mis principios.

-¿Por dónde se inclinan sus pasiones?

-Por donde siempre.

-No anda usted mal, de sentido del humor...

-No, es lo único que nos distingue del resto de los animales.

-¿Qué ha heredado de sus padres, Luis Cueto-Felgueroso, alcalde Gijón, y Paloma Felgueroso?

-Todo lo bueno que tengo; por eso les he dedicado el libro. Lo malo es cosecha propia. Cito una frase de Horacio: «Hubo muchos héroes antes de Agamenón, no tuvieron poeta y están muertos».

-¿Hay un momento de su vida en el que hubiera echado el ancla?

-Sí, pero también me lo callo. Mi psiquiatra me ha prohibido hablar de mujeres.