Escritor

Bajo el título «La crisis del ladrillo literario y la burbuja narrativa» dio ayer una conferencia, en la Biblioteca Pública Jovellanos, el escritor y articulista Rafael Reig Carriedo (Cangas de Onís, 1963), invitado por el Ateneo Republicano de Asturias. Rafael Reig fue galardonado en 2010 con el Premio Tusquets de novela por «Todo está perdonado».

-¿En el título de la conferencia mezcla usted literatura, corrupción urbanística, política...?

-El modelo de una burbuja basada en la especulación y en la sobrevaloración de los activos ha sido el mismo seguido en la literatura. En vez de crear un valor real literario, lo que se hizo fue especular con promociones y cosas muy mediáticas y sobrevalorar activos que no tenían tanto valor. Es decir, el mundo de la cultura tiene que recuperar su valor real y la inversión productiva, no la cultura como espectáculo, como adorno, como algo fácil. Aquí se promociona demasiado frente a la inversión en el trabajo, en el esfuerzo y en la infraestructura de base.

-Lo que estamos pagando desde hace años...

-Tantos como llevamos con la burbuja del ladrillo, y la burbuja del ladrillo bestseller algún día tendrá que estallar también.

-¿Cuándo se rompe el sentido del sacrificio, del esfuerzo y del trabajo?

-En la Transición. La Transición cultural está poco estudiada, pero también fue un acto fallido, una complicidad. El papel del Rey como nexo de unión entre la dictadura y lo que venía lo representó en la literatura Cela, lo que sería un escritor muy franquista que pilotó el cambio de la Transición cultural en lo literario. Y luego Benet o Martín Santos serían los que realmente definirían la nueva narrativa de la democracia. ¿Pero qué pasó con la nueva narrativa? Que cuando murió Franco iban a salir escritores de debajo de las piedras, todo el mundo tenía una obra maestra para publicar, pero no pasó nada. Hubo una nueva narrativa, los doscientos autores de Carmen Romero, y la nueva narrativa se presentó al Planeta y lo ganó, lo ganaron todos, desde Álvaro Pombo a Benet, es decir, la nueva narrativa la compró la industria y ahí fue donde empezó el modelo de crecimiento basado en la especulación.

-¿Pura farsa?

-En efecto, especulación con los nombres, con la fama, con el mercado... Todo sin un valor real.

-¿También el cine?

-Parece ser que el único mérito del cine español es que les guste a los progres norteamericanos. Una película de Almodóvar creo que muy pocos españoles la soportan ya. El cine español no existe, y creo que el único cine español respetable ha sido el de Buñuel, el de Barden y el de Berlanga, y también el de Alfredo Landa. No hay creatividad, no hay trabajo...

-¿Qué culpa tuvo la izquierda en ese papanatismo?

-Depende de lo que llame usted izquierda...

-Por ejemplo el PSOE...

-Es que no llamo izquierda al PSOE. Pero, vamos, tuvo la misma responsabilidad que la derecha. El PSOE ocupó el lugar de la izquierda desalojando a la verdadera izquierda. El problema en la Transición fue que cuando cae la dictadura el protagonismo del cambio lo debe tener la oposición al franquismo, pero, claro, era el Partido Comunista, el PSOE ni estaba ni se le esperaba ni aparecía por ningún lado. Pero el PSOE colaboró en apartar al Partido Comunista, en apartar a la izquierda y convertirse en un sucedáneo de izquierda que colaboraba con la derecha. Es decir, colaboró en montar una democracia limitada, vigilada y con un terreno muy acotado, que es lo que estamos viviendo.

-¿Estamos al final de ese sistema?

-Ojalá, pero no lo creo.

-¿Por qué?

-La capacidad de resistencia del poder es muy grande. Vamos en el camino de crear una consciencia de insurrección mayor, que ya existe, pero de una forma, en mi opinión, muy desarticulada, poco organizada, y por lo tanto ineficaz. La insurrección hoy en día es testimonial, básicamente para la satisfacción moral. No está organizada con un objetivo estratégico y unos medios tácticos para conseguir unos objetivos.

-¿El erial intelectual que describe nada tiene que ver con los prolegómenos de la Segunda República?

-Y había entonces un proyecto de escolarización que pasó de la alpargata a escuelas en los pueblos. En tiempos de la República hubo un renacimiento, pero no capitaneado por los tres tenores, sino de trabajo como debe ser, creando un suelo, no simplemente a través de destellos, que es lo que se hace ahora. Mire, a este paso vamos a volver a ser un país de camareros, de chicas guapas y en el que pasen las vacaciones los europeos. Pero, eso sí, España, qué carácter, qué pasión; Goya, El Greco... Lo de siempre, cuatro genios, pero cuatro genios no valen para nada, lo que vale es una población culta.

-¿Estamos hablando del fracaso del sistema educativo de la democracia?

-Claro, del fracaso de una política que realmente no atacaba la raíz de los problemas; estamos hablando del fracaso de la socialdemocracia, ya que no hay que olvidar que de los años que llevamos de democracia quien más tiempo estuvo en el poder fue el PSOE. Y lo mismo que no se puede consentir al Partido Popular que hable de la herencia recibida, el PSOE tampoco puede hacerlo. La modernización de España fracasó estrepitosamente y se está viendo ahora.

-¿Desde la atalaya de una columna de opinión, cómo ve el futuro?

-Antes de la crisis le escuché decir a un profesor de la London School of Economics que España no estaba en el sitio en el que debía estar, que España debía cultivar fresas para Europa, que era un país agrícola, que no era ni una potencia industrial ni cultural... Que es un país de camareros y agricultores, y tiene muy buen tiempo. Creo que dentro de la lógica capitalista ese profesor tiene algo de lógica. España está en un shock, como saliendo de la adolescencia. Cuando uno es adolescente piensa que va a ser Faulkner, que nos vamos a casar con una tía maravillosa y que nuestros hijos van a ser muy listos, pero lo que hay, tras mirarnos al espejo, es que soy vendedor de seguros, mi mujer está engordando y mi hijo repite curso. Es muy duro, pero es mejor tener sentido de la realidad que no tenerlo, y a partir de ahí se puede construir algo.

-¿Los españoles tenemos sentido de la realidad tras cinco años de crisis formidable?

-Poco, siempre tuvimos muy poco sentido de la realidad. La mayor crisis fue la del imperio, la bancarrota, pero fue cuando más contentos estaban todos con el ideal imperial. Jugamos siempre una partida de ajedrez pensando que el contrario no mueve, pero mueve y te come la reina en tres movimientos.

-Hablando de reyes, ¿qué hay de la Tercera República?

-El primer partidario de la República es, evidentemente, el Rey, por lo menos es el que más está contribuyendo a ello. Creo que la República es inevitable. Hay gente que dice que el Rey no es tonto, que no es deshonesto, que no es una mala persona. Es posible que tengan razón, pero es que aunque fuera tonto, deshonesto y mala persona también sería Rey, no tiene sentido. En la República probablemente tengamos presidentes tontos, deshonestos, malvados y prevaricadores, pero nos podemos divorciar a los cuatro a los ocho años, cuando toque votar.