«Nos gustaría ver a nuestros hijos como a los de Cuca». Un matrimonio de aficionados del Sporting agradecía con estas palabras la firma que Manuel Vega-Arango acababa de estampar en la camiseta rojiblanca de un seguidor sportinguista de 12 años en el hotel Santa Catalina, en la capital grancanaria, antes del partido entre la UD Las Palmas y el Sporting. Y es que la condición radical de Cuca Alonso es ser madre. Nueve hijos han sido su primera y más grande obra, que ya le han dado once nietos. Madre y maestra se puede decir de esta escritora de El Natahoyo, como de la Iglesia, de la que es hija fiel, ejemplar antigua alumna de La Asunción y cofrade de honor de la Hermandad de la Santa Vera Cruz de Gijón, en síntesis, católica, apostólica y romana.

María Olvido Alonso García, «Cuca» «para todo Gijón y parte del extranjero, escribe sobre cuanto ocurre en la villa», dice Ladis en su «Gijón del alma». Por esa prolífica escritura y por su vida hay infinidad de motivos para dedicarle estas líneas, pero se deben hoy a la publicación de su última novela, «El hombre de Verín». Y aprovechando que El Piles pasa por Gijón, es el mejor pretexto para hablar de una «todoterreno mediática», con calidad humana, elegante y con buen estilo.

La entonces esposa del prohombre gijonés Manuel Vega-Arango irrumpió en 1977 en la prensa local con artículos y entrevistas, después de ser fundadora del boletín de la parroquia de San Julián de Somió. Pero fue en 1995 cuando se incorporó a LA NUEVA ESPAÑA de Gijón por feliz sugerencia de Juan Ramón Pérez Las Clotas, el momento que marcará un antes y un después en su vida literaria y periodística. Según brillante definición de Ignacio Alvargonzález, Cuca Alonso se convirtió «en un referente inexcusable» para seguir la actualidad de Gijón y en entrevistadora «con una sensibilidad especial y cuidada, pero, sobre todo, con el gusto que la caracteriza, para retratar los detalles más reveladores de la identidad de sus entrevistados».

Así, un grupo de periodistas, jóvenes y no tan jóvenes, de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón tenía también la oportunidad de conocer de cerca a una de las figuras de aquel indiscreto Gijón que retrató Poblet. Pocos recuerdan ya que cuando Joaquín Alonso trataba de impedir que su hija concertara una cita con su novio Manuel Vega-Arango quien llamaba a casa para burlar el férreo control paterno era Carlos Roces Felgueroso.

Hija del industrial Joaquín Alonso Díaz y de Olvido García Nava, siempre fue la preferida de su padre, por ser la primera de catorce hijos, y, aunque con hermanas brillantes y guapas, ella sigue destacando por su empeño. Ha conseguido sobreponerse a los vaivenes de la vida con perseverancia, trabajo y esfuerzo. Como Wagner, transformó sus limitaciones en virtudes. Y donde algunos creyeron ver una puesta de sol surgió un nuevo amanecer.

Cuca Alonso, que el pasado 5 de mayo, «día de la madre», compartió mesa con algunos de sus hijos y con Vega-Arango, une vocación y buenas maneras. Excelente cocinera, señora dentro y fuera de casa, madre y abuela feliz, inteligente y atractiva, es más buena persona que distinguida.

Fueron nueve sus hijos, ya son tres sus libros («La matrona», «Las claves de una maldición» y «El hombre de Verín») e incontables sus escritos: pregones, crónicas, comentarios, necrológicas... A punto de cumplir veinte años en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, ha comparecido como cronista, articulista, entrevistadora, informadora y como noticia. Hoy también es noticia, pero de las agradables y no de aquellas que administró con resignación cristiana y que prefiere olvidar.

Sobresaliente, Cuca. Tu capacidad y tu sentido de la oportunidad te han perfeccionado en el oficio que adoras. Tu tímida simpatía, tu naturalidad y tu sencillez confunden a muchos. Ni un gesto de suficiencia ni una palabra despectiva hemos conocido en largas jornadas de periodismo sin hora. Jamás se te subió a la cabeza ser guapa y lista, por eso los gijoneses, en cuanto te conocen de verdad, te adoran y te tienen cariño.

Como sabes bien desde que escuchaste a Ignacio Alvargonzález, en tu querida iglesia de San Pedro, al presentarte como pregonera de la Semana Santa de 2006 que te coronaba con siete palabras: «Cuca Alonso es una gijonesa con mayúsculas».

Pero no ha sido fácil. Escribir es llorar, avisó Larra, y no te faltaron lágrimas. Algunos lo intentaron, pero nunca te gustaron los escándalos. Trataron de intimidarte en el Club de Regatas, cuando te lanzaste, sola, sin más pareja que la libreta y la pluma, a retratar la interesante vida de un Gijón que permanecía eclipsado tras el barniz de los complejos futboleros y taurinos, hermanados con el oportunismo político del momento.

Como bien aconsejó Camilo José Cela al Príncipe Felipe, «Alteza, quien resiste gana». Cuca, resiste. Ahí está con la misma ilusión que el primer día que Clotas fue a buscarla a Pochola, aquella boutique de la calle Munuza, donde también se distinguía como empresaria de la moda. Ha superado el más duro listón del periodismo, lleva 35 años a lomos de ese tigre peligroso que llamamos actualidad y basa su éxito en la seriedad y en el trabajo bien hecho.

El tiempo coloca a todos en su sitio y a esta escritora gijonesa, tenaz, buena gente, la ha puesto en los más destacados palcos del periodismo asturiano. Ha triunfado con la escritura y con la maternidad, en la forma y en el fondo, con calidad humana y con sensibilidad. Y si Ladis recomienda amar «con toda el alma a Gijón, es decir, a los gijoneses y las gijonesas», con toda el alma, Cuca se merece lo mejor de Gijón.