Ya lo habían advertido y sus reservas parecen hacerse realidad. Los vecinos de las zonas rurales temen desde hace tiempo que el «botellón» se traslade a los pueblos desde las zonas de ocio nocturno de la ciudad, una vez que ya ha entrado en vigor la ordenanza municipal de protección de la convivencia ciudadana. Y a las pruebas se remiten: los pórticos de la iglesia parroquial de San Julián, en Somió, amanecieron ayer llenos de restos de una noche de fiesta, justo el mismo día en que la parroquia celebraba el Corpus.

La presidenta de la Federación de Vecinos Rural «Les Caseríes», Soledad Lafuente, se mostraba ayer por ello alarmada, ante la posibilidad de que los jóvenes «salgan del centro de Gijón para eludir las multas y acaben haciendo la fiesta en la zona rural». Por eso, y «en caliente», le envió en la misma mañana de ayer un correo electrónico al concejal de Seguridad Ciudadana, Rafael Felgueroso, en el que lo advertía de los restos de la fiesta hallados en pleno Somió. Y no es la primera vez, porque la parroquia se ha quejado ya en varias ocasiones por la aparición de vasos y cristales en la zona.

Botellas y papeles que ayer «hubo que limpiar a primera hora para poder celebrar la fiesta en la iglesia», tras una noche de lluvia que invitó a los asistentes al «botellón» a ponerse a techo bajo los soportales de la iglesia de San Julián. «No queremos que ahora el problema se traslade a otra zona; si hay una ordenanza, que se patrulle para que se cumpla en todo el concejo, porque las zonas rurales también son Gijón», señala Soledad Lafuente, quien afirma que los vecinos permanecerán vigilantes para evitar que se produzcan fiestas fuera del control municipal.

La ordenanza cívica, que entró en vigor la pasada semana, prohíbe el consumo de bebidas en los espacios públicos cuando se haga de forma masiva, invite a la aglomeración y deteriore la tranquilidad del entorno. La prohibición establece también que el consumo debe realizarse a una distancia mínima de 50 metros de viviendas habitadas, uno de los principales puntos de fricción de los vecinos de la zona rural con la norma porque entienden que en los pueblos dicha distancia se queda corta.

Somió y otras zonas como la fuente de La Piquera en Jove o la de Isabel II en Cabueñes temen que el miedo a las multas acabe con la paz en las afueras. Y como advierten los responsables de la Federación de Vecinos Rural después de los indicios del pasado sábado, «no estamos dispuestos a tolerarlo».