Dios los cría y ellos se juntan. Eso fue hace cinco años, en el Conservatorio Superior de Música de Navarra. Cinco años desde que Miguel Gallego (saxo tenor), Carlos Pizarro (guitarra), Antonio Romero (contrabajo) y Manuel Molina (batería) pusieran en marcha «Entrelíneas Quartet»; un proyecto que nace con la vocación de explorar diferentes terrenos musicales en clave de jazz a través de composiciones propias. Un jazz entrelíneas en el que se leen ritmos y armonías de otros repertorios populares, como el bolero, el tango, el pop o el rock, que dan a su música un sonido particular, sutilmente alejado de los estándares del jazz, aun siendo éste un género ecléctico y omnívoro por definición.

Eligieron bien el repertorio para dar a conocer lo variado de su propuesta. Temas con estructuras claras, con exposición y desarrollo de los motivos principales y con una constante complementación de los instrumentos para buscar una sonoridad sugerente y apropiada en cada pieza. Quizás sea ésta una de las claves de la música de este cuarteto: la compensación tímbrica que da un color concreto a cada tema. Así quedó patente desde el arranque del concierto, con una base armónico-rítmica ambiental, estable y de sonoridad cálida, dinamizada por inteligentes cambios de acentuación con el juego de timbales; sobre esta estructura, saxo y guitarra se repartieron el protagonismo de los solos, arrancando los primeros aplausos de la tarde, hasta desvanecer la melodía de «Pollo escayolado». Los cambios de acentuación también sirvieron para engarzar de forma orgánica dos patrones rítmicos diferentes en el tema «Bolero/tango».

Los desarrollos no estuvieron sólo en la melodía, los cambios de tempo y las subdivisiones de compás fueron habituales para construir los temas y hacerlos más dinámicos. Así, los inicios calmados podían derivar de forma natural en tempos rápidos e intensos, tanto por el fraseo como por la volumetría de los instrumentos, en una sucesión que en ocasiones recordaba al crescendo orquestal de «A day in a life» de The Beatles.

Saxo y guitarra tuvieron espacio para el desarrollo melódico en los solos de piezas como «Erasmus & Sibelius» y «Bajamar», con fraseos de blues y guiños a melodías tan populares como el tema principal del «Concierto de Aranjuez». La batería recurrió con frecuencia a los golpes en el aro de caja y timbales para aportar riqueza tímbrica y desarrolló solos poco convencionales con juegos de chaston-caja y un bombo muy activo. Por su parte, el contrabajo no se limitó al sustento armónico y fue el protagonista de grooves interesantes para arrancar y hacer evolucionar los temas.

El concierto acabó con la sonoridad intensa de «Intuición», en la que un patrón vivo de batería contagió al público, que respondió no sólo moviendo la cabeza, sino casi balanceando los asientos. No fue menos sonora la ovación de los espectadores que llenaban el salón de actos del Antiguo Instituto. Sin duda, un final vibrante para esta temporada del ciclo «Jazz en el centro», que volverá a mediados de octubre con su programación habitual.