Como nadie puede escapar a su destino, Javier Fernández Rodríguez (48 años, Gijón) acabó siendo consejero del Sporting. Mucho más que eso. Su padre, José Fernández, es el máximo accionista de la sociedad anónima deportiva y desde siempre ha estado escrito que sería su único hijo varón (tiene una hermana mayor y otra más joven) quien heredaría la responsabilidad de gestionar el club, que se encuentra ahora en una encrucijada tras la marcha de Manuel Vega-Arango, presidente desde siempre. Todas las miradas del sportinguismo se giran hacia Javier Fernández y muchos lo señalan como el presidente en ciernes apelando a la más elemental de las lógicas. Como el fútbol suele escapar a la razón, Javier Fernández intenta mantenerse en un discreto segundo plano y trata de evitar por todos los medios la coronación propia. Para ello, dedica su escaso tiempo libre a la búsqueda del candidato ideal. Varias ideas bullen ya en su cabeza.

Cuesta imaginarse un gestor más alejado del perfil clásico de directivo de un club de fútbol. Javier Fernández es, ante todo, un hombre de ciencias. Creció en el Colegio de la Inmaculada de Gijón, donde también dio algunas tardes de gloria en sus equipos de fútbol. El pequeño Javier se desenvolvía con cierta prestancia como lateral polivalente, que podía cubrir ambas bandas. Compartió equipo con Eloy Olaya, hasta que en juveniles tuvo que elegir. Y escogió la Universidad de Cantabria, en Santander, de donde salió convertido en ingeniero de caminos, canales y puertos. Como no es un hombre que se conforme con poco, completó su formación con un MBA (máster en Administración de Empresas) en la Universidad de Georgetown, un centro educativo católico, de nuevo de la Compañía de Jesús, y ubicado en Washington D. C.

De regreso a España en el año 1997, accedió al mercado laboral trabajando en algunas conocidas empresas de ámbito estatal en las que profundizó en su conocimiento del sector y adquirió la experiencia que más tarde le permitiría montar su propia empresa de obra civil, industrial y obras subterráneas. Su actividad laboral ocupa gran parte de su tiempo y su empresa ya opera a nivel nacional y también en el extranjero.

A pesar de lo expuesto de su cargo en el Sporting, Javier Fernández es de natural reservado. Evita incluso la tentación de publicitar su empresa a la que intenta siempre desvincular del Sporting. Está casado y tiene dos hijos. La familia es el otro gran pilar de su vida. No es un hombre de mucho salir, aunque disfruta con la buena mesa y es fácil verlo cenando en compañía de su mujer y de amigos comunes. El poco tiempo de ocio personal de que dispone lo reparte entre la literatura de consumo rápido, con Ken Follett y Arturo Pérez-Reverte como autores de cabecera, y el cine, con especial predilección por la saga de «El Padrino». También saca tiempo para la música. Su preferida es el pop español de los ochenta. En las distancias cortas Javier Fernández es un hombre de gustos sencillos, inteligente, buen conversador, que no escatima sonrisas y muy interesado siempre en conocer los pensamientos de sus interlocutores.

La tranquilidad de su vida cotidiana, profesional y personal saltó por los aires el 18 de diciembre de 2012. El día en que entró en el consejo de administración del Sporting. Le costó decidirse. Recibió la propuesta dos años antes, y no quiso dar el paso hasta tener bien atados todos los puntos y después de haber realizado un profundo análisis de situación. Una vez dentro, lo hizo con todas las consecuencias y desde muy pronto dejó oír su voz, alta y clara, en los consejos de administración. Aunque ya ha recibido algunos desencantos, confía en poder aplicar al fútbol algunos criterios empresariales que mejoren la eficiencia de la SAD. Es un sportinguista confeso, que antes de sentarse en el palco de honor sufría cada domingo desde su butaca de El Molinón. En los seis meses que lleva en el club junto con Javier Martínez el Sporting ha dado algunos pasos sustanciales y ha emprendido un camino sin retorno hacia la modernidad. El equilibrio presupuestario y la mejora de la imagen del club acercándolo de nuevo a sus aficionados son las dos prioridades para este hombre, que en su círculo íntimo tiene fama de mirar mucho por cada peseta que se gasta. También es un apasionado del fútbol base. Ha convertido en un empeño personal proteger de los cantos de sirena a los jóvenes talentos de Mareo. Hasta el punto de que es frecuente que evite los viajes oficiales con el primer equipo y se trague largos desplazamientos por carretera para arropar al equipo juvenil o a cualquiera del club que tenga un partido importante. En la propia página web oficial del Sporting puede vérsele en las fotos oficiales de todos los equipos de base, desde el cadete A al benjamín B, incluido el equipo femenino.

Javier Fernández encarna el Sporting que viene y personifica el relevo generacional que está experimentando el club. En pleno proceso de transformación de su órgano de gobierno, Javier Fernández sabe que tiene que rodearse de hombres de su confianza, que le aporten el vigor de la juventud, que hayan demostrado su capacidad en el mundo profesional, que tengan una formación adecuada para el cargo y que hayan acreditado su sportinguismo. Hombres como él.