En un sarao, sí, pero al estilo cortesano de principios del siglo XVII, reuniones festivas de las clases pudientes que se divertían con veladas en las que no podían faltar entretenimientos populares como las comedias, los entremeses y, por supuesto, la música y las danzas. Este ambiente se recoge en «El sarao de la chacona», del compositor catalán Joan Arniés, una obra publicada en Roma en 1624 que ha sido rescatada por el grupo «Nuevo Sarao» y que el pasado martes entusiasmó al público del Festival de Música Antigua en un concierto cuyo principal atractivo fueron las voces, y que supuso la primera aproximación al repertorio vocal en esta edición.

Este recital es el último paso de un proceso de recuperación patrimonial en el que ha tenido un importante papel el Laboratorio de Musicología de la Universitat de Lleida. Un ejemplo de recuperación patrimonial que rescata no sólo la música de Arniés, sino también los textos de unos romances que recogen valores y costumbres de la sociedad europea de principios del XVII.

Una cuidada y versátil selección de instrumentos permitieron diversas combinaciones para acompañar a las voces o para repartirse el desarrollo de las melodías. Así, el colchón armónico corrió a cargo principalmente del arpa de Manuel Vilas y de la guitarra barroca de Rafael Bonavita, encargado además de la dirección musical, mientras el violonchelo de Oriol Aymat y el violín de Guadalupe del Moral gozaron de mayor libertad para ejecutar los principales motivos de cada tema en los interludios instrumentales. Un cuadro instrumental bien compenetrado que supo mantenerse en un segundo plano para apoyar las voces haciendo fluir el ritmo de cada pieza, y que tuvo espacio para demostrar su buen hacer, tanto de forma individual en los pasajes virtuosos de la sonata «La Luciminia contenta», de Marco Uccellini, como en conjunto, en el patrón del rasgueo de aire latinoamericano de «Lanchas para baylar», que finalizó con una efectiva aceleración de todo el grupo.

La puesta en escena fue imponente, especialmente en los números en los que las tres voces intervenían junto a los músicos. Una gestualidad adecuada por parte de los cantantes, así como el cuidado en la dicción y en los aspectos retóricos de los romances, contribuyó a la inteligibilidad de los textos. Mercedes Hernández (soprano), Marta Infante (alto) y José Pizarro (tenor) mostraron numerosos recursos para dar color a las partes vocales sin recurrir a grandes lucimientos. Los contrastes dinámicos, el control de los vibratos, especialmente en los finales de frase, y las partes declamadas funcionaron para dinamizar un recital con piezas a solo, a dúo y a trío en las que no faltaron varios pasajes «a capella». Destacó por su contundencia la pieza final, que da título al libro, que desató la ovación del público. Como propina, la instrumental «Catena d'amore», de Cesare Negri, y los versos añadidos por Luis de Briceño en 1626 a «El sarao de la chacona».