Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Barcelona

Autor de títulos como «Libertad, liberalismo, democracia», «Sociología de la utopía» y «Dictadura y Transición», Bernat Muniesa Brito (Barcelona, 1942) mantiene una visión crítica sobre las últimas cuatro décadas de política española. Catedrático emérito de Historia de la Universidad de Barcelona, pronuncia hoy una conferencia en la Biblioteca Pública Jovellanos (19.30 horas), invitado por la Sociedad Cultural Gijonesa y el Ateneo Republicano de Asturias.

-¿La Transición fue para usted una transacción?

-Exactamente. Fue una transacción, porque hubo una serie de pactos a partir de que el sector más inteligente del franquismo, encabezado por el conde (José María) de Areilza o Torcuato Fernández Miranda, se dio cuenta de que una vez muerto Franco una dictadura coronada no funcionaría. Y decidieron escoger lo que defino como un «Borbón y cuenta nueva». Quedaba pendiente la colaboración de los partidos antifranquistas, así que, básicamente, convocaron al PSOE felipista y al PCE carrillista. Tras la Revolución de los Claveles en Portugal, con los comunistas del general Vasco Gonçalves y la extrema izquierda del teniente coronel Saraiva de Carvalho, los norteamericanos y los alemanes, con Kissinger y Willy Brandt, se asustaron. Y decidieron que en España la Transición sería como fue.

-¿Y la izquierda española?

-El verdadero PSOE, del que Rodolfo Llopis era el secretario general, estaba en el exilio. En Suresnes se inventaron otro partido. Cogieron a un ex falangista llamado Felipe González y a un librero amigo suyo, Alfonso Guerra, y los hicieron dirigentes. Y el PCE, como el PSUC, estaba controlado por Carrillo. Fueron las dos muletas necesarias para esa transacción.

-... Pero ¿la oposición antifranquista tenía fuerza para imponer una ruptura?

-Sólo podemos hacer hipótesis, claro. Había un movimiento social fuerte. Desde luego, el felipismo y el carrillismo, no. No creo que hubiera suficiente fuerza, pero quedará para los estudiosos. Lo cierto es que aquella Transición, la transacción, se ha agotado.

-En su estudio «Dictadura y Transición» denomina a todo este período la «España lampedusiana», en referencia al autor de «El Gatopardo» y su conocida frase: que todo cambie para que todo siga igual.

-Las atrocidades del antiguo régimen quedaron todas legalizadas. Y no hablo de la guerra, sino de los miles de ejecutados durante el franquismo o de los 300.000 desaparecidos que buscaba Garzón. Era un juez que no me caía bien, pero es otro dato que explica esa transacción. Bueno, todo eso lo legalizó la Constitución.

-Hubo una ley de amnistía, para unos y para otros.

-Sí, una amnistía para todo. En Inglaterra, Cromwell le cortó el cuello al rey Carlos; en Francia, Robespierre hizo lo propio con el rey Luis; en Alemania, montaron los juicios de Nuremberg, además de que Hitler y Goebbels se suicidaron; en Italia, los partisanos colgaron a Mussolini; en España Franco murió en la cama. Está claro. Y de ahí que gente inteligente del franquismo, apoyada por felipistas y carrillistas, pactaran la Transición y surgiera el primer presidente, Adoldo Suárez, un desconocido a quien propuso Fernández Miranda. ¿Qué ocurre? Que este señor, el último ministro del movimiento, se les escapa de las manos y se hace demócrata. Yo le llamo el general de la Rovere, en referencia a la película de Rosellini sobre un impostor que termina creyéndose el personaje que usurpa. Acabó convencido de que era un gran demócrata, y de ahí el golpe de Estado de 1981. Yo insisto en que la Transición, aquella transacción, está agotada, y coincide con esta crisis.

-Usted viene del marxismo y ha derivado hacia posiciones libertarias. ¿Es así?

-En los años sesenta estaba en las Comisiones Obreras clandestinas y empecé a militar en el PSUC (comunistas catalanes). Estuve allí hasta que un día se presentó un delegado de Carrillo para que apoyáramos su propuesta de reconciliación nacional. Las cárceles estaban llenas, así que aquello sentó muy mal. Total, que disolvieron nuestra célula, y yo fui hacia la CNT clandestina. Me hice colaborador, también, de la editorial Ruedo Ibérico, hasta que me detuvieron en 1973 y pasé trece meses en la Modelo de Barcelona. Soy un independiente que colabora con la línea anarco-libertaria, sin militar.

-¿Por qué está agotado el sistema surgido de la Transición?

-Hay algo que falsifica la democracia, que es la ley d'Hondt, introducida aquí sólo para consolidar al PSOE y al PP, junto con partidos como CiU, que se ha convertido en una mafia. Hace tres meses di una conferencia en los locales de la UNESCO de Barcelona. Y allí dije con claridad que nos gobierna una oligarquía financiera. Las élites políticas están corrompidas. La verdad, no sé cómo acabará todo esto.

-Según usted, estamos ante un final de ciclo. ¿La proliferación de casos de corrupción contribuye a incrementar esa sensación?

-Sí, lo que no sé es lo que vendrá. Ahora, bien, el modelo está agotado. La esperanza es la gente joven. Hay mucha gente indignada. Piense usted que el salario medio español es de 630 euros al mes, el más bajo de Europa junto a Bulgaria y Rumanía. Se ha olvidado que había un señor llamado Keynes, aristócrata y socialdemócrata moderado, que aconsejaba pagar buenos salarios a la gente para que la demanda moviera la oferta. Y, ojo, en este país no dimite nadie.

-¿Lo dice por Rajoy y el «caso Bárcenas»?

-Sería algo insólito que dimitiera. El PP está dividido. Lo veremos en septiembre. Y CiU está también muy tocada. Los universitarios ya ponen carteles en los que llaman «padrino» a Pujol y «capo» a Mas. El que vota a CiU debe ir después al psiquiatra, porque le pasa algo.

-CiU encabeza junto a ERC un movimiento soberanista que tampoco parece ayudar a mucho a la estabilidad política...

-El soberanismo de Artur Mas es para tapar toda la porquería interna. Y ERC no es nada, con muchas corrientes internas.

-¿Ganaría el independentismo catalán un posible referéndum?

-Sería por muy pocos votos. Escucho muchas conversaciones cada vez más críticas. Todo ese movimiento ha empezado a acabarse, y Artur Mas lo sabe.

-¿Y la posición del PSC?

-No se puede dudar, como hacen ellos. Podrían defender un federalismo profundo. Una de las soluciones de este país es la federal. Y hacia ahí parece que está tratando de reconducir la posición el PSOE, pero es complejo, y más con la crisis económica.

-Nicolás Sartorius decía recientemente que la izquierda desaparecería en España si optaba por apoyar el independentismo catalán.

-Puede ser. Creo, no obstante, que el proceso soberanista no saldrá adelante. ¿Una Cataluña independiente en manos de corruptos y capitalistas? La corrupción está matando aquella Transición que yo llamo transacción.