No me refiero a los días de vino y rosas de la película del mismo nombre que sugería una vida de fastos y alegría y acababa como el rosario de la aurora. Yo me refiero a que en los días álgidos del verano, que son precisamente estos que estamos viviendo, todo el mundo quiere que le alegren la vida que nos olvidemos del despilfarro de las sucesivas administraciones asturianas que nos han llevado a este estado de cosas, o sea con una mano delante y otra detrás. A los terribles casos de pederastia que nunca terminan. A los diferentes casos de corrupción que nunca se solucionan. A las catástrofes ferroviarias, de autobuses, de aviones que inevitablemente se producen dejando el gran vacío en el corazón de los deudos. Bueno pues la verdad cuesta encontrar un tema que no duela pero lo voy a intentar.

Los que pasan el estío en Gijón están de enhorabuena, hace un calor, relativo comparándolo con el que hace en otros puntos de nuestra piel de toro, pero calor al fin y al cabo. La ciudad arde en fiestas, hay algo para cada gusto. Se ha inaugurado la Feria de Muestras, fuente de placer para casi todos los ciudadanos, se puede comprar casi de todo y degustar nuestra gastronomía a un precio razonable. Hay mercadillos, actuaciones en vivo y en directo. Terrazas, chiringuitos, gente guapa y no tan guapa que también tiene derecho a la vida y afortunadamente hay gustos para todo. Nos esperan grandes artistas, fuegos artificiales, el más bonito y animado de España, llegadas de familiares y amigos que viven lejos, ¿alguien da más?

Por primera vez he oído que los turistas en Asturias se gastan más dinero que los turistas en otras zonas. Esperemos que no sea porque aquí todo es más caro sino porque todo tiene tanta calidad que merece la pena. La verdad que nuestra comida es espectacular y que me lo digan a mí que no puedo parar de comerla, y así estoy hecha una vaca suiza, perdón, quiero decir asturiana. La proverbial hospitalidad y buena acogida de los asturianos es mundialmente conocida, no somos tan buenos entre nosotros pero con los de fuera nos despepitamos.

Dicen que los establecimientos hoteleros están completos, así que esperemos que no nos pase lo de siempre; que cuando se haga balance se diga que la ocupación no era tan grande, que no se han gastado tanto etc.

A mí me da la impresión que quieren chafarnos y acabar con nuestra alegría pero este año neguémonos a escucharlo y a creerlo.

Estamos felices, por fin nos han descubierto. Tenía que suceder tarde o temprano porque nuestros puntos fuertes son difíciles de igualar. ¿Se imaginan estar en algún lugar a 40 grados? Sin poder asomar la cabeza porque te ahogas, casas y casas amontonadas frente al mar que casi no te dejan verlo, nada verde, todo árido. Turismo vociferante de bota de vino y pañuelo en la cabeza.

Aquí estamos tan ricamente, los turistas extranjeros que nos visitan, nos aprecian, les gusta nuestra cultura, nuestro arte, respetan nuestra idiosincrasia.

Tengo en este momento seres queridos que están luchando por su vida, mi corazón está con ellos. Esa es la cruz de la vida que todos tenemos pero, por otro lado tengo un gran motivo de alegría, están en mi casa mis nietos Nick y Alex con su padre Tito. Es maravilloso verlos a los dos, pero escuchar la risa de Nick que no para de jugar y de hablar es hermoso. Comprobar que aquellos momentos terribles en los que estuvo muerto han terminado, que está todo el día abrazado a su padre, a su «daddy» al que no quiere soltar como si fuera a escapársele, que nos sonríe a todos que nos quiere a todos, que empieza a ser consciente de que también es español. Sé que se marchan enseguida a Ohio pero ahora sólo quiero disfrutar el momento.