«El Muséu del Pueblu d'Asturies no nació por generación espontánea». La frase es de Armando Nosti, ex concejal de Unidad Gijonesa, y sirvió ayer para subrayar el decisivo papel, no siempre reconocido, que tuvieron Luis Argüelles Sánchez y José Avelino Moro Fernández en la creación de las instalaciones dedicadas a exaltar la identidad asturiana y conservar su patrimonio cultural. Y la pronunció en el emotivo homenaje que se celebró, en el mismo recinto y al pie de uno de los muros del Museo de la Gaita, con motivo del descubrimiento de una placa en la que se resumen los méritos de estos dos pioneros en la labor de recuperación de algunas de las señas particulares de los asturianos, vivo aún el primero y fallecido el segundo en 1977.

Esa placa, colocada junto a la que recuerda a José Blanco Alonso, gaitero mayor de Gijón, supone de alguna manera el regreso de Argüelles y Moro al museo que ayudaron a crear y es también, según manifestaron familiares y amigos, un «desagravio» al trato y el olvido que recibieron a partir de los años ochenta. «Estuve treinta y cinco años sin volver al museo; daba la vuelta sin entrar», explicó Isabel Moro, hija de José Avelino y secretaria del Ateneo Jovellanos, quien, acompañada por su madre, Maribel Trabanco, parecía ayer reconciliada con una institución de la que atesora muchos recuerdos y de la que se distanció a raíz del trato que recibieron su padre y Luis Argüelles. En parecidos términos se manifestó el hijo de éste, de igual nombre que su progenitor: «La Administración le llegó a remitir una carta diciéndole que no volviera a pisar el museo; vivió un sentimiento de maltrato». Acabó por decisión administrativa de bibliotecario en El Coto. «Si estuviera bien de salud estaría hoy aquí», añadió su hijo.

El Muséu del Pueblu d'Asturies se creó en 1968 gracias a la labor entusiasta de un grupo de personas integrado, entre otros, por Argüelles, Moro, Luis Alonso o Luciano Castañón. «Conocí mucho a los dos primeros», relató, por su parte, Joaquín Fuertes. Éste, que se sumó a una petición del pintor Roberto Díaz de Orosia para que el Ayuntamiento dedique sendas calles a los dos asturianistas homenajeados ayer, rememoró cómo algunas voces discordantes acusaban a los dos pioneros de «querer llevar mierda al lado de la Feria (Internacional de Muestras) y de que su labor era anacrónica». «Lucharon contra viento y marea y sacaron adelante todo esto; esta placa es una manera de pedirles excusas y de recompensarles el enorme agravio que recibieron», agregó.

Gonzalo Mieres, que fue el encargado de presentar a quienes tomaron la palabra, calificó el homenaje como un acto de «justo recuerdo» por la significación de Argüelles y Moro en la «defensa de Asturias». Y agradeció a la Fundación Municipal de Cultura la «receptividad» con la que acogió la propuesta de instalar una placa en el museo. «Lo que hemos hecho no tiene mérito; es un acto de justicia», dijo el presidente de la citada fundación, Xosé Nel Riesgo. El concejal de Cultura, Carlos Rubiera, agradeció la «iniciativa de los ciudadanos» y subrayó que un pueblo sin memoria tendrá escaso futuro.

«¿Por qué somos incapaces de reconocer los méritos de quien tuvo la claridad para ver eso?», se preguntó el responsable municipal. Rubiera contó que no tuvo la suerte de conocer a Moro, pero sí a Luis Argüelles, que recibió un homenaje en el Centro Gerontológico Jovellanos en enero del año pasado. «Tuve que sufrir a los malvados pero ya no lo recuerdo bien», manifestó entonces el autor de «Indumentaria popular en Asturias», libro imprescindible en cualquier bibliografía de cultura asturiana. La coral «Costa Verde» cantó «Axuntábense» y «Gijón del alma».