Ayer, a la hora del vermú, el trasiego era mucho mayor del habitual en el único bar de El Muselín. Se habían enterado el viernes, pero "siempre presta" ver la noticia en el periódico, "así, a toda página". La anulación por parte de un tribunal de Madrid del permiso que habilitaba la actividad de la regasificadora de El Musel, terminada hace un año pero sin actividad por culpa de la crisis, absorbía las conversaciones de un barrio feliz y satisfecho, pero comedidamente eufórico. La sensación entre los vecinos era de victoria, inevitable ocultar el alivio, pero a la vez de prudencia y moderación. "Ganamos una batalla, es otro pasito más, pero la guerra sigue", resumía Bruno Rodríguez, que lleva más de diez años residiendo en El Muselín. Su resumen era, más o menos, el sentir general de una comunidad vecinal que, al menos desde ayer, ve su futuro con un poco más de optimismo.

El fallo, están convencidos, les ha dado la razón. El Tribunal Superior de Madrid, ciudad donde fue expedida, en 2008, la autorización para la construcción de la regasificadora, considera que la planta, cuya obra costó 370 millones de euros, debía haberse levantado a dos kilómetros de la población más cercana. Aunque esa norma fue posteriormente derogada, la sentencia tiene en cuenta el inicio del proceso administrativo, el 11 de mayo de 2006, cuando todavía estaba vigente. Y El Muselín, desde donde se pueden observar perfectamente los enormes depósitos que dan forma a la instalación gasística, parece estar claramente a una distancia sensiblemente inferior a los dos kilómetros entonces establecidos como requisito para el levantamiento de una planta de esas características.

"Seguro que nos van a buscar las cosquillas y esto no se acabó. Recurrirán y nosotros seguiremos pleiteando. Pero no cabe duda de que es una gran noticia", explicó Ángel Piñera, portavoz vecinal. "Estamos consiguiendo cosas poco a poco y seguimos luchando para quedarnos en el barrio, porque aquí está nuestra vida", añadió. "Es un pequeño triunfo que nos refuerza para seguir con nuestra lucha, debemos continuar igual de unidos", agregaba Soraya Paga, que lleva los 53 años que tiene viviendo en el barrio.

Unidos, realmente, parece que están. En El Muselín son casi 200 vecinos y existe una gran sensación de camaradería. Todos se conocen y todos defienden la misma causa. Hace años se impulsó la Asociación de Vecinos de El Muselín, presidida por Piñera. Su creación coincidió con el inicio de las obras de la instalación y con el plan previsto por el antiguo equipo de Gobierno municipal (liderado por el PSOE), que contemplaba la despoblación total del barrio para convertirlo en un parque. Entonces se adujo que el terreno en el que está asentado el barrio era inestable y que las casas corrían peligro de derrumbe. "Este fallo demuestra que ésa era una excusa que se inventaron para echarnos", aseguró Belarmino Suárez, de 79 años, 65 residiendo en la zona. "Fue algo vil y vago para deshacerse de nosotros", añadió. "Dicen que el terreno era inestable pero, sin embargo, tenían el plan de hacer un parque donde se supone que vendrían padres con sus chavales. Además aquí hubo cinco canteras y no pasó nada. No tiene sentido", apostillaba Teresa Melón, que lleva 62 años allí.

"Al PSOE se le vio el plumero. Fue una vergüenza. Si hubieran seguido en el Ayuntamiento no estaríamos aquí", criticaba Jerónimo García, que llegó al barrio en 2008. "Ellos sabían antes de empezar la obra que no se podía construir ahí, a menos de dos kilómetros de una población. Pero como todos los políticos, primero lo hacen y luego cambian la ley a su beneficio. No puede ser. Juegan con muchos sentimientos", abundaba Conrado Díaz, en el barrio desde hace cuatro años.

La postura vecinal está clara. Su primera opción es quedarse en el barrio. Allí tienen su casas "que no son unas chabolas, como dicen". Allí tienen su vida, en algún caso transmitida de generación en generación. Siguen sin explicarse por qué no se planificó bien la instalación. "Si una regasificadora no puede estar a menos de dos kilómetros de una población, ¿para qué la hacen aquí? ¿Tienen que esperar a que haya una sentencia que la anule? ¿No pueden pensarlo antes de hacerlo?", se preguntaba Jerónimo García. "Los políticos ponen los intereses de las empresas y las multinacionales, que al final son las que mandan, por delante de los de los vecinos, que somos quienes les votamos. Ellos sabían el problema y tiraron para adelante porque eran conscientes de que podían cambiar la ley", contestaba Conrado Díaz.

Los residentes en El Muselín, como los del resto de poblaciones cercanas afectadas, tienen muy presente los riesgos que supondría que la planta echase a funcionar. "Si explota o hay algún accidente perjudicaría a todo Gijón, no es sólo un problema nuestro", afirmaba Jerónimo García. Sin embargo, la realidad es que en el puerto de El Musel hay una construcción millonaria finalizada hace una año y ahora carga con un impedimento legal. ¿Qué hacer con ella? Santiago López fue el más contundente. "Las personas que se beneficiaron y se metieron en el bolsillo el sobrecoste de la obra que lo saque ahora y paguen lo que cueste desmontarlo". "A mí personalmente me da igual. Es problema de ellos. Que lo paralicen y lo derriben", agregó Ángel Piñera. Bruno Rodríguez extiende el problema. "Es otro despilfarro más de los que están tan de moda en España. Cuando no son sobres, son regasificadoras", aseguró. "Si está mal hecho, está mal hecho. Tendrán que tragársela o hacer con ella lo que quieran. Lo que no puede ser es que los vecinos tengamos esa responsabilidad y paguemos por ello", señaló Jerónimo García, en la misma línea que Conrado, que abunda en la reivindicación contra la clase política: "Es un problema de la administración, una muestra más de la clase de políticos que tenemos en nuestro país".

A los residentes en El Muselín, dicen, no les compensa echar la vista atrás. "Lo pasado pasado está", explica Teresa Melón, que cuenta 62 años en el barrio. Quieren centrarse en lo que viene, en intentar seguir luchando para quedarse en el pueblo. De momento, el futuro lo ven mucho mejor. "Pequeñas victorias como ésta nos dan mucha alegría. Era lógico que fallasen a nuestro favor porque había una ley que lo decía", manifestaba Victoria Batalla (65 años en el barrio). "Si la planta puede ser beneficiosa para Asturias nosotros podemos llegar a entenderlo, pero queremos comer todos igual del pastel. Lo que no nos pueden hacer es echarnos con una mano delante y otra detrás", concluyó Ángel Piñera.