P. T.

Aunque el café Dindurra tuvo cuatro familias herederas -las formadas por los cuatro hijos de su fundadora, Amparo Felgueras-, en los últimos años el nombre de Margarita Huerta García, viuda de uno de los hijos de Felgueras, es el único que aparece vinculado al contrato de alquiler del negocio. Pese a la más que centenaria historia del local, el inmueble en el que se sitúa éste, obra de Juan Manuel del Busto, no es propiedad de la familia Nosti Felgueras. De ahí que tengan un contrato de alquiler con los propietarios, la familia Ortiz, dueña de la empresa Zitrón.

La documentación, que en un principio estaba al nombre de "Amparo Felgueres y herederos", titularidad reflejada en el contrato, luego fue modificada hasta, finalmente, sólo quedar vinculada a Margarita Huerta García, viuda de Celestino Nosti Felgueres.

El fallecimiento de Margarita Huerta supone así de facto la extinción del contrato, dado que el nombre de su sucesor natural al frente del negocio, que sería su hijo único Rafael -que además lleva años trabajando en la barra del Dindurra- no aparece en la documentación del negocio. No hay posibilidad así de que el contrato de alquiler se subrogue automáticamente por el fallecimiento de Margarita Huerta.

Para que el gran café Dindurra siguiese en manos de la familia fundadora, Rafael Nosti tendría que retramitar la documentación y negociar con los propietarios del edificio un nuevo contrato de alquiler. El hijo de la fallecida última propietaria está recibiendo muchos ánimos para continuar con la tarea de sacar adelante la mítica cafetería.

No es la primera vez que los rumores de cierre se ciernen sobre el Dindurra. Hace años se extendieron comentarios generalizados acerca de la posibilidad de que una cadena internacional de tiendas de ropa se hiciese con el local.

Asimismo, el café Dindurra, a lo largo de sus 114 años de historia, ha atravesado algún momento que otro de crisis. A finales de los años 70, Francisco Santiago, quien fuera marido de una de las hijas herederas y conocido empresario de "La Zapatillona", tuvo que invertir dinero en reformas y coger las riendas del negocio, sin figurar en el mismo, ante el declive que sufría.

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Multitud de familiares y amigos, así como personal y clientes del café Dindurra, despidieron ayer en la iglesia de San Lorenzo a Margarita Huerta García, propietaria del legendario local de Begoña que falleció el lunes a los 86 años de edad. Además de su desempeño al frente de la cafetería, a la que acudía diariamente mañana y tarde mientras su salud se lo permitió, deja en quienes le conocieron el recuerdo "de una gran señora". Margarita Huerta García se convirtió en dueña del Dindurra al ser viuda de Celestino Nosti Felgueras, uno de los hijos de la fundadora del negocio. Fruto del matrimonio nació Rafael Nosti, que trabaja en el café. Además, tenía una nieto, Guillermo.

"Trabajé en el Dindurra cuarenta años con la señora. Ahora, la iba a ver a la residencia en la que vivía. Siempre me llevé muy bien con toda la familia. Era una gran señora, de los pies a la cabeza, simpática y buena persona. No podría decir nada malo de ella", asegura Miguel Martín Toribio.

Procedente de una familia de Cimadevilla, Margarita centró sus esfuerzos, además de en criar a su hijo Rafael, en ayudar a sacar adelante los negocios hosteleros de la familia Nosti Felgueras, incluida la apertura del restaurante Auseva. Tras el cierre de éste, se dedicó en exclusiva al café Dindurra, donde pasaba muchas horas cada día. "Por la mañana tenía una tertulia con unas amigas. Y por la tarde, la segunda conmigo", cuenta Toñi Villaverde, íntima allegada de Margarita. "Era de un carácter que no lo hay. Cuando reñían las amigas, cambiaba de conversación para que no se enfadaran. Donde estaba ella siempre había gente. Nos unía", agrega. "Jamás levantó la voz a nadie", apostilla por su parte Miguel Martín.

Ambos estuvieron presentes en el funeral de cuerpo presente de Margarita Huerta, que fue incinerada posteriormente. En el mismo, Gilberto Reigada, sacerdote que ofició la misa, destacó la devoción religiosa de Margarita, que "cada tarde venía a recibir el pan que da la vida". Exactamente con la misma frecuencia con la que celebraba sus tertulias con sus amigas en el Dindurra.