Ayer, ante un público que desbordó la capacidad del salón del Ateneo Jovellanos se rindió homenaje póstumo a Inés Fernández Hurlé. Cuatro ponentes fueron los encargados de glosar su figura, pero una de las intervenciones más emotivas, la que habría de cerrar el acto, como sorpresa, provino de Marlén Fernández Olano.

El presidente, Álvaro Muñiz, dijo haber conocido a Inés Fernández Hurlé cuando a sus veinte años era cajero de la Cámara de Comercio, e Inés hacía labores publicitarias. Luego, con el tiempo llegó a mantener amistad con ella, lo que le ha permitido valorarla como una mujer culta y superactiva; un brazo de mar que sentía interés por todo. "Me siento identificado con este acto", dijo, y mostró satisfacción por tener a su hija, Inés Lombas, "toda una campeona", trabajando en el Ateneo.

"Yo no la traté, pero su personalidad ha trascendido", manifestó Luis Rubio Bardón, vicepresidente de la entidad. Lamentó que los homenajes se rindan cuando el personaje ya ha fallecido, siendo algo tan grato recibir el reconocimiento en vida. Puso como ejemplo a Víctor Alperi y Antonio Suárez, que se fueron antes. La pintora Pura Fresno había comentado, respecto a Inés Fernández Hurlé, que bien merecía ese honor, "nos arrepentiremos de no habérselo brindado". Había nacido en La Habana, en 1935 y falleció en Gijón el 6 de enero de 2011.

El archivo de la revista de arte "La Brocha", creada y dirigida exclusivamente por Inés Fernández Hurlé durante 25 años, pertenece hoy al Centro Documental de Cajastur, por donación propia. "Contiene un valor enorme", comentó Javier Menéndez Arias, bibliotecario y responsable de dicho centro. En la colección se refleja el día a día de la actividad de unas mil galerías de arte, repartidas por toda España, es por tanto el documento inestimable de una época. Un ingente trabajo que realizaba ella sola, llegando a acumular 11.200 dosieres completos de artistas, y unos 40.000 catálogos, muchos de ellos piezas únicas que constituyen un tesoro para los investigadores.

El pintor Roberto Díaz de Orosia, en esta oportunidad cambió su peculiar visera por un sombrero negro que hizo descansar sobre la mesa. Muy elegante; su corbata era un alarde de color. Comparó el trabajo de Inés Fernández Hurlé con la Muralla China, por su constancia. Al coincidir con ella en visitas a las exposiciones trabaron una amistad cuyo recuerdo hoy llena de emoción a Díaz de Orosia. "Su vida estuvo empapada de arte, y hoy nadie suple su ausencia", comentó, antes de esgrimir una gran lupa -"las gafas hacen perder visión y yo no puedo permitírmelo"- para leer algunos comentarios publicados en "La Brocha", entre ellos un poema dedicado a la pintora Josefina Junco.

Parecía que la sesión daba a su fin, pero... Álvaro Muñiz señaló a Marlén Fernández Olano, sentada entre el público. Ambas, Inés y ella, habían sido amigas desde niñas, estudiaron el Bachiller en le Colegio de las Irlandesas de Madrid, y siempre estuvieron muy unidas. Marlén, emocionada, ofreció un entrañable relato de lo que significó Inés en su vida; sus iniciativas, sus aportes culturales, su comprensión y su cariño. "Al quedarse viuda de Ángel Lombas pasó a ser parte de mi familia, y estuve con ella hasta el ultimo minuto de su vida". "Gracias por tu modelo de comportamiento, gracias por hacerme mejor. Gracias, Inés", dijo Marlén alzando la vista al Cielo.

Como broche del acto le fueron entregados a su hija Inés dos recuerdos del acontecimiento.