"Todos nos vemos reflejados hoy en día en todas las fases del conflicto de las cigarreras". La historiadora Arantza Margolles, protagonista ayer de la sesión del CLub LA NUEVA ESPAÑA sobre la huelga de las trabajadoras de la Fábrica de Tabacos de Cimadevilla en el año 1903, resumía con estas palabras la actualidad de un conflicto laboral que sorprendió por "lo inesperado" pero que tuvo unos resultados tan positivos que encendieron un camino de esperanzas y conquistas sociales para la clase obrera gijonesa.

"No destacaban precisamente por ser un grupo quieto, pero lo que ha llamado más la atención de esta huelga es que les saliera medio bien y que resultara más prolija que otras del momento", rememoró Margolles. Se refería la historiadora al conflicto abierto al mismo tiempo que el de la Tabacalera gijonesa en la fábrica de vidrios, en el sector local de los carniceros, que les habían subido los precios de degüello y en la Hullera española de Sama, el conflicto laboral por excelencia en la región. Pero la disconformidad de las mujeres de la Fábrica de Tabacos no llegó de un día para otro. Fue tres años antes, en 1900, cuando la decisión de la dirección les impuso fabricar menos tabaco del fino y pasar al denominado entrefino, que incluía "muchas horas de trabajo y mal pagadas", como se encargó de recordar ayer Arantza Margolles. Ese cambio repercutió en los salarios que recibían. Las cigarreras que trabajaban en el taller del denominado tabaco superior pasaron de cobrar 100 pesetas al mes, a 24 y sólo trabajaban hasta el día 13 de cada mes porque no había más tajo.

"La suya fue una huelga muy interesante. Es de las primeras liderada por mujeres y la reacción de la patronal, entonces, fue muy similar a la de los conflictos sociales o laborales de hoy en día", subrayó la historiadora gijonesa. Las cigarreras llevaron, no obstante, su movilización sin conato alguno de agresiones pese al importante despliegue de seguridad, con más de 20 parejas de guardias civiles patrullando Cimadevilla en las jornadas centrales del conflicto. "Hubo conatos de conversación, una imagen de intransigencia y amenaza de cierre", remarcó Margolles en su comparación con las huelgas contemporáneas. Pero "ni un solo episodio de violencia".

"¿Cómo nos vamos a resignar a morir de hambre?", replicaba la maestra de taller, Etelvina Pola, a los responsables de la factoría cuando la dirección les pidió resignación. Ellas planteaban únicamente un reparto del trabajo para poder estar mejor pagadas. Hubo tensión con el Ayuntamiento, reuniones con la patronal, cese de directivos y vuelta al tajo que significó el triunfo de las cigarreras y la apertura de un nuevo conflicto laboral en la ciudad: el de la mujeres de La Algodonera que siguieron el ejemplo de las primeras huelguistas.