Atrapados por el deseo de libertad; atrapados por el ansia de creatividad; atrapados por la rebeldía de creernos dioses; atrapados por usar el tiempo para no ser usados.

De todos los mundo cuánticos posibles creados por la pelota al salir de la mano del encestador, la pelota y el entorno, escogen tan sólo uno; se crea así un pasado real observado por el encestador, y múltiples sueños imaginados sobre la cesta por todos los observadores. Nuestras experiencias están en el pasado. En el presente no hay experiencias; en el presente, antes de cualquier experiencia, sintonizamos con lo que está aún fuera del tiempo, nos atrapa obligándonos a tomar la decisión, no por lo razonable, sino por obligación. No construimos futuro, solo vamos creando pasados: recuerdos u olvidos de nuestra vida. El presente, siempre anterior a la experiencia, nos obliga a seguir en su búsqueda, a vivir; el presente es algo vital, rebelde y persistente: toda una entelequia. El futuro, sin embargo, es un conjunto de experiencias posibles hasta el instante en que una sola sobrevive: cuando el presente mata a todas las demás; el futuro es una metamorfosis del pasado ambicionada por los recuerdos, un deseo de generar nuevos recuerdos; un deseo convertido en éxito o fracaso, cuando ya tan sólo es recuerdo.

Con la investigación del cerebro, la ciencia descubrirá pronto que no somos tan libres, ni tan responsables; que nuestro cerebro toma decisiones totalmente influenciado por el alimento que la sangre, portadora de enzimas, le suministra. Unas enzimas creadas según sus propias ordenes cerebrales por el sistema endocrino, que son fiel reflejo de sus percepciones; unas percepciones originadas por las sensaciones de su cuerpo o sus recuerdos. Estamos atrapados, morimos cuando el cerebro deja de emitir ondas cerebrales, cuando deja de sintonizar, con lo que está fuera del tiempo, en busca de presentes.

¿Descubrirá la ciencia dónde se localiza el amor al prójimo en nuestro cerebro? ¿Se podrá insertar un chip estimulador en dicho sitio? ¿Cómo vamos a ser libres y responsables, sin responsabilizarnos del uno por el otro? "El amor es la responsabilidad de un Yo por un Tú" dijo Martín Buber; sin esa relación no existe el ser humano, sólo sujetos poseedores de: cerebro, experiencias, y objetos. Algo muy pobre, que ni es necesario, ni suficiente. Pero estamos atrapados por la angustia, y, para librarnos de ella, nos dejamos atrapar por sensaciones que nos aturden; sensaciones que nos vende una sociedad sensacionalista durante nuestro tiempo libre (en el otro, la mayoría estamos alquilados o atrapados por nuestra vocación). Nos creamos así nuevas necesidades que, cuanto más caras, más atractivas serán para motivarnos a competir y triunfar en ese combate sin piedad, bien educado y políticamente correcto, que se dice "sociedad". Eso, dicen que es progreso y economía. ¿Cuánto dolor nos quitan? Bastante, ¿cuánta felicidad nos dan? Mas bien poca. Estamos atrapados entre el dolor y la felicidad, entre la economía y la estupidez; y, sin la primordial libertad del Tú respecto al Yo, nada es apropiado.