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En recuerdo de Ramón Muriedas

La adjudicación, con polémica, al artista fallecido de la primera escultura pública de Gijón del siglo XX no pudo tener más éxito

"La madre del emigrante". MARCOS LEÓN

Ramón Muriedas Mazorra (Villacarriedo, 1938 - Santander 2014) tiene en Gijón una de sus obras más conocidas, "La madre del emigrante", también llamada popularmente "La Lloca del Rinconín" (1970). Expuso en nuestra ciudad dos veces, una en noviembre de 1997 (Galería Van Dyck) y otra en 1989 (Museo Barjola).

"La madre del emigrante" fue la primera escultura pública del siglo XX en Gijón, tras las estatuas sobre alto pedestal de Pelayo y Jovellanos. Y también la primera y última vez que se adjudicó en Gijón una escultura mediante concurso público, cosa que hizo el boticario Daniel Palacio, marido que fue de la alcaldesa Paz Felgueroso, por entonces concejal que llevaba los temas de cultura en el Ayuntamiento. De aquella Ramón Muriedas no había llegado a la cumbre de su fama. Ganaría la medalla de oro en escultura en la Bienal de Alejandría unos años después, en 1974. Se presentaron algo más de media docena de proyectos, entre otros uno de Joaquín Rubio Camín, que llevaba el pirulí que estuvo en el Paseo Begoña y ahora se alza al final de la Avenida de la Constitución. Hubo polémica en la ciudad por haber otorgado la pieza a un escultor foráneo, habiendo otros de casa dignos de premio. Pero ahí está la Lloca para confirmar el éxito de aquella elección de Ramón Muriedas.

Si a finales del siglo XIX Pelayo y Jovellanos son próceres gloriosos sobre alto pedestal, en 1970 "La madre del emigrante" inaugura por así decir la era democrática. Estamos ante un personaje del pueblo, una madre que despide a su hijo emigrante o está esperando su vuelta.

La cabellera al viento que azota su cuerpo, el rostro elevado, la mirada perdida, la mano suplicante en gesto ambiguo o forzado, no se sabe si de recibimiento o despedida, han sido los elementos con que el pueblo llano ha contado para bautizarla como "La Lloca" del territorio llamado "El Rinconín", más allá el Hospital de San Juan de Dios, en la Avenida de Rosario Acuña. Al principio tuvo también ligero pedestal, está siendo más respetada a ras de suelo. Un par de veces fue restaurada en el taller de Madrid donde trabajaba Ramón Muriedas, tras sufrir actos vandálicos en manos y pies, corriendo peligro de desplome. Tal fue igualmente el destino del "Niño Neptuno"(1979) que perdió brazos y tridente en su puesto sobre el risco de la playa del Camello, junto a la entrada del Palacio La Magdalena, en Santander. Hasta que el ayuntamiento de la capital cántabra la retiró en 2012.

Más allá de la anécdota que le da nombre oficial, sostengo que "La madre del emigrante" es una mujer que se enfrenta al infinito, como cualquiera de nosotros, mujeres y hombres del siglo XXI ante la puesta de sol, la mar oceana, las imágenes que nos envían los satélites o la toma de tierra de la sonda Philae en un cercano cometa del sistema solar. Ha volado sólo 511 millones de kilómetros. Digamos que todas las esculturas de Ramón Muriedas comparten este talante de mirada impávida y misteriosa, tal vez algo triste. Todos ellos miran al infinito, como perdidos en sus pensamientos. Actitud expresiva, expresionista en el caso de "La Lloca", como la mirada del poeta Gerardo Diego, sentado en un banco del paseo ReinaVictoria, protegiendo el libro con su mano izquierda y mirando ensimismado hacia El Puntal, Somo y Pedreña. Su rostro es perfectamente reconocible, pero sus ropas, en especial camisa, chaqueta y pantalones, fluyen con total libertad, como elementos cercanos casi a la abstracción de sus meditaciones. Allí sigue en mayor soledad, pues en 2011 han talado el roble que le acompañaba.

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