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Arrebatadora "Butterfly"

La soprano Carmen Solís logra conmover en el papel protagonista de la ópera más universal de Puccini a un Jovellanos entregado

Carmen Solís, Madama Butterfly, a la izquierda, con el barítono Manuel Lanza en el papel de Sharpless, durante la representación en el Jovellanos. MARCOS LEÓN

Plena de dramatismo, el público aficionado a la ópera asistió anoche en el teatro Jovellanos a una "Madama Butterfly" arrebatadora, a un espectáculo de altura que confirma el acierto del acuerdo alcanzado con la ópera de Oviedo para que Gijón tenga también acceso a algunos de los montajes del Campoamor.

Con muy buena entrada en el patio de butacas, la soprano Carmen Solís, la niña gheisa Cio-Cio San que presta su portentosa voz a la protagonista de la universal tragedia de Puccini, dio muestras sobre el escenario de porqué es considerada una de las figuras más talentosas de la lírica española. Dicen los expertos que Solís nació para cantar a Verdi, pero en esta Butterfly ambientada en el Japón de finales de la segunda guerra mundial, la soprano puso también de manifiesto la gran belleza de su voz, muy bien ensamblada en sus registros, perfectamente timbrada.

Tuvo la representación momentos sublimes en alguno de los dúos, de una grandeza inusual. Como se trata de una historia desgarrada, de una mujer a la que los acontecimientos conducen al ara del martirio, Solís supo elevar el dramatismo hasta encender al público en cerradas y rotundas ovaciones. Si se trataba de emocionar al público, la protagonista lo consiguió con creces.

Muy bien también el tenor Eduardo Aladrén, dueño de una voz preciosa, en el papel de Pinkerton, marino norteamericano del que la gheisa se enamora perdidamente, en una acción que se desarrolla en el Nagasaki del horror nuclear. La ciudad arrasada por la segunda bomba atómica del terrible conflicto bélico de la década de los cuarenta del pasado siglo da pie a la recreación de una danza de vestidos blancos y movimientos cadenciosos, donde el cuerpo de baile se mueve de una forma vaporosa, como si los danzantes fueran espíritus, tal vez el alma de los muertos de la terrible explosión.

En este punto hay que señalar que la visión esteticista de la trama cobra en este pasaje de la representación su momento álgido, su golpe de efecto más sorprendente.

El barítono Manuel Lanza, el Sharless de la trama tejida musicalmente por Puccini, es dueño de una profundidad dramática sorprendente que puso de manifiesto en cada una de sus intervenciones. Mención aparte merece la niña María Suárez Fernández, en el papel de Dolore, el hijo de la protagonista, que juega con un barco de papel, ajeno a cómo, a sus espaldas, la madre se quita la vida de un modo ritual, en uno de los momentos más conmovedores de la representación operística.

Notable alto para cada uno de los apartados artísticos de esta ópera, que volverá mañana a representarse sobre las tablas del Jovellanos: una pulcra escenografía, un vestuario acertadísimo, casi diríamos que opulento; una partitura perfectamente interpretada por la orquesta Oviedo Filarmonía.

En representación de la Fundación Ópera de Oviedo se dejaron ver ayer en el Jovellanos, plenamente satisfechos por el éxito de público y por la acogida gijonesa, el presidente y vicepresidente de esta entidad, Jaime Martínez y Juan García Conde, respectivamente; y el director artístico, Javier Menéndez.

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