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Plancton contra el cambio climático

Investigadores del Oceanográfico de Gijón evalúan la capacidad del ecosistema marino del Cantábrico para actuar como sumidero de carbono

¿Funciona el mar como un sumidero de carbono (CO2)? ¿Existe alguna señal de alerta en el plancton que lleve a pensar en una situación de cambio climático? ¿Son óptimas las condiciones del medio marino en el Cantábrico? Estas son algunas de las cuestiones que se plantearon los científicos del Oceanográfico de Gijón antes de embarcarse en su último proyecto de investigación sobre "La red trófica planctónica en el mar Cantábrico: estructura y rutas del carbono biogénico". El objetivo principal de este trabajo, que se prolongará durante tres años, es estudiar la estructura y diversidad de la comunidad planctónica y su influencia en la transferencia de carbono entre niveles tróficos (superficiales) y profundos. La segunda campaña de muestreos de este año arrancó el pasado 13 de abril y finalizó ayer mismo a bordo del buque "Ramón de Margalef", de la flota del Instituto Español de Oceanografía. El desembarco en el segundo espigón del puerto de El Musel del material recogido en estos 15 días permitirá evaluar ahora la salud del ecosistema oceánico a gran profundidad, un nivel donde no es habitual disponer de información."Tenemos para años de análisis", aseguraba Enrique Nogueira, investigador principal del proyecto en el que también participaban científicos de los centros de Santander, Vigo, Palma y la Universidad de Oviedo.

Cuentan con financiación del programa de I+D+i del plan nacional de investigación orientado a retos de la sociedad , y ha movilizado a una decena de científicos, además de un especialista de la Unidad de Tecnología Marina junto a los 13 miembros de la tripulación del "Ramón de Margalef". "Sin su ayuda no podríamos realizar nuestro trabajo", apunta Nogueira en alusión al "buen trato" que existe en todo el equipo de a bordo. Operar el barco cuesta 8.000 euros diarios por eso se han afanado en obtener el mayor número de muestras que "irán ahora a los laboratorios del Centro Oceanográfico de Gijón, con lo cual, al final el proyecto involucra a mucha gente", sostiene este especialista en el medio marino. "Tenemos todo lleno: el almacén, los congeladores...", continuó.

Con esta segunda campaña, tras la realizada en febrero, que se complementará con otras dos -en julio y noviembre-, se pretende evaluar las condiciones físicas y biogeoquímicas del fondo marino así como la distribución del plancton. "Un objetivo es ver si el mar funciona como un sumidero de CO2", apunta Enrique Nogueira. Si el sistema "funciona", el mar recibe aportes de CO2 de la atmósfera, que es utilizado, por ejemplo, por el fitoplancton para producir oxígeno y por vegetales para realizar la fotosíntesis. Ambos procesos consisten en el 'secuestro' de dióxido de carbono de las aguas superficiales. El secuestro de carbono permite mitigar el calentamiento global.

Sin embargo, un exceso de dióxido de carbono puede revertir el proceso: que el mar se convierta en un emisor de dióxido de carbono y alimente así el calentamiento global. Aunque el estudio del cambio climático no es el objeto específico de este trabajo de investigación, con los datos obtenidos sí se puede obtener una indicación del estado ambiental del medio marino, una orientación que es fruto de una Directiva Europea que obliga a un seguimiento periódico del estado del mar entre todos los estados del ámbito comunitario. Nogueira aclara que en este caso se trata de analizar si en determinadas épocas del año y en algunas zonas, el mar funciona como secuestrador de carbono.

Para concretar si el Cantábrico tiene esa capacidad se ha colocado una línea de fondeo a 4.000 metros de profundidad para medir, entre otros parámetros, las corrientes, temperatura y material sedimentado. Una las trampas de sedimentación que se emplean para radiografiar el ecosistema del fondo marino se ubicó en la zona de Cabo Peñas y estos días ha sido retirada para proceder a la revisión del equipo. También se utilizan rosetas oceanográficas para obtener muestras de plancton a diferentes profundidades, "con ellas analizamos parámetros químicos, concentraciones de nutrientes por carbono orgánico disuelto, muestras de virus, bacterias...", enumera Nogueira. A bordo del "Ramón de Margalef" disponen igualmente de redes multiapertura que se pueden controlar desde el barco y permiten obtener más muestras a diferentes profundidades. Con este instrumental han podido estudiar especies como el krill, capaces de realizar migraciones en la columna de agua de 500 a 1.000 metros de profundidad. "Sube de noche para alimentarse y no ser visto y por el día desciende y excreta en el fondo", apunta el investigador. Durante los primeros muestreos han detectado otra especie "muy interesante" a 800 metros de profundidad "que no se mueve como otros organismos que se desplazan por la columna de agua", continúa. En síntesis, el proyecto les permitirá discriminar entre variabilidad natural del ecosistema y lo que serían impactos de origen antropogénico, concluye Nogueira.

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