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Los crímenes más complejos

Los asesinatos más difíciles para la Policía y los más truculentos de los últimos años en Gijón tuvieron como víctimas a hosteleros

Juan Carlos Roces.

El asesinato hace poco más de diez días de la hostelera Sonia Meléndez Mitre tiene, al menos en parte, muchos puntos en común con otros dos dramáticos sucesos que tuvieron lugar en los últimos años en Gijón y que aún a día de hoy se recuerdan con angustia. En ambos casos, como en el que actualmente investiga la Policía Nacional, las víctimas fueron empresarios de la hostelería local. Pero las similitudes no acaban ahí. Las tres muertes conllevaron una investigación difícil y no exenta de trabas.

El primer hostelero brutalmente asesinado, y del que aún se guarda un gran recuerdo en la ciudad, fue Javier Fernández, más conocido como Javi el del Clan. El homicidio tuvo lugar en diciembre de 2002 y pese a que desde el primer momento se supo quién era el asesino, hasta que año pasado el juzgado no pudo cerrar el caso. Roberto Marcos Sánchez acabó con la vida del hostelero después de discutir con él en el pub Nelson. Pero la Policía le perdió la pista poco después del crimen. Desde entonces el acusado figuró en la lista de los delincuentes más buscados. La Policía de Costa Rica notificó en el año 2010 el fallecimiento del presunto asesino en el país sudamericano. Vivía en un apartamento a 15 kilómetros de la capital del país. La juez que instruía el caso en Gijón, Ana López Pandiella, envió una orden para impedir que se incineraran los restos del asesino sin comprobar fielmente que era él. Costa Rica rechazó el traslado de pruebas alegando "dificultades operativas". En junio del año pasado el juzgado recibió un informe en el que se comparaban los restos de ADN del cadáver con los de un familiar. Confirmar que Sánchez estaba muerto permitió a la juez cerrar el caso tras doce años de espera.

No fue tampoco sencillo investigar el caso del fallecimiento de Juan Carlos Roces, el dueño de la cervecería Carvi que falleció en 2010 en su local después de que le apuñalaran hasta en 18 ocasiones. La Policía fijó desde un primer momento su vista en un gijonés que por aquel entonces vivía en Tenerife y que había discutido con el hostelero la noche del crimen. Los agentes detuvieron al sospechoso tres meses después del suceso. Un jurado le condenó a 18 años de cárcel pero, hace dos años, el Tribunal Superior de Justicia de Asturias tumbó la sentencia y calificó de "débil y frágil" el argumentario que se había utilizado para procesar al reo y que se había basado, según el TSJA, en "indicios que no se pudieron dar por probados". Ni los cambios de discurso del procesado, ni la presencia de su móvil en la zona del crimen en el momento en el que el forense fijó la hora de la muerte, ni el resto de pruebas de convicción que presentó durante el juicio la Fiscalía y que habían sido recogidas previamente por la Policía sirvieron al tribunal. Ahora el caso oficialmente se da por cerrado, pero sin culpable.

En el caso de Roces, como en el de la hostelera Sonia Meléndez Mitre, no existían testigos que pudieran probar la presencia de un sospechoso en el lugar del suceso. Las víctimas estaban solas. En ningún caso el asesino dejó huellas evidentes, lo que complicó aún más las investigaciones.

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