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La Opinión de Gijón

Corridas de toros

Están muy equivocados los antitaurinos si creen que manifestarse para insultar a los que van a las plazas de toros les va a deslojar de ellas; al revés, enfrentarse directamente a las emociones colectivas de un gran número de ciudadanos que coinciden puede ser bastante peligroso. Y, sobre todo, recoge resultados contrarios a los que persigue.

Ya el Cossio, la biblia de la tauromaquia dice que cuando había una cogida mortal de un torero se alzaban voces -incluso en el Parlamento- pidiendo la prohibición de las corridas. El mismo Cossío pronostica que debido a la progresiva pérdida de casta de los astados llegará un momento en que no valdrán para la lidia. Los aficionados antiguos saben que los toros de antes eran auténticas fieras y no los mansos que mayormente se están lidiando actualmente. Esas excesivas muestras de regocijo que hoy se ven en los tendidos; esos trofeos taurinos que se dan con tanta prodigalidad a faenas mediocres, ventajistas y mal rematadas escondenesconden el solapado frentismo con los antitaurinos y tratan de reivindicar la buena salud de la Fiesta. Pero no es así: degenera y en muchos casos produce un faltal aburrimiento.

Por mucha emoción que provoque una faena, siempre el toro va a morir de una forma salvaje, lo que provoca en muchas personas, y sobre todo en los más jóvenes, un profundo malestar.

El toro es un anmal superior con un complejo sistema nervioso y cerebro, y por lo tanto, sufre. Por lo mismo no se celebran peleas de gallos, ahora prohibidas. Estoy seguro que las luchas de gladiadores también causaban hondas emociones a la plebe romana. Somos muchos a los que nos parece que asistir a las corridas de toros es un hecho reprobable. El filósofo Ortega y Gasset, precursos de el Cossío, dejó de asistir a los toros y si alguna vez volvió dijo que iba para ver cómo seguía la fiesta.

Si como dicen políticos cafres e interesados, "es un bien cultural que necesita protección", podríamos exportar a toda Europa corridas de toro "llave en mano", con la consiguiente ganacia y empleo para algunos españoles.

Los antitaurinos deben de cambiar de estrategia: deben recoger miles de firmas y presentarlas al Ayuntamiento, para que se viera cuál es la postura de los gijoneses. No me parece que la alcaldesa, titular médico, y por tanto dedicada a salvar vidas, esté moralmente inclinada a fomentar esta clase de festejos.

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