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JAVIER GÓMEZ CUESTA | Párroco de San Pedro

"Gijón tiene algo que ver con el Paraíso, por lo bonito que es y por su gente"

"Vienen tiempos difíciles pero nosotros seguiremos a lo nuestro; el Evangelio no cambia, siempre es el mismo: si no nos respetan, nosotros respetaremos"

"Gijón tiene algo que ver con el Paraíso, por lo bonito que es y por su gente"

Gobierna la nave mayor de la escuadra cristiana gijonesa siempre con espíritu alegre y dispuesto. iente el orgullo de ser su capitán con la sencillez de su propia generosidad; no sabe decir que no allí donde se le requiera. Javier Gómez Cuesta ama a su feligresía, a su vecindario, a su templo y creo que hasta las piedras que deja al descubierto la bajamar. Nunca nadie le ha visto un mal gesto, una cara de contrariedad, sabe disculparlo todo. Es hombre de fe profunda, inteligente, culto, y positivo. Un gran párroco.

-Acaba de regresar de Roma, ¿qué tal?

-Bien, Roma es una ciudad encantadora. La Plaza de San Pedro está siempre llena; el domingo pasado, a la hora del Ángelus rebosaba de gente joven. Estuve sólo cinco días, con mucho calor, pero tuve tiempo de estudiar, ver arte, leer... Suelo visitar las tumbas de Juan XXIII y de Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro, y la del Padre Arrupe en la Iglesia del Gesu.

-¿Pudo ver al Santo Padre?

-Sí, pero en audiencia general. No hablé con él. Con esa intención acuden miles de personas y el Papa no tiene tiempo para todos.

-¿Cuántos años lleva en Gijón? ¿Le ha tomado cariño?

-Llegué en julio de 1999, hace 16 años. Claro que quiero a Gijón, creo que tiene algo que ver con el Paraíso, no sólo por lo bonito que es, sino por la gente. Tengo muchos y muy buenos amigos.

-¿Qué es lo mejor de su parroquia?

-Desde el punto de vista institucional es la que lleva el peso de la historia. Tiene un emplazamiento idílico, y su edificio es un identificativo de la ciudad. La feligresía es buena y cercana. El setenta por ciento de las bodas que celebramos son de gijoneses que viven fuera; es en la primera iglesia que piensan, y estoy contento con la relación que mantengo con tantas parejas; se casan unas cien al año.

-¿Y lo peor?

-Es un trabajo muy sujeto, de mucho despacho, visitas, teléfono...

-Pero sigue sin haber cola en los confesionarios...

- No, no la hay. En este fin de año, año de la Misericordia, se celebrará un simposio desde el día de Cristo Rey, a finales de noviembre, hasta el día de La Inmaculada, el 8 de diciembre, y una de las cosas que se pretende es reconocer el pecado en la vida y vivir la experiencia del perdón.

-¿Usted, qué pecados perdona con más gusto?

-Me conmueven aquellos que llegan a la convicción de que necesitan el perdón de Dios.

-¿Y fuera del confesionario qué no puede soportar?

-Las actitudes hipócritas, aunque soy bastante transigente. Me educaron en valorar lo positivo de las personas, en comprender a los demás.

-¿Hay temor en la Iglesia ante los nuevos populismos?

-Temor no, pero vemos que vienen tiempos difíciles, aunque nosotros seguiremos a lo nuestro; el Evangelio no cambia, siempre es el mismo. Si no nos respetan, nosotros respetaremos a todos. Se trata una vez más, del viejo y anticuado anticlericalismo.

-¿Desde su posición ve crecer o disminuir la feligresía?

-El gran problema son las nuevas generaciones, personas que no han descubierto las maravillas de la fe y no somos capaces de atraerlas. No hemos sabido valorar su mundo, y éste está muy distanciado del mundo de la Iglesia. La cultura europea está un poco cansada, le falta ilusión y entusiasmo.

-¿Y no es un problema de formación?

-La propuesta moral de la Iglesia, tan estricta en cuestiones de sexualidad, el no se puede, choca con las tendencias actuales. Tendríamos que hablar de lo que se puede. No del yugo del matrimonio, sino de la belleza del matrimonio.

-¿Hay establecido un ranking de fidelidad en las parroquias de Gijón?

-Todas tienen un punto de feligresía de raza, y de vínculos de familia. Y hay una relación de afinidad entre todas, y aún más en las antiguas.

-¿Qué le da una pena infinita?

-Que no seamos capaces de poner fin al hambre y a la agresividad de las personas. Y al vacío de la gente.

-¿Cuál es el santo de su mayor devoción?

-San Francisco Javier. No fui jesuita porque me gustaba mucho la vida parroquial, pero doy gracias a Dios por los 15 años que estuve estudiando con los Jesuitas, primero en Comillas y luego en el Centro Lumen Vitae de la Universidad de Lovaina, en Bélgica.

-Oiga, ¿un cura tiene hobbies?

- Sí, hombre. Me gusta la lectura, la montaña y el mar. Antes iba a la montaña, pero ya no.

-¿Cómo celebrará la fiesta de hoy, Begoña?

-Oficiando rápidamente la misa de una, antes de que comience el restallón.

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