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Alon Goldstein: "Me levanto por la mañana y siento la necesidad de tocar el piano"

El artista israelí, con residencia en Washington, visita por tercera vez Gijón para dar un recital en el teatro Jovellanos

Alon Goldstein. lne

Alon Goldstein atesora una peculiar mezcla de culturas que le delata al hablar. Con una gran sonrisa y un interés sincero por poner en práctica lo que sabe de español, el pianista de 45 años que hoy actuará en Gijón cuenta que "tocar el piano es una obligación que viene de dentro. Me despierto por la mañana y simplemente tengo la necesidad de tocar, de hacer música", afirma.

Goldstein nació en Israel pero ha vivido en distintas partes del mundo. "Italia, Londres, Estados Unidos? Me encanta cambiar de cultura y costumbres", asegura. Esta tarde, a las ocho y media, protagonizará un recital en el Jovellanos donde, cuenta, embarcará al público de la ciudad en un "viaje muy especial". La actuación se enmarca en el Festival Internacional de Piano. El público asistente podrá "escuchar desde el apasionado mundo de Wagner hasta el sarcástico universo de Ligeti", relata el artista. Porque la música, asegura, puede ser divertida. Wagner y Ligeti son los dos extremos entre los que se moverá el recital, en el que también se podrán encontrar piezas como la "Sonata a Schubert".

Es la tercera vez que el pianista visita Gijón -la última fue el pasado mes de abril-, aunque nunca dispone de todo el tiempo que le gustaría para disfrutar de su estancia y conocer bien la ciudad. "Llegué de Estados Unidos el martes y lo primero que hice fue a ponerme a estudiar. Practicar, practicar y practicar, eso es lo que debo hacer", explica. "Me voy el lunes pero me encantaría poder quedarme más. Me encanta la gente de aquí y el tiempo. Ni mucho frío ni mucho calor, es genial", resalta el artista.

Goldstein empezó a tocar el piano con siete años y aún está descubriendo "cómo ser pianista. Poder dedicarme a algo que me apasiona y recibir dinero a cambio es una bendición. Cuando tenía 17 años escuché un concierto de un conocido director que dirigía a jóvenes solistas y recuerdo que tuve celos de ellos. Quería hacer lo que estaban haciendo así que a partir del día siguiente empecé a levantarme a las 6 de la mañana para practicar y poder mejorar, sin imaginar que me ganaría la vida con ello", cuenta. Un año después, Goldstein también tocó con ese director.

Y aunque tocar el piano es su vocación, enseñar a otros jóvenes también le apasiona. "Me gustaría poder dar clases de forma más consistente, ya que ahora solo doy algunas sueltas en festivales".

Su próxima parada: China. "Tocaré un repertorio diferente así que tengo que estudiar ese programa además del que tengo preparado para Gijón. Después iré al festival de Ravinia donde tocaré dos conciertos de Mozart. En esta profesión no hay descanso", comenta. Pero entre sesiones de estudio y recitales, Goldstein también deja hueco para un poco de ocio. "En España he probado los mejores gin-tonics del mundo; hay un sitio aquí en Gijón donde hacen unos excelentes. De hecho, bromeamos con que es la bebida oficial del festival porque nos encanta tomarlos cuando estamos aquí", explica.

El público gijonés le ha dejado también muy buenas sensaciones, que espera que se repitan. "Mi experiencia en la ciudad ha sido fenomenal. Cuando estoy aquí me encanta hablar un poco de español porque la gente no es como en otros sitios, no esperan que lo haga perfecto y les encanta el detalle de tratar de hablar su idioma". relata. Muchos definen a Alon Goldstein como uno de los pianistas más originales de su generación. Sin embargo, él mantiene que "cada pianista es único, pero no porque sea algo planeado. No te levantas por la mañana y dices 'quiero ser diferente' sino que es algo que sale sin querer, y si no es así, entonces no es sincero, es artificial, y eso no vale", argumenta. Tampoco duda en afirmar que "la música que tocan los pianistas tiene una calidad muchísimo mayor que la que cualquier humano podría hacer en la realidad, por eso siempre hay algo nuevo por descubrir".

Pero su vocación también tiene la desventaja de ser un trabajo en el que "hay que viajar solo. Tengo un hijo de 10 años y no puedo verle mucho. También le encanta la música y aunque ahora mismo no está con las clases de piano, sólo puede dormir por las noches si escucha algo que toque para él", comenta con el brillo en los ojos de un padre enamorado.

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