Los vecinos de Mariano Pola exigen soluciones. Se sienten abandonados por las autoridades y quieren hacer oír su voz. "Ya no confiamos en nadie", lamentan. Desde hace años la presencia de una discoteca que, aseguran, prolonga su actividad más allá del mediodía no les deja conciliar el sueño. "No podemos vivir así. Llamamos a los encargados de medir los ruidos de la Policía Local y cuando aparecen siempre es tarde", relata Mari Luz Miranda. La gijonesa pone voz al malestar de la mayor parte de los vecinos del 37 de esa calle de El Natahoyo. Los dueños del negocio, por su parte, tildan de "racistas" unas críticas que se producen, insisten, "porque somos un local latino".

El problema viene de lejos. "Nos gustaría quejarnos de otras cosas como los que dicen que la 'Semana Negra' hace ruido, pero estamos tan acostumbrados que eso ya ni nos molesta", cuenta Miranda. Su marido ha llegado a tomar medicación para poder dormir. "A veces llamamos hasta seis veces a la Policía Local y ni nos contestan", critica. Pero el malestar no es sólo por los ruidos. Los vecinos mantienen que también sufren altercados protagonizados por clientes de esta sala. "Es raro el fin de semana que no tenemos que llamar por algo a la Policía. Salen, se pegan, montan broncas...", relata la vecina mientras muestra unas imágenes de peleas a plena luz del día en las inmediaciones de la discoteca. El local genera, además, mucha suciedad. "Algunos domingos y lunes no se puede ni entrar al garaje del mal olor que desprende", cuenta Miranda. El establecimiento ha pasado ya por varias manos. "En alguna que otra ocasión sí que pudimos hablar con los dueños", reconoce la vecina.

Desde el establecimiento la versión es radicalmente opuesta. "La sala está completamente insonorizada. Llevamos un año funcionando con la actual gerencia y no damos problemas. Hasta la policía nos felicitó por el cambio. Cerramos a las siete y media de la mañana. La ley nos permite luego abrir como 'after' a las once del mediodía pero ni siquiera lo estamos haciendo. Hay hostilidades entre los vecinos pero tienen que entender que también hay familias que viven de esto", relata el dueño del negocio haciendo hincapié en que "estamos en el punto de mira porque somos un bar latino". "Lo que hace la gente fuera no lo podemos controlar pero los porteros siempre piden que no se moleste", argumenta.