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El cuadro gijonés de Ruiz-Mateos

El pintor Carlos Roces, que llegó a trabar amistad con el jerezano, realizó una obra con la que el empresario fue homenajeado

Carlos Roces, en su estudio. ÁNGEL GONZÁLEZ

Una vida intensa, llena de polémicas y de apariciones sonadas en los medios de comunicación y un adiós con amplia repercusión en variadas esferas. La existencia de José María Ruiz-Mateos fue vehemente, y no fue ajena para el pintor gijonés Carlos Roces, quien llegó a trabar relación personal con el empresario y fundador de Rumasa.

De hecho, entre el patrimonio de Ruiz-Mateos se cuenta desde hace años un cuadro obra de Roces, que le fue entregado al jerezano en un acto de homenaje organizado por la Asociación de Empresarios y Directivos de Empresa celebrado en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. Y fue gracias a una amistad que se había forjado antes, en el mes de octubre de 1996, cuando Roces expuso en la Galería Santa Engracia de la capital española.

A dicha muestra acudieron muchos miembros de la cúpula de Rumasa, que enviaron a las sala una caja de botellas para brindar por el éxito de la exposición. Era vino de las bodegas de Rumasa, y las botellas le sirvieron a Roces como inspiración para una de sus obras. Así, "uno de mis cuadros le fue entregado en una cena de empresarios como homenaje a su trayectoria", rememoraba ayer Roces en Gijón. "Quien hizo el ofrecimiento en el acto, el gerente de la sala de exposiciones Santa Engracia, habló del Fino Don José María, en la botella, de las manzanas de la discordia y del horizonte que se abría para la Nueva Rumasa", apunta el gijonés.

La relación entre ambos perduró en el tiempo, especialmente antes de la caída en desgracia del empresario. Y en las horas bajas también se mantuvo, porque "en aquella época yo publiqué cosas en defensa de un hombre que, por encima de otras cosas, creó muchos puestos de trabajo. Siempre me agradeció aquel apoyo cuando nadie hablaba de él", asegura Roces.

En las visitas de Ruiz-Mateos a Gijón "siempre me reconoció entre la gente y me saludó, para pasmo de muchos", asegura el artista, que recuerda cuando "vino a Gijón por la compra de chocolates La Herminia, o una cena en la que se animó a echar sidra en un llagar".

Con el paso de los años y las vicisitudes empresariales del jerezano la relación se fue enfriando. Pero para el recuerdo familiar queda aquel cuadro singular, de temática simbólica que Ruiz-Mateos agradeció vivamente y con el que se llevó, entonces, el aplauso de los empresarios.

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