Fue uno de los tres artistas por los que apostó la galerista Aurora Vigil-Escalera para abrir, el pasado enero, su sala de la calle Capua. Las complejas y barrocas imágenes de Pablo Genovés (los otros artistas elegidos fueron Mariano Matarranz y David Rodríguez Caballero) dejaron entonces en quienes las vieron el deseo de una exposición individual, más amplia. El artista madrileño (1959), uno de los creadores españoles con reconocimiento internacional, inaugurará el próximo viernes, en la citada galería, "Geotransformación", una colección en la que abunda en una de sus obsesiones temáticas: cómo el paso del tiempo y la naturaleza desmoronan algunos de los símbolos más conspicuos de nuestra civilización: de las grandes bibliotecas a los opulentos teatros.

"Geotransformación", título con el que alude a esas metamorfosis de las escenografías de la gran cultura, provocadas por los regresos de la naturaleza y la decadencia, supone una excelente ocasión para ampliar la visión sobre este autor que vive entre Madrid y Berlín. Tiene obra en importantes colecciones y es uno de los artistas que expone con Pilar Sierra y Marlborough, en Madrid.

Las imágenes de Pablo Genovés proponen de alguna manera una ficción mediante la elaboración, a través de técnicas fotográfico-digitales, de los materiales que encuentra en sus paseos por los mercadillos de antigüedades, las librerías de cuerda y otros almacenes de los depósitos de la memoria. Como se ha dicho, le interesan especialmente las representaciones de los grandes símbolos de la cultura occidental, de las iglesias y los palacios barrocos o neoclásicos, a los museos. Y sobre esas imágenes ensambla otras, mediante técnicas sencillas y sin filtros, que incluyen grandes olas, hielo, ramas y otros elementos con los que quiere hablar al espectador del inapelable triunfo de la naturaleza sobte el hombre y su obra civilizadora.

Hay en toda esa iconografía de Pablo Genovés -en realidad "collages" que conservan alguna huella de algunos de los fotomontajes hechos por los dadaístas en los años veinte y treinta del siglo XX- un pesimismo de filiación romántica que la crítica ha interpretado como una sombría metáfora sobre el futuro del esfuerzo civilizador: todo naufragará o será barrido por el viento y sus arenas. Todo poder desaparecerá por las inevitables fuerzas de una naturaleza ajena a los sueños humanos y sus creaciones.

Hay algo alucinatorio y con relieves de pesadilla en estos fotomontajes. Su potencia visual es manifiesta. El conjunto resulta, sin embargo, una muy creíble posibilidad en unos tiempos en los que las imágenes de las grandes catástrofes (terremotos, tsunamis...) invaden todas las pantallas a las que nos hemos acostumbrado. La fascinación que provocan estas fotografías de Pablo Genovés prueba que estamos ante un sofisticado artista. No dejan al espectador indiferente porque reelabora el viejo mito del diluvio inevitable.