Consciente de los daños que los jabalíes y corzos ocasionan en fincas del extrarradio de Gijón, hago estas reflexiones: ¿Ocurrían estos daños con la misma intensidad antes de declarar zonas de seguridad a todo el perímetro de Gijón? ¿Se sienten seguros los jabalíes en este hábitat donde nadie les molesta? Creo que no hace falta contestar a estas dos preguntas, todo el mundo que viva en la zona rural y que tenga más de 40 años lo sabe por experiencia.

Recuerdo a nuestros mayores relatar sus peripecias con estos animales cuando casi sin herramientas empezaron a reconvertir las zonas de monte en zonas agrícolas situadas en Deva y en el barrio de La Olla; por aquellos tiempos (1950) los jabalíes eran habituales, pero la presión de la caza les hizo abandonar estas zonas y meterse en el interior de otros montes de más superficie (Cordal de Peón, Baldornón). Las historias que nos contaban nuestros abuelos nos parecían imposibles de creer e incluso pensábamos que estos animales estaban en peligro de extinción, pues nunca nos encontrábamos con ellos. No imaginábamos que muchos años después la fauna salvaje se dejara ver tan fácil.

Desde la década de los 50 a los 90 del pasado siglo y coincidiendo con la expansión del número de licencias de los cazadores, la actividad cinegética aumentó lo suficiente como para ahuyentar a corzos y jabalíes, y aunque la caza que se ejercía en esta zona era exclusivamente caza menor y no se les disparaba a corzos ni jabalíes,esta actividad de cazadores y perros en busca de la arcea no dejaba ningún rincón del monte sin escudriñar, por tanto los animales encamados huían por la presencia y por el ruido de los disparos que se dirigían a otras especies.

En la actualidad, ¿qué ha hecho la Consejería para contentar a los reclamantes de los continuos desperfectos producidos por el asentamiento de estas especies?; pues solo dos cosas y además irrelevantes para el problema que se plantea:

La primera fue desafectar gran parte de la zona de seguridad mediante dos resoluciones en el BOPA que no tuvieron apenas respuesta, la citada desafección volvería según establece la Ley de caza a considerar los terrenos como régimen cinegético común, posibilitando la caza como antaño se hacía en terrenos libres, pero la Consejería, como siempre, se ha sacado un as de la manga y los sigue considerando vedados de facto, para que nadie cace en ellos, con el único deseo de que una sociedad de caza mayor se haga cargo de estos terrenos, pero, pagando.

El departamento de caza de la Consejería de sobra sabe que la única agrupación que pudiera tener un pequeño interés, por ser limítrofe en la zona sur y este de Gijón, es la de la sociedad de cazadores del Portal de Villaviciosa. Pero ¿qué necesidad tiene esta sociedad de pagar: canon, daños, más guardas, planes de caza, etc, teniendo una reserva de jabalíes y corzos en los montes de la Ñora, la Olla, Deva, Caldones, etc. que está surtiendo de continuo a todos los terrenos que componen el Coto del Cordal de Peón, siendo además conscientes de la dificultad añadida de ejercer la caza mayor con munición de largo alcance, por el consiguiente peligro de accidentes a terceros en zonas concretas (áreas recreativas y multitud de vías y edificaciones? Resumiendo, que nadie mueve ficha.

Este problema tal parece que se ha enquistado y es un caso más de dejadez de nuestra región y quienes pueden solucionarlo no quieren dar el brazo a torcer; el Principado, que debería aportar soluciones, sigue con su huida adelante con todos los terrenos de régimen cinegético común de Asturias vedados, esperando que las sociedades de caza se hagan cargo de los terrenos, sociedades con multitud de obligaciones económicas que ya son insoportables y que están a punto de quebrar algunas de ellas; mientras, los animales del bosque siguen gozando de una tranquilidad absoluta y circulan a sus anchas en las cercanías de las poblaciones destrozando fincas y generando mucho peligro en la red viaria. Falta voluntad e imaginación para cambiar el modelo de gestión cinegético. Lo más lamentable es que si no se actúa pronto habrá que seguir pagando muchos daños evitables con los impuestos de todos.

Resumiendo:

1.º Dirigido a la Consejería: no sean necios, dejen regulada la caza menor como lo estaba antes de haberse constituido las amplísimas Zonas de Seguridad y volveremos a erradicar animales dañinos como ocurrió en épocas pasadas. Esta puede ser una solución barata y muy efectiva. Con respecto a la seguridad se llegó a producir mucha alarma social con la caza, para quien no lo sepa, es suficientemente clara la interpretación de la Ley de caza sobre donde está prohibido disparar (límites de distancia) establecidos en caminos, viviendas, ríos... en definitiva zonas puntuales de seguridad; además el alcance de los perdigones en caza menor es muy pequeño; y en el ejercicio de este deporte, respetando esta normativa no existe ningún peligro para los residentes.

2.º Con respecto a la actividad cinegética, tarde o temprano está condenada al fracaso. Los cotos regionales están con el agua al cuello. Incentiven el ejercicio de la caza menor permitiendo de una vez que las sociedades puedan ser independientes (caza menor o mayor) con una gestión coordinada de días permitidos de caza por áreas que compatibilice mayor y menor, y que cada una afronte por separado los gastos inherentes a las especies de caza permitidas en cada modalidad.