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Camposantos no tan santos

Un recorrido histórico por los enterramientos civiles en la ciudad, con algunas de las tumbas más señaladas, como las de Truan, el masón Enrique Valdés y Rosario Acuña

Camposantos no tan santos

Los cementerios en Gijón, como en el resto del mundo, no fueron únicamente una evidente conquista higiénica sino que -en cuanto que "suelo edificable"- se convirtieron en un espacio de representación social, como lo era y como lo es la propia ciudad de los vivos.

En el año 1843 se inauguró el Cementerio de La Visitación en el Prado de Llanos, al lado de la iglesia de San Pedro, en el mismo lugar donde hoy está la residencia de la tercera edad y alrededores, y el día 1 de enero de año 1876 el de El Sucu en Ceares. Antes de La Visitación los enterramientos eran en el interior de la iglesia, en algunos casos, y también en otro cementerio pegado a las paredes exteriores de la iglesia mayor. Lugares esos, bajo los sagrados aleros, tan sagrados como el interior.

A los pocos meses de inaugurarse El Sucu, el 19 de junio de 1876, murió a los 77 años Luis Truan Lugeon primer director facultativo de la fábrica de Vidrios La Industria, un pionero de la industrialización gijonesa. Era don Luis nacido en Suiza y de religión calvinista y la aglomeración en su postrera conducción (en junio, pero diluviando según las crónicas) fue algo inédito en la ciudad. Inédito también el enterrarlo en una parcela anexa al cementerio católico, en un lugar que en realidad no era "camposanto". Fue el origen del cementerio civil de Gijón (cementerio protestante también lo llaman).

Esa parcela civil gijonesa enseguida fue creciendo. Tenía su entrada, marginal, alejada de la principal, por un lateral en lo que hoy es la cuesta llamada Camino del Suco pero desde 1902 cuenta con la monumental entrada que hoy conocemos, sin símbolo religioso alguno y presidida únicamente por el escudo de la ciudad y el año de su construcción, 1902. Puerta, por cierto, cerrada desde hace muchos años.

Eso sí todo el conjunto simbólicamente a la espalda de la capilla que el arquitecto municipal Mariano Medarde proyectó en el año 1894.

Hasta la llegada de la democracia, en la década de 1970, ese lugar para enterramientos civiles, estuvo separada del cementerio general por un muro que distinguía a los enterrados en terreno católico y a los enterrados en terreno no católico. Entiéndase, en este último caso masones, anarquistas, socialistas, niños sin bautizar, comunistas, extranjeros o nacionales practicantes de una religión no mayoritaria, delincuentes confesos, suicidas?

Una visita hoy nos permite ver esa monumental tumba de Luis Truan con un busto del finado y un texto alusivo a su figura. Además podemos distinguir un monumento erigido por los socialistas asturianos en 1914 a la memoria de Eduardo Varela muerto el 26 de diciembre de 1912 y que había venido procedente de Logroño a difundir sus ideas entre los obreros gijoneses.

Destacan también en el cementerio civil de Gijón otro monumento laico en honor de Laureano Suárez Pérez, que falleció el 2 de junio de 1911, y la tumba de Rosario de Acuña a cuya cabecera hay un ladrillo -únicamente con sus iniciales (R. A.) como ella quiso- y una lápida que la Asociación de Viudas de la República Rosario Acuña y el Ateneo Obrero de Gijón dedicaron, para dignificar su memoria. Para honrar a la librepensadora fallecida en mayo de 1923.

El resto del cementerio gijonés para segregados conserva tumbas y nichos, en general en malas condiciones de conservación. Sí es cierta una mejora general que tuvo lugar hace unos años y que de alguna manera dignificó el lugar. Distinguimos también el nicho de Eleuterio Alonso y Álvarez, muerto el 28 de agosto de 1918 a los 55 años y que fue concejal del Ayuntamiento de Gijón, además de uno de los promotores de la Escuela Neutra Graduada que en la ciudad comenzó a funcionar a partir de 1911. Las mejor adecentadas son naturalmente las recientes, casi todas de miembros de comunidades religiosas evangélicas. Los símbolos masónicos en este cementerio fueron borrados, y destruidos, tras la Guerra Civil y el caso más destacado de signos masónicos que se conserva es la tumba de Enrique Valdés Villar (precisamente al lado de la de Rosario Acuña) un masón nacido en 1856 en La Isla, Colunga, y fallecido en 1927. Se distinguen claramente en la lápida una escuadra, un compás y una G mayúscula.

Se considera como la tumba con símbolos masónicos mejor conservada en Asturias, aunque ciertamente la lápida está rota y es ciertamente milagroso que se haya salvado de los ataques antimasónicos de la posguerra incivil. Ya fue el día 28 de diciembre de 1938, todavía no terminada la contienda a nivel nacional pero sí en Gijón, cuando Franco decretó la destrucción de las inscripciones o símbolos de carácter masónico.

Fosas comunes y paredón

Fuera del propio recinto del cementerio civil gijonés, pero con igual espíritu laico y en este caso con tristes recuerdos bélicos, podemos observar el monolito que con los textos de PAX y HONOR fue erigido en el año 1960 como recuerdo a los fusilados republicanos en la guerra civil. El mérito de conseguir la dignificación de estas cuatro fosas comunes hay que atribuirlo a Rafaela Lozana esposa de Faustino de Córdoba, farmacéutico en Infiesto, y madre de un joven estudiante de Farmacia fusilado durante la guerra. Su interés en encontrar los restos de su hijo fueron el comienzo de su tarea solidaria que la llevó a contactar incluso con el Papa Pío XII. Rafaela Lozana falleció en 1974 a los 102 años y está enterrada en un nicho justo frente a las fosas comunes.

Desde el 14 de abril de 2010 se puede ver justo al lado un monumento en forma de libro abierto, "Monumento a la memoria de las víctima de la represión franquista", donde están inscritos 1.934 nombres: los de todos los enterrados en las fosas comunes. Recordamos que además de Ceares hubo parcelas civiles en los cementerios gijoneses de Jove, Cenero, Leorio, Granda y Tremañes.

Muy cerca de este monumento pacifista está el conocido Paredón repleto de placas conmemorativas tanto del Ayuntamiento de Gijón como de entidades como la Sociedad Cultural Gijonesa, el Ateneo Obrero, la Asociación de Viudas de la República Rosario Acuña, de la Liga de Mutilados de la República, de Asturias Laica, de familiares de los fusilados?La última placa fue colocada este mes de agosto para recordar a Anita Orejas López, primera mujer fusilada en la ciudad, allí mismo, en ese paredón, a los 23 años, el 9 de noviembre de 1937.

Cortejos y esquelas

En el pasado de la ciudad si el entierro era civil el cortejo fúnebre camino hacía El Sucu lo encabezada la caja mortuoria sobre una carroza, o a hombros de compañeros de trabajo, de partido o de logia. Todo sin ningún atributo ni enseña religiosa marchando detrás la familia y los compañeros del difunto portando ramos de flores con cintas a modo de dedicatoria. Si el entierro era de alguna persona notable de la familia republicana, solía haber una banda de música que tocaba marchas fúnebres y el Himno de Riego.

Toda la comitiva acostumbraba a pararse frente al colegio de los Jesuitas donde tenían lugar algunos discursos cívicos y no casualmente anticlericales. Ahí se "despedía el duelo" y solamente seguían hasta el cementerio civil -subiendo la empinada cuesta, muy dura si hablamos del invierno- los hombres abandonando la marcha mujeres, niños y personas mayores.

Toda esta parafernalia civil no proliferó en el siglo XIX pero ya a partir de 1900 fue aumentando considerablemente este tipo de actos complementados con la aparición en la prensa local de esquelas sin cruz.

Con la formación del Partido Comunista, en la década de 1920, ni que decir tiene que todo el boato referente a entierros de militantes comunistas ocupó páginas en la prensa local. Tanto si el acto era en Gijón como si ocurría en las zonas mineras de Asturias. Llama la atención un caso, que suponemos no único, de un minero comunista que es enterrado en un ataúd de color rojo como él había pedido en vida. Se trata de Tiburcio Barenda, y nos lo cuenta "El Noroeste" del 22 abril de 1922.

El día 14 de octubre de 1879, prácticamente al año de existencia de El Sucu, aparece en la prensa local la primera esquela sin cruz. Como anuncio que es, la esquela solamente fue patrimonio de quien la pudo pagar o sea una parte muy mínima de las familias gijonesas de esos años finales del siglo XIX que así reflejaban y hacían patente su condición social. Sin embargo las necrológicas eran opción de la propiedad del medio de comunicación y manifestaban a menudo la ideología del periódico en cuestión.

Ya desde hace años en la parte civil de Ceares -a veces llamado cementerio protestante, cementerio neutro o corralón- no tienen lugar enterramientos y es en la parte tradicionalmente católica donde descansan, sin símbolo religioso alguno en la lápida y en ocasiones con la estrella de cinco puntas o la rosa, protagonistas de la reciente historia del movimiento obrero asturiano.

Terminamos con un ejemplo de tolerancia y respeto en temas religiosos de hace casi 140 años, de 1876, cuando el mencionado primer enterramiento civil en Ceares. Se trata de la escritora y tratadista jurídica Concepción Arenal, que fue directora de Prisiones. Cuenta en el artículo, muy detalladamente, la conducción y el entierro de Luis Truan en el diario madrileño "El Imparcial" del 28 de junio de 1876, y dice entre otras cosas:

"Algunos critican a señor alcalde de Gijón porque, habiendo asistido a la procesión del Corpus, fue también al entierro de un protestante. Crítica, a mi parecer, muy infundada aunque se añade la circunstancia de mandar colgar e iluminar las Casas Consistoriales el 16 del actual. ¿Qué hay de contradictorio en que, como católico ferviente celebre el aniversario de la exaltación de Pío IX al pontificado y, como buen cristiano, dé prueba de amor a su prójimo como hombre honrado honrando a quien lo era, y como buen español contribuya a que a tierra de España sea leve a un virtuoso extranjero?".

Aclaramos que el alcalde aludido era José Domínguez Gil y que nacida en El Ferrol en 1823, Concepción Arenal tenía, por tanto, 53 años cuando muere Luis Truan, y vivía en Gijón junto a su hijo Fernando García Arenal ingeniero del puerto de El Musel.

(Este artículo es un resumen de la conferencia "Camposantos no santos en Gijón" impartida el jueves 27 de agosto en Figueras (Castropol), dentro de las VI Jornadas de Historia Local que este año se dedicaron a los cementerios).

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