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La figura de la semana | NéSTOR VILLAZÓN | Poeta y dramaturgo

El lector que monta escenas

El autor gijonés, que en 2009 ganó el "Lázaro Carreter" de los directores de escena españoles, suma otro premio con el "Lanau Escénica"

El lector que monta escenas

Es difícil cruzarte por Gijón con una de las figuras más prometedoras de la escena española, con un autor teatral joven, poeta también de enorme talento, filólogo de carrera y nacido en esta ciudad. Hoy día es más sencillo dar con Néstor Villazón (Gijón, 1982) en ambientes literarios de Madrid, donde reside y trabaja como librero. Una ciudad "capaz de lo mejor y de lo peor en el mismo día" -asegura- donde acaba de recibir los laureles del II Certamen de Dramaturgia "Lanau Escénica" con la obra "Cómo tratar y maltratar todo lo que podría haber sido una bella historia de amor". El premio supone la publicación de la pieza teatral y su representación en la capital de España durante la próxima temporada.

En 2009 ya saltó a los altares este joven autor gijonés al obtener el premio "Lázaro Carreter" que otorga la Asociación de Directores de Escena de España, con "Democracia". Se trata del galardón más importante de este país para jóvenes dramaturgos. Ese reconocimiento, dice, "me cambió la vida". Cuando se lo concedieron llevaba meses sin leer ni escribir. Y casi había tomado la decisión de dejar de hacerlo para siempre. Después llegaron nuevos reconocimientos, como el de finalista del certamen teatral "La Jarra Azul" de la mano de "Your dementia"; y del certamen LVR Ediciones en 2011 con su primer poemario "Melville en la aduana". Treintañero y ya aparece mencionado en estudios que evalúan el florecimiento de la joven dramaturgia española, como el realizado por Eduardo Pérez Rasilla ("La escritura más joven. Algunas notas sobre la dramaturgia emergente en España"). Y ha sido traducido al griego. Puede que en algunos años, el perfil que se dibuja en estas líneas sea el de un clásico.

Villazón nació un 4 de mayo, en el seno de una familia obrera de Gijón "donde nunca faltó de nada". Estudió en el colegio San Miguel, con profesores que marcaron su futura trayectoria. Como aquella Teresa, cuyos exámenes constaban de una única pregunta: "Escribe todo lo que sepas de lo que hemos dado". Ya por entonces escribía cuentos y poemas. De los primeros alumnos de la ESO, del San Miguel pasó a la Universidad Laboral. Y del bachillerato a la Facultad de Filología, aunque tuvo dudas de emprender, en Valencia, la carrera de Periodismo.

Se sacó los estudios universitarios con el sueldo de eventuales trabajillos. Fue camarero, pastelero, repartidor de floristería, dependiente, empleado de una pizzería? Por entonces apenas dormía tres horas al día: acumulaba tres trabajos distintos, estudiaba, leía y escribía. José Luis García Martín le introdujo en los círculos literarios de Oviedo y le publicó su primer poema, en los Cuadernos de Valdediós. De la facultad guarda buen recuerdo de profesores como Antonio Insuela, Magdalena Cueto o Gloria Baamonde. Al primero debe el gusto por el teatro.

Fue acabar la carrera y comenzar a trabajar, cómo no, en la Casa del Libro, donde cobró salario durante tres o cuatro años. En esa época, tiempo de oscuridad entre estantes y anaqueles, un hecho cambió su vida: la llamada inesperada que le anunció la concesión del Lázaro Carreter. Con el dinero del premio, viajó a París. Esa excursión, de algún modo iniciática, le marcó el camino a seguir, por la senda de la literatura, que se había escondido bajo la hojarasca: pidió la cuenta en la librería y se marchó a Madrid. Allí sigue trabajando como librero, en la misma empresa.

"De Madrid he aprendido una lección muy importante", cuenta, "que creo sólo tiene dos posibles salidas: o acrecienta tu ego o te hace más humilde. No soy ningún santo, pero me veo en el segundo grupo". Es feliz en la gran ciudad "a pesar del caos", pero añora de Asturias la tranquilidad y la cercanía de la gente. Reconoce la herencia de la sangre, la fortaleza de las raíces. De su madre, Carmen, recibió los dones de la tenacidad y la lucha; de su abuela Isabel heredó la sonrisa. Mas si hay una persona que marcó su trayectoria vital fue su abuelo Ismael, "la persona más bondadosa que he conocido, sincera y elocuente. Sin ser un sabio, nadie me ha dado más lecciones que él. Ya no se encuentra con nosotros pero camina junto a mí", sentencia, como homenaje póstumo al ancestro al que dedica cada uno de sus libros.

Entre sus referentes literarios se encuentran Rilke, Benítez Reyes, Luis Alberto de Cuenca, Rosales, Villena? Y Roger Wolfe, de quien tomó prestado el título de su poemario "Otra maldita tarde de domingo" (Vitruvio Ediciones). Un libro, por cierto, que no nació de la lectura de poetas, como el autor reconoce, sino de los "Detectives salvajes", de Bolaño. También cultiva Villazón la crítica literaria en la revista teatral "La Ratonera". Es reseñista en "Clarón" y coordinador de la sección de Literatura de la revista "Páramo". Tan es así que es capaz de reconocer que Juan Ramón "escribió demasiado"; que Alberti es "tanto en poesía como en teatro la sombra de Lorca"; que de Neruda rescata tres poemas de "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" y dos de "Crepúsculo" y que Benedetti "nunca me ha atraído"...

Lector empedernido, reconoce que, "desde pequeño he caminado junto a un libro". Lee incansablemente desde la época infantil, con el texto abierto sobre la mesa a la hora de la cena y de la comida? Empleado en una librería, Néstor Villazón se antoja un Borges de Babel a quien, de chavalín, una bibliotecaria le dio el alto porque había escogido "El proceso", de Kafka, y le parecía que por su edad no lo iba a entender. Hoy es uno de sus textos de cabecera. Y guarda como oro en paño una edición de "palabra sobre palabra", que el autor, Ángel González, le firmó durante un recital en Oviedo. De poeta a poeta.

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