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Setas con mucho duende

Los aficionados a la micología se esmeran estos días en la recolección de ejemplares en bosques y praderas, en un otoño con escasez de hongos por la falta de lluvia

Un ramillete de "Cantharellus tubaeformis" nacidas entre piñas. ÁNGEL GONZÁLEZ

Es un año de escasa recolecta, pero al ojo experto no hay tesoro que se le resista. Los aficionados al mundo de las setas viven estos días con especial intensidad en Gijón, en un frenético ir y venir a los bosques con el fin de recolectar todo tipo especies que mañana domingo se mostrarán en el Centro Municipal de El Coto, de la mano de la Sociedad Asturiana de Micología.

Paco Casero, presidente de la entidad, aprovechó el buen tiempo de ayer para echarse al monte en busca de setas y hongos, esquivos este otoño por "la falta de humedad, ha llovido muy poco y cuesta encontrar". Pero aún así, con paciencia y muchas horas de observación entrenada por la experiencia, la Sociedad pretende mostrar en estas jornadas "unas 250 especies diferentes".

Una tarea ardua, en la que se emplean cada año varios socios que se encargan de recorrer zonas de bosque y pradera en busca de hongos de todos los tamaños y procedencias. "Para empezar en este mundo sólo es necesario que te guste, tener mucha curiosidad y empezar poco a poco", sentencia Herminio Lara.

Quien no haya salido nunca en busca de setas sólo necesita una cesta, una buena navaja y "cuando se está empezando, una buena guía, un cursillo previo y a ser posible la compañía de alguien experto", asegura Lara. A una media de "cuatro o cinco especies en cada salida" es posible empezar a considerarse un experto en un plazo de tiempo razonable. Eso sí, "sacando siempre la seta entera y aprendiéndose las especies mortales al dedillo, las primeras de todas". Una vez dominada la técnica y la ciencia, es posible hallar tesoros en el bosque que trascienden su valor culinario, uno de los motivos que mueven a mucha gente a empezar a salir en su busca. "A nosotros nos mueve la gana de aprender", asegura Casero.

Ayer se topó con rarezas como un pequeño boletus en simbiosis con un "pedo de lobo", varios ramilletes de "Fabolasquia calocera", un brillante hongo amarillo en forma de diminutos arbolillos que crece en las ramas en putrefacción, llegado de Tasmania a través del Botánico y que se ha detectado por primera segunda vez en Europa en Gijón, numerosos "Cantharaellus tubaeformis" de gran valor culinario, algunas amanitas que "no tienen por qué ser venenosas", coprinus, micenas, yesqueros y hasta cinereas que parecen coral. El bosque depara sorpresas luminosas a quien sepa observar.

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