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Asturias, elegante en color y en seda

La pintora Adeline Fernández muestra en el Ateneo de La Calzada sus delicados trabajos de estampas regionales sobre tejido natural

Paisaje recogido en uno de los trabajos en seda de la artista. ÁNGEL GONZÁLEZ

"Una delicia para la sensibilidad más exigente". Así presentan en el Ateneo de La Calzada la muestra que hasta final de mes ocupa las paredes de su zona expositiva. Esas "delicias" son los 37 cuadros sobre seda natural que dan cuenta del original y delicado trabajo en el que estuvo inmersa durante el pasado verano Adeline Fernández.

Esta pintora con orígenes en África (en concreto en el Congo belga), criada en Bélgica y afincada y enraizada en Asturias, de donde procede tanto su familia materna como paterna (madre de Oviedo y abuelos paternos de Tuilla), es una especialista en darle color a cualquier rincón de la región en una especie de combinación mágica entre la naturaleza que ama y que aprendió a pintar con Pascual Tejerina, y la luz de África que tanto disfrutó. Y además, se distingue por llevar esas estampas a un soporte tan poco habitual como exigente: la seda natural.

Asegura Adeline Fernández que ese tejido le permite no sólo especializar y diferenciar su pintura paisajista de otras muchas que proliferan en una región inspiradora. También la ayuda a disfrutar con las "sorpresas" que lleva aparejado cada uno de esos elegantes trabajos en tela. "Trabajar los paisajes con seda me satisface. Implica más creatividad porque se aborda la obra de una forma totalmente distinta al óleo, y además nunca va a ser igual lo que ideabas en tu cabeza que el trabajo resultante. Siempre hay sorpresas que da la seda, como su manera de empaparse o de fijar el color, que singularizan cada obra", sostiene la creadora.

Fue hace unos 20 años cuando el formato de la pintura en seda llegó a la vida de Adeline Fernández para sorprenderla. Fue su madre, tras un viaje por Burundi a donde fue de misiones, quien le dijo a su hija pintora que "había visto a mujeres trabajando sobre sedas y creando unas obras maravillosas". El reto que le lanzó no le pareció especialmente difícil a Adeline Fernández, pero acabó por adentrarla en un mundo que por momentos la atrapa absolutamente. Como ocurrió este verano.

"Tuve una etapa en que trabajé en ese formato haciendo cuadros, pañuelos, foulares... y algunas de esas creaciones las vendía mi hermana en Barcelona. Luego lo dejé estancado y no fue hasta hace poco que un primo mío, muy asturiano, me insistió en que retomase la seda y los paisajes. Lo tuve que pensar porque había pintado tanto a Asturias en óleo que no me apetecía mucho. Pero al final me decidí", explica.

La de ahora en el Ateneo de La Calzada es la segunda exposición de sedas de Adeline y pese a las reticencias iniciales su entrega no pudo ser mayor. Todos los trabajos que se exponen en el Ateneo forman parte de una serie que le salió del tirón y que pintó casi por completo en el mes de agosto de este año. Las horas que ahí están acumuladas son muchas, y los intermedios de descanso muy poquitos.

"En estas obras hay muchísimas horas de trabajo. Ésa es otra característica de trabajar en seda, que la creación es continua, no la puedes dejar aparcada como un óleo. Desde el momento en el que pones en el bastidor la seda y empiezas a contornear y separar espacios -algo que se hace con una especie de cera llamada guta, con la que se trabaja como si fuera un lápiz y hace de freno para que luego los colores se mezclen-, casi no puedes parar. Es una obra de continuidad que realizas teniendo clara una idea y con el ansia de ver si lo que tenías en mente cuando empezaste el contorneo va saliendo como esperabas. Por eso digo que siempre estás pendiente de qué sorpresas incluye el comportamiento de la propia seda y la cola aguada", explica Adeline. Otra característica es que "trabajas a mano alzada, con la tela a diez centímetros y nunca apoyada sobre ella", cuenta la autora. Exigente y meticuloso. Muy meticuloso. Así se ve la obra de una pintora que traslada los ambientes de Asturias al detalle a sus tejidos, pero se deja llevar por su impulso y su inspiración a la hora de usar el color. "Porque la vida es color, creo", sostiene la autora. "Hay quien me dice que plasmo la región pero la tiño de unos colores que no tiene. Quizá es que es así como la quiero ver, con mucha fuerza y más vida", añade. Si la luz es lo que le inspira, del resto respeta la realidad. "No hay ni una estación del año, ni una hora del día, ni un lugar de la región que artísticamente me provoque más que otro porque en Asturias todo es bonito: el otoño, el invierno, el mar, la montaña, el cielo, las flores... todo" manifiesta esta creadora con formación en Bellas Artes.

En el caso de la exposición del Ateneo se pueden encontrar marinas, ambientes rurales, bosques, caminos, atardeceres, estampas autóctonas como la vara de hierba o las barcas en la orilla... y paisajes muy concretos que algunos visitantes reconocerán, como el Dolmen de San Martín del Rey Aurelio, o el molino del mismo concejo, los teitos de Somiedo, el Monsacro, o una panorámica de Bueño que es, además, la obra de mayor formato que puede encontrarse. Todas destilan la asturianía de una mujer de mundo que conoció la región siendo ya adulta -primero vivió en el Congo, luego en Argelia y Bélgica- y que cuando aún no sabía bien español ya pronunciaba a la perfección expresiones como "qué ye ho". Y eso era fruto de oír a "mi güelina". Así que, por si no se notara lo suficiente en sus cuadros, no duda en afirmar que "yo a Asturias la siento, soy asturiana por condición y raíces".

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