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Adiós a un gijonés irrepetible

El jubilado que murió escribiendo

Fallece en Madrid a los 91 años Ladislao de Arriba, escritor, periodista a su modo y articulista histórico de LA NUEVA ESPAÑA

El jubilado que murió escribiendo

En una entrevista con Cuca Alonso fechada en agosto de 2010, como Grande de la Semana Grande que era, Ladislao de Arriba había dejado escrito su propio epitafio: "Aquí yace un jubilado que murió escribiendo en LA NUEVA ESPAÑA". Y casi cumplió su palabra, ya que hasta finales del pasado septiembre, hasta que la salud, ya muy maltrecha, se lo permitió, estuvo Ladis mandando al periódico sus artículos bajo el título de "Dando caña con coña". Fueron más de cincuenta años de columnismo, siempre con cargado de sorna, plenos de coña marinera, puesto que Ladislao de Arriba había nacido en Gijón en 1924 y ni un solo día en Madrid dejó de añorar su ciudad natal. A la que regresan ahora sus restos mortales, que ayer fueron velados por sus seres más queridos y amistades en el tanatorio madrileño de Tres Cantos.

"Predestinado genéticamente" a trabajar en el Banco de España -era hijo, nieto y sobrino de empleados del regulador bancario- lo que Ladis quiso ser fue periodista. Y sin certificado oficial, lo consiguió, a su manera. Cursó el bachillerato en el instituto Jovellanos y se hizo profesor mercantil en la Escuela de Comercio. Ingresó en el banco por recomendación paterna y su primer destino estuvo en Córdoba, en 1948. Años después lo desplazaron a Oviedo, donde compartía el trabajo en el banco con la secretaría del Club de Tenis. En esa época trabó amistad con el maestro de periodistas Juan Ramón Pérez Las Clotas, por aquel entonces redactor-jefe de LA NUEVA ESPAÑA, con quien había estudiado de joven quien le inoculó en vena, entre whisky y whisky, el virus indomable del periodismo. Empezó a colaborar en este periódico y Radio Oviedo, siempre bajo seudónimo, siempre sorteando con su fina ironía la línea roja que marcaba la censura. Así, Ladislao de Arriba fue el hombre de las mil firmas: Juan Azcona, Playicio, Mauregato, Estragón, Praderito...

Trasladado al Banco de España a Madrid, su acercamiento al periodismo fue ya definitivo. Ya había colaborado en "El Noroeste" y en "Voluntad" pero en la capital del reino traba amistad con José Luis Balbín, a quien había conocido años antes en LA NUEVA ESPAÑA, y quien le recomienda para el gabinete de prensa del Ministerio de Obras Públicas de la época, a media jornada: por la mañana, en el banco; por la tarde, al gabinete ministerial. Posteriormente se haría cargo de la secretaría de despacho del director de Pueblo, tras la salida de Emilio Romero del célebre rotativo de los Sindicatos Verticales. En ese puesto, "donde aprendí periodismo a fondo", según él mismo relató, asistió a tres directores: Luis Ángel de la Viuda, José Ramón Alonso y Juan Figueroa. En el diario escribe una columna semanal que se titula "En camisa de once varas". En esa época, le tocó corregir el discurso con el que Adolfo Suárez se despidió como jefe del Movimiento.

De la mano de Balbín ingresa en 1976 en el equipo realizador del mítico programa televisivo "La clave", en el que fue coordinador a cargo de los invitados. En uno de los programas trabó amistad con el también gijonés Santiago Carrillo, con quien durante muchos años compartiría tertulia en la anual entrega del premio de novela Café Gijón, en Madrid.

Llega la Transición y Ladis, habitual de la noche madrileña, noctámbulo de tantos conciliábulos de la época, ya no hace pandilla sólo con periodista sino con gente de la farándula, en Bocaccio. Por su gracia natural, por su buen humor y mejor carácter, hace cameos en varias películas. En "Gary Cooper que estás en los cielos", de Pilar Miró, levanta la mano con un bolígrafo como subastero en una puja; en "La corte de Faraón", de José Luis García Sánchez, hizo de director de orquesta; en "Jarrapellejos" de Antonio Giménez Rico, su papel fue de notario.

Paz Fernández Felgueroso le ofreció ser pregonero de las fiestas de Begoña, el último pregonero de un gobierno de izquierdas en su ciudad natal, y aceptó sin rechistar. "Pero gratis", le avisó la entonces alcaldesa, "que nosotros no pagamos al pregonero". "Ni yo le cobro a las alcaldesas", respondió Ladis, que disfrutó ese día como un niño, viendo la plaza Mayor abarrotada desde el balcón municipal. El discurso, coñón y festivo, irónico y gijonudo como era Ladis, iniciaba así: "Como nadie ha querido presentarme, alegando que soy un impresentable, me presentaré yo mismo...". A Mapi Felgueroso sólo le exigió "una megafonía de las buenas" para paliar el decaimiento de su quebrada voz de los últimos años. "Que sea de marca, que no sea de ésas de los chinos", espetó el pregonero a la alcaldesa, que respondió con una carcajada.

Los restos mortales de Ladislao de Arriba fueron incinerados ayer en Madrid, en la más estricta intimidad, por deseo expreso del fallecido, quien dejó dicho que no quería esquelas ni funeral. Por ese mismo deseo, las cenizas serán trasladadas a Gijón. En mayo de 2010, cuando fue protagonista del XXVIII Cuaderno Literario de Cudillero, pidió que a su muerte "me hagan un sitio en el camposanto de Santa María de Piñera".

Durante el responso en el tanatorio de Tres Cantos en la tarde de ayer, uno de los hijos de Ladis, el más cercano a él, Lalo Azcona, actual presidente del Consejo Social de la Universidad de Oviedo, pronunció unas emotivas palabras que hicieron brotar lágrimas de emoción a los asistentes, entre los que se encontraban el empresario naviero y vicepresidente primero del Real Madrid, Fernando Fernández Tapias; y el padre del la Reina Letizia, Jesús Ortiz.

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