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El neón apagado de Ezcurdia

El Eros, mítico club abierto en los inicios de la democracia, deja tras de sí 36 años de historia con la jubilación de sus gestores y golpeado por la crisis

El neón apagado de Ezcurdia

Corría el año 1979 y los españoles apenas habían votado hace tres meses en las primeras elecciones municipales de la democracia. En la calle Ezcurdia abría un local rompedor, encabezado con luces de neón en las que se podía leer el nombre del dios del amor de la antigua Grecia. Poco después se estrenaría una de las películas de Pajares y Esteso más representativas de la época, "Los bingueros". El destape llegaba al cine y, más o menos a la vez, a la noche gijonesa. Ahora, justo 36 años después, el manto de la crisis ha tapado uno de los letreros de neón más míticos de Gijón.

El Club Eros cerró sus puertas hace unos meses. De un día para otro, las luces de su entrada desaparecieron. Y se apagó así uno de los locales históricos de la noche de alterne gijonesa. Algo incuestionable, dejando aparte el morbo y debate que generan a su alrededor este tipo de negocios.

La propiedad y la gerencia del negocio llegaron a edad de jubilación. Fue el pequeño empujón que les hizo decidir el cierre al que estaban poco menos que abocados y que ya sobrevolaba sobre sus cabezas tras varios años de malos resultados de la mano de una crisis que ha golpeado muy duro a todos los sectores de la noche gijonesa; aunque un negocio cuente con una solera de tres décadas y media, como el Eros.

Sus instalaciones fueron toda una novedad en su época. Hasta entonces lo más parecido eran las conocidas como güisquerías, algunas de las cuales proliferaban en las cercanías de donde se instaló el Eros, o en Cimadevilla. La propiedad adquirió todo un edificio, con apartamentos en las plantas altas, habitaciones y el principal local en el bajo. Su nombre, el del dios del amor, fue idea de su arquitecto, el conocido Gemar.

Desde su inauguración, el Eros no dejó de crecer. Sus instalaciones fueron incorporando novedades como el aire acondicionado o el jacuzzi. No faltaba la barra americana. Y su popularidad aumentó dentro y fuera de Asturias como referente en el sector del alterne. Nunca mejor dicho, porque la mayoría de sus clientes acudían al local para alternar con las señoritas que allí trabajaban más que para contratar sus servicios completos.

Adquirió fama el local gijonés -situado además al calor de la ciudad y no en un frío polígono- de contar con escorts o chicas de compañía de agradable conversación, más allá de su belleza estética. No en vano su gerencia, encargada del día a día del local, se granjeó prestigio en el panorama nacional.

Durante años no cerró el Eros ni un solo día. Luego lo hacía en fiestas muy puntuales, como Nochebuena. Hasta poco antes de la crisis aguantó su etapa de esplendor, durante la que acogieron a toreros, futbolistas o actores, entre otros personajes conocidos. Evidentemente, la discreción de los gestores del club ha sabido mantener en secreto sus nombres. Era frecuente que hombres de negocios cerrasen tratos entre sus paredes.

También fue evolucionando. Si, al principio, las escorts que trabajaban al abrigo del Eros eran todas españolas, sus nacionalidades se fueron diversificando. En cualquier caso, algunas de ellas se mantuvieron prestando sus servicios en el local durante periodos largos, incluso hasta de catorce años. Algo no demasiado frecuente en un ámbito donde abunda la rotación de un sitio a otro. "No era para nada un club de plaza", aseguran quienes lo conocieron bien, que también recalcan la ausencia de sanciones al negocio y el trato a las mujeres que en él trabajaban, que, afirman, estaban aseguradas y en regla.

Los mismos aseguran que en no pocas ocasiones las chicas "se convertían en confidentes" de los clientes. Invitarlas a un benjamín costaba 60 euros. Pero, a raíz de lo que era un servicio contratado con dinero, a veces "Eros hizo de las suyas". Se cuentan más de 17 matrimonios surgidos dentro de las paredes del club de la calle Ezcurdia. Algunos, ya con hijos, persisten a día de hoy.

Ahora ya todo se queda en recuerdos, a la sombra de unas luces de neón y detrás de una llamativa puerta de madera, custodiada siempre por un fornido portero. Esas luces ya no iluminan la calle Ezcurdia al llegar al parque de la Fábrica del Gas. Las crisis las ha fundido, como ha hecho con un significativo porcentaje de la noche gijonesa.

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