-Dígame, ¿usted quién es?
-Un gijonés nacido en la Gota de Leche (1946), el seis de enero, día de Reyes. Mediano de tres hermanos varones. Me considero extrovertido, tengo facilidad para empatizar con la gente. Ecléctico, me adapto a cualquier circunstancia; melancólico, y ordenado en extremo. Estoy viudo, dos veces divorciado y no tengo hijos.
-¿De pequeño qué quería ser?
-Muchas cosas... Primero sacerdote, luego torero. A los doce años me dio una parálisis facial que me obligó a ralentizar mis estudios durante dos años, y un día se me quitó sola.
-¿Dónde estudió?
-En el colegio de La Inmaculada, pero me expulsaron. Terminé en el Corazón de María, donde fui compañero de Francisco Álvarez Cascos. Lo que es la vida, luego volví a La Inmaculada de profesor.
-¿Profesor de qué?
-De francés. Había hecho la carrera de Filología Francesa en París, en la Sorbona. En los años ochenta volví a Francia para hacer el doctorado.
-¿Cómo se inició en el arte floral?
-Desde niño siempre obtuve las mejores notas en dibujo, tanto lineal como artístico. He hecho puntillismo, fusain, pastel, acuarela, óleo, tintas chinas, tallas en madera...
-¿Y las flores?
-Una día, saliendo de la Universidad de Perpignan, donde hice el doctorado y la licenciatura en Ciencias Económicas, vi en el suelo una hoja de árbol en forma de corazón, la recogí, la puse en un libro, y desde ese momento empezó a llamarme la atención todo lo vegetal. Me dio por acumular toda clase de hojas. Las secaba y prensaba. Esperé años a que cristalizaran para luego proceder a su composición artística.
-¿Tuvo que formarse en esa especialidad?
-No, mi proceso formativo fue al revés, empecé con la práctica y merced a ella fui adquiriendo técnica. Mis primeros trabajos estaban realizados con flores silvestres, y poco a poco fui añadiendo las ornamentales adquiridas en floristerías. Para la recogida en el campo hay que tener en cuenta la humedad de la noche precedente, el cuarto lunar, los días de floración...
-¿Qué criterios sigue para elaborar un cuadro?
-Tengo en cuenta el equilibrio cromático, la inspiración, los recuerdos, y, como dicen los franceses, el estado de alma.
-¿Dónde celebró su primera exposición?
-En Angeles-sur-mer, la localidad donde está enterrado Antonio Machado. Vendí muchas obras, pero lo mejor es que me invitaron a exponer en el Palacio de Congresos de Perpignan y a partir de ahí todas las exposiciones que celebré fueron por iniciativa ajena, es decir, invitado.
-¿Cuántas obras ha producido?
-Cerca de un millar, repartidas por diferentes países europeos, y casi un centenar está en Japón, país que no conozco.
-¿Y que cantidad lleva al Auditorio Príncipe Felipe?
-Cuarenta y ocho, realizadas para mi presentación en España. Utilizo un adherente de mi propia fabricación, orgánico, para que no se alteren las materias vivas. Es un proceso muy complicado, que necesita meticulosidad y paciencia, aparte de sensibilidad.
-¿Pudo vivir de este arte?
-Nunca lo he intentado. Trabajé de muchas cosas, de profesor, de injertador de árboles frutales, de chef en diferentes restaurantes. Cocino muy bien.
-¿Quién ha sido su maestro?
-Yo mismo. Soy autodidacta por los cuatro costados.
-¿A qué personaje le hubiera gustado conocer?
-Mi personaje real preferido es Mahatma Ghandi y el imaginario, Edmundo Dantés, protagonista de "El conde de Montecristo", aunque no soy vengativo.
-¿Deportivamente, usted ha valido para algo?
-Aún sigo nadando desde el camping del Rinconín hasta en Club de Regatas. Y buceo para recoger algas destinadas a mis composiciones marítimas.
-¿Por dónde se inclinan sus pasiones?
-Ahora practico el taoísmo; he renunciado a los placeres físicos, aunque reconozco que soy un sibarita a la hora de comer.
-¿Qué nota se atribuye en sentido del humor?
-Un once sobre diez. Me gustaría participar en el programa "El club de la comedia".
-Si volviera a empezar...
-Aprendería más idiomas.
-¿Cuántos habla?
-Seis. Francés, inglés, italiano, árabe, sueco, y castellano.
-Cuál es su color preferido?
-El azul.
-¿Y su flor?
-La margarita.
-Si un día se perdiera...
-Que me busquen en isla Rodrígues, del archipiélago de Las Mascareñas, situado en el océano Índico, al este de Madagascar. Tiene el conservatorio de plantas más fantástico del mundo, incluso algunas que ya se han extinguido.
