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Baco retoma su ruta

La peatonalización de la calle Begoña impulsa la recuperación de una zona de vinos emblemática que se pone "hasta la bandera" a la hora del vermú y al caer la tarde

Las modas dictan sentencia. Así funcionan las personas cuando manifiestan sus preferencias. Ya sea en la ropa, con la forma de hablar y, por supuesto, los ambientes. En consecuencia en las ciudades, y Gijón es un claro ejemplo, la actualidad lúdica gira en torno a las modas. Y, a menudo, son cíclicas.

El mejor ejemplo es la Ruta de los Vinos que vuelve a estar en auge en el centro de Gijón. Más si cabe tras la peatonalización de la calle Begoña desde Munuza hasta Santa Rosa. Tras varios años enfocada al ocio nocturno, copas y música ruidosa, y un posterior declive, ahora es tiempo del vermú y vino al caer el sol. El formato que guardan en la memoria los más nostálgicos.

"He sido rutera y lo seré siempre. Las viejas glorias nunca mueren y están de vuelta", asegura, orgullosa, Carmen Martínez, mientras refresca el gaznate en la calle Begoña junto a su amiga Hortensia. Ambas comparten mesa, en una tarde otoñal con el tiempo ideal para la terraza. "Si a esta calle le quitas las terrazas, se muere, como se murió entonces. Si tienes frío te pones un abrigo pero aquí hay que estar fuera para disfrutar de tanto ambiente", argumenta. "La noche se acabó para nosotras. Ahora somos de vermú largo", aclara Martínez pasadas las cinco de la tarde. El dúo ya vivió la época dorada de la ruta y, si bien están encantadas con el "remember", cualquier tiempo pasado fue mejor. "No creo que lo vuelva a ver igual que en los ochenta", sentencia Hortensia.

En cambio, Cristina Bonet encarna la filosofía de que lo bueno está por venir. "Ahora se junta gente de muchas edades, desde los 20 hasta los 60, y es lo bonito". Es un sentir general en la zona. "Hay mucha diversificación, la gente se mezcla. En otras zonas parece todo de más postín, pero aquí todo se junta. Nadie se siente fuera de lugar", asegura Estela Rodríguez, que despacha con esmero en "El Vapor". Lleva tiempo detrás de la barra y ha sido testigo de la recuperación de uno de los puntos neurálgicos de la ciudad. "Esto está cuajando", avisa.

A partir de las doce del mediodía comienzan a ocuparse las primeras mesas. Tanto en días laborables como los fines de semana. Si uno se retrasa más de la cuenta ya puede empezar a hacer cola en busca de sitio libre. "Llegamos a las dos y no nos pudimos sentar hasta después de un buen rato. Antes estaba muerto y ahora está hasta la bandera", cuenta Paula Sánchez. Comparte confidencias con Laura de la Troupe. "Lo que está muy bien de esta calle es que hay de todo. Puedes comer, tomar una copa, un vino? Distintos ambientes. Cada día te apetece uno distinto y todos se complementan", valora. No obstante Isaac Pascual frena la algarabía predominante y espeta que "esto puede ser fruto del momento y la novedad".

Muchos locales, los que no sirven comidas, bajan la persiana al mediodía. El segundo aluvión llega pasadas las ocho de la tarde. Cuando los comercios cierran, es turno del descanso que llega en forma de vino en la ruta. Se ha convertido en punto de encuentro, y tertulia. Normalmente hasta las doce de la noche entre semana y hasta la una de la madrugada los sábados. Ahí empieza el toque de queda.

Tras una jornada de duro trabajo y amplia caja se nota la satisfacción. "Se agradece el repunte de la ruta", celebra Marcos Martínez, propietario de "El Quijote". Para él, la gran carga de trabajo es una bendición. "¿Quién se queja de tener trabajo hoy día?", sentencia.

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