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Un cabazo entre joyas y submarinos

El congreso Metal España incluye un trabajo de la restauradora Cándida Bermejo sobre la recuperación de elementos etnográficos

El cabazo antes de su restauración.

En el congreso Metal España 2015, la cita de conservación y restauración del patrimonio metálico nacional celebrada el pasado mes en la Real Casa de la Moneda de Segovia, se habló de joyas fenicio-púnicas, de orfebrería religiosa, de cañones del siglo XVIII y hasta de cómo conservar el submarino de Isaac Peral.

Pero también se habló de un pequeño objeto etnográfico, un cabazo de hojalata usado para medir y trasvasar vino, ajado por la corrosión, con manchas de taninos del vino y con abolladuras del uso. Un objeto de uso cotidiano procedente de una bodega gallega al que una restauradora asturiana formada en la Escuela Superior de Arte del Principado de Asturias (ESAPA) le tocó devolver su antiguo lustre. El trabajo de Cándida Bermejo, avilesina afincada en Gijón, especialista en modelado y moldes, se convirtió con el impuso de docentes de la ESAPA en una comunicación que fue seleccionada para su puesta en común con expertos de la Península. El título de la investigación daba idea concreta del interés de la autora: "Sistemas de protección para preservar el aspecto en bienes culturales de acero". Porque más allá del simple cabazo y del tratamiento específicos que se usó para devolverle esplendor a la pieza citada está la reflexión que subyace en todo el trabajo, donde partiendo de métodos científicos, se ahonda en lo que puede suponer la recuperación de objetos etnográficos y su protección para la conservación muchos más años.

"En la restauración han cambiado mucho las cosas. Cada vez se va implementando más la metodología científica y cuando hay que intervenir en una pieza hay que partir de estudios rigurosos de documentación histórico-artística; a eso le seguirán estudios de la iconografía para saber qué te está contando esa pieza para respetarlo en la mayor medida, estudios de material, y también un trabajo para evaluar el estado de conservación con técnicas de diagnóstico que te permitan llegar a una propuesta de tratamiento", explica Cándida Bermejo.

Una vez que se ha optado por el tratamiento que se considera adecuado, añade la experta, "hay que plantearse siempre una preservación preventiva, o en caso de bienes culturales que vayan a estar a la intemperie un plan de mantenimiento. Hay que mentalizarse de que hay que conservar antes que restaurar. Muchas veces se espera demasiado, no se hace conservación preventiva y hay que intervenir en esas piezas. Pero se debe intervenir lo menos posible", insiste la especialista.

En el caso concreto del cabazo sobre el que Bermejo tuvo que actuar a petición de la propietaria, que pensaba exhibirlo en una bodega, la selección del tratamiento tuvo en cuenta, sobre todo, que "el valor etnográfico es preservar las huellas de uso. Por eso las manchas de tanino -originadas aparentemente por la reacción de los taninos del vino con la corrosión- nos interesaban, porque daban idea de ese uso que tuvo antaño. Y también las abolladuras. Pero no podíamos permitir que la corrosión avanzara porque nos quedaríamos sin pieza", expone Bermejo.

El trabajo de selección de tratamientos, con esos condicionantes citados, no fue simple pero rigiéndose por el método científico finalmente la especialista optó por un sistema tricapa de productos que combinaban, entre otros, el poder aislante con el repelente de humedad sin dar excesivo brillo ni alterar el color original de la pieza.

"Se logró una protección física muy completa a base de usar tres productos distintos", señala la autora. Hasta llegar a eso hubo que estudiar adecuadamente el comportamiento de las películas protectoras en el tiempo y su capacidad de mantener esa protección sobre el acero, lo que llevó incluso a ensayos de laboratorio de envejecimiento acelerado.

Cándida Bermejo, apasionada de la restauración, lamenta el poco desarrollo que tiene en Asturias este campo de trabajo. "La restauración tiene un potencial enorme que aquí no se está desarrollando. Falta mucho por hacer", sostiene. En la comparativa con otras comunidades españolas, Asturias no sale bien parada según esta restauradora. "En otras comunidades hay centros e instituciones relevantes donde se trabaja la investigación en torno a la conservación, pero aquí no. Y es un error. Poner en valor el patrimonio cultural siempre aporta riqueza directa e indirectamente a un territorio. No se debería considerar un gasto sino una inversión; pero aquí aún se ve como un gasto", declara. Y eso por no hablar de la responsabilidad que implica que "la Administración haga muchos reconocimientos de BIC (bienes de interés cultural) sobre los que luego no hay planes de conservación. Es incongruente". Tan incongruente como el hecho de que "sólo dos museos en Asturias tengan área de restauración (Bellas Artes y el Arqueológico). Ninguno de los museos etnográficos de la región tienen especialistas en la materia, y eso que a priori hay muchos centros y parece que nos interesa el tema de la etnografía", cuenta. Para Bermejo quizá los bienes etnográficos son, precisamente, "los grandes olvidados. Porque siempre habrá alguien que mire por las piezas artísticas de autores de renombre pero no ocurre así con los objetos etnográficos. Lo normal es que con el deterioro se tienda a su sustitución, ya que por una pieza que se expone igual hay otras veinte en el almacén; pero no siempre es así y muchas también son piezas insustituibles", alerta.

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