La personalidad de Ramón Juidia tiene tanta solidez como las montañas que han ocupado buena parte de su vida. Es un hombre recio, austero y apasionado; habla de sus aventuras con entusiasmo y al mismo tiempo con gran sentido común. Comunicativo, sincero, lleva en la cara la nobleza de los hombres de bien. Cuando le llamé para concertar nuestra cita estaba bajando de una de sus cumbres.

-Dígame, ¿usted quien es?

-Nací en La Felguera (1947), mediano de tres hermanos. Soy un hombre muy normal, me llevo bien con la gente. Trabajador, disciplinado y extremadamente puntual; nunca he llegado tarde a nada. Tengo muy buenos amigos entre los montañeros. Llevo cuarenta y ocho años casado y no tenemos hijos.

-¿De pequeño se subía por las paredes?

-Sí, fui muy trasto, lo que ocurre es que empece muy pronto a ir a la montaña; mi padre era presidente de un grupo de montañeros de La Felguera y me llevaba con él. Mi madre también nos acompañaba, y mas tarde mi esposa.

-¿Para qué se había preparado en la vida?

-Estudié el Bachiller en el instituto de La Felguera, y antes de terminarlo me contrataron en un taller como aprendiz de ajustador. A los diecisiete años entré en la empresa Crady, ya como ajustador, y toda la familia se trasladó a vivir en Gijón. Mi padre, que toda su vida había trabajado en una farmacia, montó una droguería en Ceares. De manera que soy vecino de Gijón desde 1964, y aquí estoy feliz.

-¿Qué actividades abarca su montañismo?

-Excursiones, ascensiones, esquí de montaña que es lo mas duro de todo; en el esquí de montaña conocí a todos los grandes de la época. También hice algo de escalada, porque hay picos que si no se escalan son inaccesibles.

-¿Ha subido el Urriellu?

-Sí, mujer, ¿como no? Varias veces.

-¿Que pasa con la montaña que últimamente hay tantos accidentes?

-Que hay personas muy irresponsables y entienden la montaña como una excursión, y no es así. Hay que ir muy preparado y con algo de conocimiento. Creen que con llevar un GPS, o un móvil ya esta todo resuelto, pero en muchos casos han de recurrir al 112 para que venga el helicóptero a buscarlos. El tema es muy serio, yo tuve que ayudar a algunos a encontrar el camino porque estaban perdidos; llevan un mapa, y piensan que las zonas están rotuladas como las calles y se lían. Los nombres de los lugares los conocemos nosotros, pero es mas importante conocer las rutas.

-¿Usted ha sufrido algún accidente?

-No, dirigí durante dieciséis años las excursiones del grupo de montaña Torrecerredo, y otros ocho las del Grupo Covadonga, y solo una vez hubo que llamar al helicóptero porque un chico, al resbalar rompió una pierna.

-Dicen que la noche en la montaña es terrorífica...

-Yo la he vivido varias veces, pero siempre encontré el camino de vuelta. Tengo la costumbre de llevar conmigo una buena linterna.

-¿Nunca ha tropezado lobos?

-Sí, y ellos nos tienen más miedo a nosotros, que nosotros a ellos. Los vi varias veces y de bastante cerca, pero echaron a correr; iban en grupos de tres o cuatro y cuando escapan lo hacen cada uno en una dirección distinta, son muy listos.

-¿Recuerda cuándo coronó la primera cumbre?

-Tenía siete años y aun guardo el recorte del periódico que dio la noticia. Era la cumbre del Mostayal, en la Sierra del Aramo. Iba con mi padre y sus amigos.

-¿Allá arriba se ve la vida en otra dimensión?

-Las vistas son maravillosas y todas distintas, se siente uno el rey del mundo, del mambo, de todo... Piensas que eres un campeón.

-¿Su corazón aún no se queja?

-He fumado toda la vida y al notar que la montaña me pedía mayor esfuerzo bajé el ritmo, pero le echo la culpa a la edad, es decir, a la parte de atrás del carnet. Uno se va poco a poco moderando y lo que antes hacías en cuatro horas, lo resuelves en cinco. Ayer, por ejemplo, subí, con un día estupendo, al Escamellado, en Sotres, donde hay un mirador impresionante.

-¿ Le hubiera gustado hacer un "ocho mil"?

-Nunca me lo planteé, la escalada lleva mucho tiempo y yo tenía que trabajar. Aparte, algunos que los hacen acaban medio tocados, con congelaciones, y problemas de falta de oxígeno.

-¿Y ha vivaqueado?

-Muchas veces, siempre en verano, y en alguna ocasión he dormido en tienda de campaña sobre la nieve.

-¿El miedo existe, allá arriba?

-Sí, yo sé lo que es, pero ahora es difícil sufrirlo porque se llevan equipos muy completos.

-¿Cual es para usted la cumbre mas bonita?

-Para subirla, la Peña Santa de Castilla, y para verla, Tiatordos desde San Juan de Beleño.

-¿Qué prefiere, escalar o andar?

-Andar.

-¿Qué país tiene las montañas más bonitas?

-De lo poco que conozco me encantan Los Dolomitas, en los Alpes Italianos, con nieve impresionan y sin nieve acojonan. Es inenarrable lo que se ve.

-¿Qué sueño le queda por realizar?

-Ninguno, sigo haciendo lo que más me gusta.

-Respecto a su trabajo nos habíamos quedado en Crady...

-Después de Crady fui jefe de mantenimiento del Sanatorio Marítimo durante seis años. Luego puse una tienda de útiles de montaña en la calle Marqués de Casa Valdés, que funcionó unos dieciséis años, hasta que me llamaron para volver a mi puesto de ajustador, algo que me vino muy bien para mis cotizaciones a la Seguridad Social. Ahora llevo tres años jubilado.

-Volviendo a la montaña, dicen que es peor bajar que subir...

-Cierto. Bajar es muy duro. Las agujetas siempre son consecuencia del descenso por el esfuerzo de ir frenando.

-¿Qué ritmo mantiene en la actualidad?

-Hago montaña un día a la semana y voy solo pocas veces y eligiendo un sitio fácil.

-Si volviera a empezar...

-Sin duda mi camino sería la montaña.

-¿Daría algo por tener veinte años menos?

-¿Hay alguien que diga que no los quiere?

-¿Le interesa la política?

-Nada, nunca he votado y no sé lo que haré en el futuro. Ocurre que a los políticos no los entiendo.