Gerardo Martínez (Cedeira, La Coruña, 1971) aprendió a pescar hace treinta años gracias a los conocimientos heredados de su padre. Y profundizó en ellos gracias a varios asturianos: Pepe Viña -excampeón del mundo de pesca submarina-, con quien compartió jornadas de deporte, y Alesandro Picasso, pero su gran mentor fue Rafael Puga "Falo". Todos estarían orgullosos al comprobar que su pupilo ha logrado un récord mundial tras pescar una chopa de 6,22 kilos. Ya tiene en su mano la acreditación europea que lo certifica y la mundial se está tramitando.

"Estaba a unos catorce metros, buscando lubina, en una grieta cercana a Cedeira, en aguas del Atlántico. De pronto me encontré con la chopa y salí detrás de ella hasta unos 17 metros, y logré pescarla", recuerda orgulloso Gerardo Martínez quien pronto reconoció de lo que se trataba. "Es una especie que abunda en esa zona. Pero no imaginé que el gran tamaño supondría un reconocimiento así", revela Martínez que no sabía que tenía entre manos el pasaporte para el diploma que reconoce su hazaña homologado. Un diploma que valida la Asociación Europea de Récords de Pesca Submarina, que en Gijón tiene a Constancio Herrera. La entidad promueve, sobre todo, la colaboración con las organizaciones científicas y administrativas y promocionar la pesca más selectiva y responsable.

La generosidad de Gerardo Martínez y esos lazos pesqueros con Asturias le ha llevado a donar su captura al Centro de Experimentación Pesquera de Gijón. "Tengo mucho aprecio a esta tierra", sostiene mientras se separa de la chopa que continúa inmersa en las labores de conservación para su exposición en el museo de la Casa del Mar. La "Spondyliosoma cantharus", conocida popularmente como chopa, compartirá espacio con crustáceos, cetáceos, tortugas y focas y otros pescados en lo que supone una oda a la fauna marítima del Cantábrico. Antes debe someterse a un proceso de puesta a punto hasta su exhibición final en el centro museístico gijonés.

Una vez descongelada la chopa, al ser de gran tamaño, se eviscera. La parte muscular puede mantenerse pero no así las vísceras porque podría provocar la podredumbre total. Luego se extiende completamente para que sean visibles todos los detalles y rasgos relevantes para poder clasificarla. Se mete en formol al 4%, en un volumen diez veces mayor que el del animal. En este caso reposará en formol alrededor de dos meses hasta que se paralicen los procesos celulares y así evitar la descomposición. En última instancia se introduce en alcohol, concretamente alcohol isopropílico, y perdurará así de forma indefinida aun a riesgo de perder parte de su coloración.

Por último es el momento de su exposición. Un convenio internacional estipula que los peces siempre deben ser expuestos por su lado izquierdo. "Salvo que esté muy dañado o que sea un pez plano. No obstante las excepciones son pocas", explica José Antonio Pis, responsable del montaje del museo.

Él se encarga de las visitas. Conoce cada especie y cada recoveco de un museo que ya empieza a quedarse pequeño. Lo hace sencillo, acostumbrado a las preguntas de los escolares. Las especies que forman parte de la muestra pertenecen al mar que baña las costas asturianas en un 99%. O bien por ser autóctonos del Cantábrico, de hábitat continuo o debido a migraciones, o bien aquellas especies que sorpresivamente aparecieron en aguas del Principado.

En el fondo del mar aguardan nuevas especies por descubrir. Algunas se creían extinguidas en estas costas y, de pronto, emergen a la superficie para sorpresa de todos. Todo apunta a que los récords no han hecho más que empezar.