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La Escuela de Artes y Oficios: hacia la prosperidad gracias a la instrucción

Acisclo Fernández-Vallín y Justo del Castillo y Quintana fueron básicos en la renovación de las enseñanzas técnicas

La Escuela de Artes y Oficios: hacia la prosperidad gracias a la instrucción

Aquel 5 de noviembre de 1886, fecha en la que se publicó en el Boletín Oficial del Estado el Real Decreto del Ministerio de Fomento por el que se creaba la Escuela de Artes y Oficios de Gijón, Acisclo Fernández-Vallín ojeaba feliz "La Correspondencia de España", su periódico favorito, en su casa madrileña de la calle de Cedaceros. Iban a cumplirse los setenta y cinco años de la muerte de Jovellanos y pensó que aquel era el mejor homenaje que se le podía hacer a quien no se cansó de repetir la idea básica de que "la principal fuente de la prosperidad pública se debe buscar en la instrucción".

De poco hubiera servido el Real Decreto si antes no hubiese sido el propio Acisclo Fernández-Vallín quien se hubiera ocupado de hacer realidad lo antes posible lo que autorizaba el Ministerio de Fomento. Lo primero era tener una sede y gracias a la amistad que Acisclo Fernández-Vallín mantenía con el matrimonio formado por Servando Ruiz Gómez y Juliana González logró que le alquilasen la casa-hostal de que disponían en el número 15 de la calle del Instituto. Firmado el contrato el 13 de julio, un mes después la Dirección General de Instrucción Pública designó al director del "Instituto de Jovellanos", Félix Goicoechea, al alcalde de Gijón, Alejandro Alvargonzález, además de al propio Consejero de Instrucción Pública, Acisclo Fernández-Vallín para que, constituidos en comisión organizadora oficial, coordinasen el establecimiento y puesta en funcionamiento de la Escuela de Artes y Oficios en Gijón.

En este centro docente, además de las enseñanzas para la formación de maestros de taller, se impartieron clases técnicas de carpintería, labrado de piedras, albañilería, marmolería, tornería, herrería, relojería y hasta orfebrería del azabache, una floreciente industria artesanal gracias a "El Canijo", un popular cultivador en el montaje de este tipo de piezas suntuosas de azabache, materia prima que ya había advertido Jovellanos que se daba en abundancia en la tierra asturiana.

Para dirigir la Escuela de Artes y Oficios de Gijón no hubo grandes dudas en la elección y se escogió a un profesional amante de la técnica y del progreso, Justo del Castillo y Quintana, por su contrastada labor docente en Gijón, quien fue nombrado director oficialmente el 25 de noviembre de 1887 y también profesor de Aritmética, Geometría y Arte de Construcción. Con la misma fecha se produjo también el nombramiento de los demás profesores: Juan Menéndez Acebal -Dibujo Geométrico Industrial-, Francisco González López -Física, Química y Mecánica-, Gumersindo Bermúdez del Río -Modelado y Vaciado-, Ulpiano Alonso Álvarez y Bonifacio Muñiz Cárdenas -Enseñanzas Gráficas-, Benito Conde García -Enseñanzas Orales-, Isidoro Fernández Quirós -Dibujo de Adorno y Figura-. El primer claustro quedó constituido, en una de las salas del "Instituto de Jovellanos", el 12 de diciembre de 1887. Además de realizarse el primer presupuesto se tomó el acuerdo de solicitar al Ayuntamiento de Gijón el aumento de la subvención y también la cesión del material e instalaciones de la Escuela Nocturna del Instituto.

El entusiasmo era general ante la inminente apertura de la Escuela de Artes y Oficios. Todo Gijón participaba en algo tan fundamental para la renovación de las enseñanzas técnicas. De ahí que hubo aportaciones y regalos de todo tipo para la realización de prácticas. Agustín Guzmán Sancho -el biógrafo de Acisclo Fernández Vallín, Julio Somoza y Justo del Castillo- narra los valiosos donativos con todo detalle: "La empresa Cifuentes Pola y Compañía entregó gratuitamente el material necesario para las clases de modelado. El director de la Fábrica de Moreda, Isidoro Clausel de Cousserges, una remesa de ciento ochenta kilos de hierro. Guillermo Wellington y Juan Bautista Pelayo, de Pola de Siero, regalaron azabache para el trabajo de los alumnos. Fernández-Vallín, no pudiendo ser menos, regaló un conjunto de buenas y abundantes herramientas de relojería que posiblemente hubieran pertenecido a su padre? La esposa de Acisclo Fernández-Vallín, Laureana González Soubrié regaló un armonium Montana para las clases de música vocal? Los gerentes de la Fábrica de Gas entregaron dos hornillos, uno para el Laboratorio de Química y otro con cuatro planchas para la enseñanza de la mujer. Manuel Rodríguez Camín regaló un modelo de armaduras y cubrición de tejados. Benigno Piquero, varios objetos de escritorio y dibujo. El marqués de Toca, una colección de cuarenta y ocho cartones repujados imitando yeso y catorce libros. La viuda de Cándido Menéndez, ciento setenta y cuatro láminas de Dibujo Industrial hechas por su difunto hijo el ingeniero industrial Luis Menéndez. El conde de Revillagigedo gestionó del Ministerio de Fomento la entrega de dos cajas de ciento setenta libros y un atlas? Los propios profesores también colaboraron: Justo del Castillo entregó catorce láminas de dibujo industrial hechas por él; Ulpiano Alonso, dos cuadros con láminas de dibujo geométrico y un calendario con termómetro?".

No se olvidaron entre todos los preparativos y obras en el antiguo edificio de la "Fonda Europa" -lo que no dejaba de ser un acicate histórico- de construir dos escusados, dos mingitorios y una ventana en el piso principal, a fin de que pudiera abrir sus puertas cuanto antes de la Escuela de Artes y Oficios de Gijón.

Vibrante discurso de Justo del Castillo en la inauguración de la Escuela de Artes y Oficios. La solemne inauguración de la Escuela de Artes y Oficios de Gijón fue el día 20 de enero de 1888. El director Justo del Castillo y Quintana pronunció un meticuloso discurso en el que destacó la importante contribución de Acisclo Fernández-Vallín -quien se encontraba presente en el acto- para la creación de este novedoso centro educativo para impartir no sólo enseñanzas técnicas, sino también cuidar la formación cultural de sus alumnos, tanto hombres como mujeres. El nivel de calidad de las enseñanzas técnicas fue descrito por su director al asegurar con vibrante dialéctica y una clarividencia ejemplar: "¡Qué caro pagan su aprendizaje los que tienen la mala suerte de entrar en un taller cuyo maestro, desconociendo su deber, en vez de ser verdadero mentor de sus aprendices los estruja y explota su trabajo, cuidándose más de lucrarse con ellos que inculcarles, a la par que los conocimientos propios del oficio, los hábitos, moralidad y hombría de bien, sin lo que no es posible prosperar con base firme y segura en ningún arte como en ningún oficio! En estos talleres aprenderán cuanto sea necesario para conseguir que al salir de la Escuela de día estén en disposición de presentarse en los talleres del pueblo a solicitar trabajo, con la dignidad e independencia que proporciona la conciencia que se tiene de poseer cuanto es necesario para cumplir con su deber".

No menos hermoso es otro de los pasajes del emotivo discurso de Justo del Castillo en el que tiende una mano clarividente para la comunicación entre el centro docente y las necesidades reales de las empresas: "Los obreros han de considerar a esta Escuela como un consultor en las dudas que les puedan ocurrir en sus oficios. Los dueños de talleres pueden hacer las preguntas y consultas que crean puedan ser evacuadas por el personal técnico de la Escuela. Estoy seguro que todos ellos eso desean, pues que comprenden que ésa es su misión: enseñar al obrero, auxiliar al industrial y satisfacer a todos. A los matriculados en sus clases y a los no matriculados en donde quieran que les honren con su consulta. ¡Qué mayor satisfacción para todos ellos que la de ser útiles alguna vez haciendo menos penoso el trabajo o facilitando la solución de algún problema, medianamente entendido por quien tenga necesidad de resolverlo".

Por su parte, el presidente de la Comisión Organizadora y alcalde de Gijón, Alejandro Alvargonzález, no dudó en resaltar la importancia de la nueva época para las enseñanzas técnicas que se abría, además de agradecer a todos los que habían contribuido a su creación por lo que afirmó que: "Orgullo me causa ser hijo de un pueblo que, como éste, tan bien sabe hermanar su amor al trabajo material con su incesante anhelo por ilustrarse y ser mejor".

¿No habría que aprender algo de aquellos tiempos?

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