La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

MIGUEL CUESTA | Exinspector de seguros que ha cumplido 100 años

"Al llegar a los 100 años siento serenidad y satisfacción por cumplir un ciclo"

"Pablo Iglesias me parece inteligente pero demasiado idealista; siendo práctico, tal vez me incline por Ciudadanos"

"Al llegar a los 100 años siento serenidad y satisfacción por cumplir un ciclo"

El pasado viernes, 4 de diciembre, Miguel Cuesta cumplió 100 años. Tiene algún problema de movilidad, pero en lo restante se conserva estupendamente. Oye bien, razona mejor, ve sin gafas y responde cabalmente a todas las preguntas. Se advierte que es y ha sido un hombre bueno porque en todo momento busca la discreción para no molestar a nadie. Es alto y fuerte, y esperaba con ilusión la fiesta que iban a dedicarle todos sus familiares en un cumpleaños tan señalado.

-Dígame ¿Usted quién es?

-Un gijonés nacido en la calle Corrida 44, cuarto de diez hermanos, de los que solamente viven dos hermanas menores. Mi padre se casó dos veces, y yo pertenezco al primer matrimonio. No tuve una buena madrastra lo que me llevó a ser muy desdichado en la infancia. Siempre he sido voluntarioso, alegre, dicen que de buen carácter, y, pese a todo, optimista.

-¿Tuvo oportunidad de formarse?

-Apenas. Acudí a la escuela elemental y luego me puse a trabajar siendo aún muy joven. Primero en el Café Oriental, y después en una zapatería. Mi padre regentaba una colchonería, y al trasladarla a la calle Libertad pasé a trabajar con él.

-¿No hizo la mili?

-No, porque había comenzado la Guerra Civil y me movilizaron. Entré en el Cuerpo de Seguridad del Estado. Es decir, era una especie de policía al servicio de la República. Me destinaron a Amieva, cerca de Cangas de Onís, donde durante ocho meses fui jefe de zona. La gente me quería mucho.

-¿Era un buen mozo?

-Sí. Al acabar la guerra en Asturias volví a Gijón. Enseguida me llamaron los nacionales para que me presentara como soldado, pero acabaron metiéndome en La Cadellada, que entonces era una especie de campo de concentración. Estuve un año condenado a muerte, cuando todos los días sacaban a alguien para fusilarlo. Yo creo que me iba librando porque nadie dio malos informes de mí. Al año me indultaron porque una hermana mía, Teresa, removió Roma con Santiago hasta lograrlo. Pero aún permanecí seis años en la cárcel.

-¿Qué hizo cuando le liberaron?

-Fui desterrado a Cantabria, donde me mantuve a la expectativa de encontrar un trabajo hasta que un cura de Torrelavega me lo consiguió en casa de un marqués. En Cantabria conocí a Lola, la que hasta el día de hoy es mi esposa, que era de Pesquera de Reinosa. Yo tenía una prima en León y me animó a que fuera. Lo hice y encontré trabajo en el Banco de Santander como inspector de seguros. Una tarea que duró toda mi vida laboral, desde el año 1945 hasta 1980. Seis años después de conocer a Lola me casé y tuvimos dos hijos, Mariló y Miguel.

-¿Cuándo regresó a Gijón?

-Veníamos con mucha frecuencia. Al jubilarme, en el año 2000 compramos una casa en la calle Libertad y la de la familia de Lola, en Pesquera de Reinosa, también es nuestra.

-¿En qué momento de su vida ha sido más feliz?

-Cuando mis hijos eran pequeños.

-¿Terminó haciéndose franquista?

-No, nunca. Siempre fui un hombre de izquierdas.

-¿Qué va a votar en las próximas elecciones?

-Ni siquiera sé si votaré. Pablo Iglesias me parece inteligente, pero demasiado idealista y eso no es bueno. Si lo analizo desde un punto de vista práctico tal vez me incline por Ciudadanos. La economía siempre la ha llevado mejor la derecha que la izquierda. En este caso la derecha ha hecho lo que tenía que hacer.

-¿Hay una etapa desdichada en su larga vida?

-Como ya he dicho, la infancia, ya que crecí sin el cariño de una madre. Yo tenía dos años cuando murió a causa de aquella terrible epidemia de gripe de 1918. Nunca pude recordar nada de ella.

-¿Cuáles han sido sus aficiones?

-La lectura me ha acompañado siempre. He sido un hombre de grandes inquietudes por saber y conseguí tener una formación autodidacta. En los seis años de cárcel estudié francés e inglés. Nunca me gustó frecuentar los bares, he jugado al ajedrez, y por los veranos me encantaba la playa.

-¿No participó en alguna tertulia?

-No, he sido una persona un tanto solitaria; sólo hacía vida con mi mujer y mis hijos.

-¿Y deportivamente qué hizo?

-Nada, únicamente siento mucho cariño por el Sporting.

-¿Qué se siente al cumplir cien años?

-Serenidad, y la satisfacción de haber cumplido un ciclo.

-¿Tiene miedo a la muerte?

-No. En el año 2000 tuve la ilusión de sobrepasar el milenio, lo he conseguido con creces y aquí sigo.

-¿Es usted creyente?

- Sí, pero no he sido practicante. Durante el año de la condena a muerte ayudaba a misa, y me fui librando pese a que todas las mañanas fusilaban a alguien, pero...

-¿Ansía seguir viviendo?

-Sí, cuanto más mejor. Lo malo es que Lola, mi esposa, sufre alzheimer y ya no tengo compañía.

-¿Cuántos años cree que le sobran?

-Treinta o cuarenta. Sería estupendo.

-¿Cómo va a celebrar los cien?

-Viene toda la familia y nos reuniremos en una merienda-cena los doce, contando mis nietos. Estoy muy ilusionado.

-Por cierto, ¿sigue usted siendo republicano?

-Sí, me parece más lógico y racional un sistema de República.

Compartir el artículo

stats