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La danza surrealista del "Aurelianismo"

La música acompaña al baile en otra de las temáticas que dan forma a la obra colorida y simbólica del pintor gijonés Aurelio Suárez, cuyo legado aún pervive

"Danza lunar", 1929. Gouache sobre papel. 350x470 mm.

La Navidad, el deporte, el fútbol, los toros, el antroxu o el verano son sólo algunos ejemplos de la interpretación surrealista de la realidad que puso en trazos el pintor gijonés Aurelio Suárez (1910-2013). Una obra de obras que dejó como legado y que hoy sigue despertando el interés de los aficionados a la pintura por la intemporalidad de sus creaciones, inmotalizadas en la imponente "Aureliopedia".

"Yo no intento transmitir ningún mensaje. Yo pinto lo que siento. Tú sabes que en todo hombre hay dos hombres: el interior y el exterior. Y aquí, en mi pintura, es el interior el que se vuelca". Así definía su obra Aurelio Suárez porque así lo sentía. En cambio el colorido y el surrealismo inundan a quien presencia su obra de una bocanada de satisfacción que invita a seguir descubriendo la extensa colección de un pintor que supo inmortalizar todo tipo de temáticas. Su mundo surrealista y onírico guarda sus nexos de unión la ciudad y sus gentes. El infinito mundo de la imaginación con el concreto mundo terrenal.

En este caso la danza, una disciplina artística vinculada a la música en los trabajos de Aurelio Suárez como muestra el azulejo, sin título, que encabeza esta página. Su afición y devoción por la flauta dulce le llevó a reunir partituras e improvisar en privado distintas interpretaciones. De ahí que no pueda faltar como acompañante esencial de la danza. A Aurelio le acompañó toda su vida el gusto por la melodía que también se desprende de su obra.

Su rigor metodológico permite asegurar que varias de estas pinturas ven la luz al público por primera vez. El padre de la corriente que los expertos en arte han convenido a tildar de "aurelianismo" siempre procecía de forma similar. Su firma, invertida "porque los demás firmaban a derechas"; los títulos de las obras al dorso y fechados y si la obra participó en alguna exposición aparece señalado, frecuentemente, con una cruz en el envés. "Piernas de bailarina", "Bailarina" y "Danza lunar" son tres obras "aurelianas" que debutan en público. Esta última, de 1929, representa a la perfección el surrealismo de su autor con varios rasgos característicos como el doble rostro de un personaje, dentro del mismo cuerpo, o el minogote que figura en la pared. También las líneas del muro a las espaldas de los protagonistas de la danza.

Su hijo Gonzalo le instó a compartir tamaña mezcla de sensaciones a través de óleos, "guaches" y bocetos a través de un suplemento en LA NUEVA ESPAÑA. Precisamente Gonzalo sigue intentando proyectar el legado de su padre para que ni Gijón ni el arte olvide a uno a su más surrealistas representante.

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