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Medio siglo duró la polémica para hacer un puerto competitivo en El Musel

La especulación urbanística fue la causa de que la ciudad se dividiese en dos bandos irreconciliables Nuestra ceguera tradicional motivó que, mientras, el transporte de carbón fuese desviado hacia San Juan de Nieva

Una imagen histórica del antiguo puerto local.

A los gijoneses nos va la marcha de la polémica. Hay una definición innata que arrastramos a través de los siglos: quien gobierna, aunque solamente piense en el futuro de Gijón, siempre lo hace mal a juicio de la oposición que desentierra hachas de guerra descalificatorias para defender lo indefendible. No importan las ideologías, solamente los intereses de los partidos. Así nos va, claro. El último capítulo que se está escribiendo estos días es el de la recuperación de la centralidad urbana de la estación mixta de trenes y autobuses cuando ya llevamos cuarenta años mareando la perdiz sin unas instalaciones realmente dignas. Tiempo al tiempo, pero quizás convendría mirárnoslo, ¿no? Si tardamos un cuarto de siglo en lograr ponernos de acuerdo para inaugurar la estatua de Jovellanos en la plaza del 6 de Agosto, a nadie puede extrañar a estas alturas la que se montó durante medio siglo en la villa de Jovellanos para construir un puerto competitivo, dado que las dársenas del muelle ya no daban más de sí y la entrada de grandes barcos resultaba una tarea imposible.

Así se inició la lucha de los apagadoristas contra el nuevo puerto comercial en El Musel. En 1852, durante la calificada históricamente como década moderada -¿quién se lo iba a decir a los gijoneses?- con Juan Bravo Murillo como presidente del gobierno de España, el Reglamento de la Ley de Puertos dispuso que se crease un puerto de refugio en la Cornisa Cantábrica más bien pensando en buques a vela y no en un gran puerto comercial, que era lo que demandaba la próspera industria gijonesa al haberse quedado insuficiente el puerto local. Tras tres años de estudio, Salustio González-Regueral Blanco propuso que fuese creado en la concha de Gijón, en la zona del cabo Torres.

Diez años después, el ingeniero Salustio González-Regueral presentó el primer anteproyecto de puerto de refugio en El Musel, por lo que el 19 de marzo de 1865 fue publicada una Real Orden aprobando el puerto de refugio en la ensenada del cabo de Torres, pero aunque las obras fueron licitadas nunca se iniciaron. Ante el fracaso del puerto de refugio en El Musel y la paralización burocrática del aparato del Estado, respaldado por numerosos empresarios gijoneses, el ingeniero de la Junta de Obras del Puerto de Gijón, Fernando García Arenal -hijo de la famosa librepensadora Concepción Arenal- presentó un proyecto de ampliación de las dársenas del puerto local. Popularmente fue bautizado como "apagador" debido a la forma de apagavelas que tenían físicamente sus dos diques de defensa.

Dos periódicos gijoneses frente a frente, con la especulación urbanística de fondo. Desde las páginas del conservador periódico "El Comercio", Florencio Valdés asumiría el protagonismo de la polémica a favor de la ampliación del puerto local, en defensa de los intereses comerciales de quienes tenían sus empresas en el entorno de la zona de Fomento y también tratando de evitar la devaluación como zona residencial de Jove, donde se encontraban las blasonadas casas residenciales veraniegas de las familias gijonesas de toda la vida. Una de ellas era la de Antonio Moriyón de la Campa -historia que siempre me contaba mi inolvidable maestro Juan Ramón Pérez las Clotas- cuyo palacete invernal era el que se encuentra frente a los Jardines de la Reina posteriormente dedicado a entidades bancarias, mientras en que las temporadas estivales gozaba del sol y de las mejores temperaturas en las alturas de la atalaya de su caserón en Jove, con privilegiadas perspectivas sobre la bahía de Gijón, y en el que décadas más tarde sería ubicado el Hospital de Caridad.

Una vez más, dos periódicos también frente a frente: "El Comercio" (1878) y "El Musel" (1888) fundado por Ladislao Menéndez y cuyos primeros directores fueron Benito Candamo y Santiago Laruelo. Apagadoristas contra muselistas cuyas fuerzas progresistas comandaba el marqués de San Esteban de la Mar del Natahoyo, Álvaro Armada Valdés -había estado casado, ni más ni menos, que con Manuela de la Paciencia Fernández de Córdoba, condesa de Revilla-Gigedo, de Güemes, marquesa de Canilllejas, baronesa de Benilloba y de Ribarroja- quien con importantes apoyos políticos y sociales defendía, con una auténtica visión de futuro, la ensenada de El Musel como el lugar idóneo para que Gijón tuviese un puerto industrial de verdadera importancia, que no se viese encajonado por las pequeñas reformas que pudieran ser desarrolladas en las dársenas locales y que ya habían acabado con la tradicional playa de Pando, donde no solamente tomaba los baños de ola la reina Isabel II. Queda claro, por tanto, que entonces la nobleza tenía más claro el futuro industrial gijonesa, si bien entre ellos también había empresarios propietarios de tierras al Oeste que especulaban con la revalorización de sus predios.

Álvaro Armada Valdés era un noble que hacía del diálogo una de sus mayores virtudes, por lo que no tuvo inconveniente alguno en llegar a pactos con los representantes del republicanismo federal, cuyo principal portavoz era Eladio Carreño. Siempre me gusta recordar que el republicanismo nunca debería de ser monopolizado ni por las izquierdas, ni por las derechas, ya que eso sería faltar a la historia verdadera de la política española. Si había republicanos que apoyaban las tesis del marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo en favor de la construcción del nuevo puerto en la ensenada de Torres, también existían otros republicanos como Gumersindo de Azcárate, Vicente Innerárity -yerno de Anselmo González- los que cerraban las puertas a cualquier argumentación que no fuese la ampliación del puerto apagadorista, cuya propia palabra indicaba el poco futuro que se veía en su horizonte.

Un banquete en "La Isla" que coincidió con la muerte del marqués de San Esteban del Mar del Natahoyo. El abogado Francisco Prendes Quirós recuerda que la comida de fundación del Sport Club Apagadorista fue "el 21 de julio de 1889. Celebración que coincidió, desgraciadamente, con el fallecimiento en su "castillo" de La Barquera del señor marqués de San Esteban de la Mar del Natahoyo, el gran capitán general y sostén económico del bando muselista. A las once murió el marqués; a las doce era la hora fijada para la concentración de los coches que desde la calle Corrida iban conducir a las juventudes apagadoristas hasta "La Isla"... La coincidencia dio pie a que los malos quereres propagaran por todo Gijón la maldad de que las juventudes se habían reunido en "La Isla" con el propósito de celebrar "báquicamente" la muerte del marqués. De aquella celebración, informó escuetamente, dando cuenta del motivo y de su seriedad, "La Comedia Gijonesa". Afortunadamente y para que cada cual estuviese en su sitio porque nunca se puede celebrar la muerte de quienes solamente defendieron sus ideas sobre el futuro de Gijón.

La aciaga polémica para construir un nuevo puerto competitivo finalizó casi medio siglo después. Banquetes y celebraciones al margen, en la memoria de la Junta de Obras del Puerto de Gijón queda muy claro el panorama social y la solución técnica: "En el año 1886 Vicente González-Regueral, hijo de Salustio, presentaba un nuevo proyecto ampliando el de su padre, que pasaría a denominarse "Musel Reformado". En 1887 la Junta Consultiva de Caminos, Canales y Puertos emitió un informe favorable a la construcción del puerto de El Musel, aunque aún habrían de pasar algunos años para ver realizadas las primeras obras. Todavía en 1889 el ingeniero Román Oriol aludía a la ceguera de los gijoneses enzarzados en inútiles debates mientras el comercio del carbón procedente del valle del Caudal, ante la incapacidad de ser atendido por el puerto de Gijón se desplazaba a San Juan de Nieva en el puerto de Avilés, por el ramal ferroviario del Ferrocarril del Norte".

Tanta aciaga polémica finalizó en el año de 1899 cuando el Estado decidió refundir los dos puertos en uno solo y acometer la construcción de El Musel y ampliar el puerto local.

O sea que fue medio siglo después y con un Gijón todavía dividido por los intereses de la especulación urbanística se logró iniciar un puerto comercial competitivo fundamental para el desarrollo industrial no solamente de Gijón, sino de toda Asturias. Nunca aprendemos, la verdad, de nuestra historia. Y quien no aprende del pasado nunca tiene futuro.

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